Según Pedro Henríquez Ureña: “Nuestra inquietud se explica. Contagiados, expoliados, padecemos aquí en América urgencia romántica de expresión, nos sobrecogen temores súbitos: queremos decir nuestra palabra antes de que nos sepulte no sabemos qué inminente diluvio. En todas partes se plantea el problema. Pero en literatura es doblemente complejo.” (Vid. Seis ensayos en busca de nuestra expresión, op. cit. p. 32)

La problemática de la literatura y el idioma, o del idioma y el espacio cultural, justifica muchas lecturas y asume muchos goznes culturales. Sin lo social, el idioma no rebasa el horizonte de expectativas comunicacionales. De ahí la importantización del idioma nacional en los diversos caminos explicativos y socioculturales que presenta la obra lingüístico-filológica de PHU. La idea de que los “hablares” y los idiomas nacionales se afirman en correlaciones, formas y modos de construir lo real, implica toda una travesía intelectual y crítica en el orden temporal y espacial de su pensamiento.

El temario de este libro cumple, en sus fases, rutas históricas y cualificaciones socioculturales la línea asimilada por PHU y su discipulado en el continente americano. En la obra Seis ensayos… sobresalen los títulos siguientes: “El descontento y la promesa”; “Caminos de nuestra historia literaria”; “Tradición y rebelión”; “El problema del idioma”; “El nuevo teatro”; “Figuras”; “Don Juan Ruiz de Alarcón”; “Enrique González Martínez y Alfonso Reyes”; “Dos apuntes argentinos”; “Veinte años de literatura en los Estados Unidos”; y “Palabras Finales”.

Dicho temario  revela por lo intenso, vasto y particularizado, los ejes de un pensamiento, la perspectiva crítico-filosófica, lingüística y cultural del autor. Lo que pretende el mismo cuerpo del temario es reivindicar la conciencia literaria, histórica y creacional de la América continental partiendo de coordenadas que, en su especificidad-identidad, desarrollan las líneas explicativas de un programa educativo y social.

La relación España-América se pronuncia entonces en el contexto de la influencia, lo adquirido, lo ganado y lo perdido, en un proceso de transformación y evolución conformado por imágenes críticas, micropolíticas y macropolíticas que han determinado la tensión entre identidad y diferencia y cultura-historia-producción social de conocimientos. Arte y sociedad, literatura y sociedad, música y cultura, lengua-cultura, originalidad-imitación y hombre-naturaleza. Estas oposiciones constituyen y a la vez construyen una visión integrada de cuerpos y fuerzas histórico-culturales y humanas.

En cuanto al idioma, Henríquez Ureña plantea un problema de expresión originaria: “No hemos renunciado a escribir en español, y nuestro problema de la expresión original comienza ahí. Cada idioma es una cristalización de modos de pensar y de sentir…” (p.34)

Es importante señalar que el propósito fundamental de estos ensayos es la búsqueda de una expresión fundada y surgente de las raíces, esto es, de una identidad en movimiento que particulariza al sujeto de la América continental. El mapa geográfico y el mapa político, cobran presencia y valor en el mapa lingüístico y cultural, toda vez que los signos, imágenes y cuerpos de nuestra identidad producen las intensidades, cardinales y fuerzas geohistóricas determinantes para la interpretación y conocimiento de las sociedades hispanoamericanas.

Así las cosas, todo este proceso se nutre de los sujetos históricos, espaciamientos culturales  y sociales:

“Tras el indio, el criollo. El movimiento criollista ha existido en toda la América española con intermitencias, y ha aspirado a recoger las manifestaciones de la vida popular, urbana y campestre, con natural preferencia por el campo. Sus límites son vagos; en la Pampa Argentina, el criollo se oponía al indio, enemigo tradicional, mientras en México, en la América Central, en toda la región de Los Andes y su vertiente del Pacífico, no siempre existe frontera perceptible entre las costumbres de carácter criollo y las de carácter indígena”. (p. 37)

Un problema de “angustia de las influencias” (H. Bloom), se hace notorio a propósito del afán de nuestros intelectuales. La historia de las relaciones culturales entre América y Europa ha propiciado alteraciones, conflictos, alejamientos, reconocimientos y diferencias. Una clave significativa de estos ensayos se hace legible en la siguiente aseveración de PHU: “Mi hilo conductor ha sido el pensar que no hay secreto de la expresión sino uno: trabajarla hondamente, esforzarse en hacerla pura, bajando hasta la raíz de las cosas queremos decir, afinar, definir, con ansia de perfección.”

“El ansia de perfección es la única norma. Contentándonos con la tibia y confusa iniciación de nuestras intuiciones, las desvirtuaremos ante el oyente y le parecerán cosa vulgar. Pero cuando se ha alcanzado la expresión firme de una intuición artística, va en ella, no solo el sentido universal, sino la esencia del espíritu que la poseyó y el sabor de la tierra de que se ha nutrido”. (p. 42)

El ideal de creación y el ideal de diferencia persisten en los Seis ensayos…, desde una vertiente donde la crítica se expresa sobre la base de una reconstrucción y relación entre identidades continentales. “Cada fórmula de americanismo puede prestar servicios… el conjunto de las que hemos ensayado nos da una suma de adquisiciones útiles, que hacen flexible y dúctil el material originario de América.” (Ibídem.)