¿Qué significa reconocer, definir y comprender una travesía historiológica, crítica e historiográfica en los diversos marcos de la América continental? ¿Hacia dónde nos conduce el trayecto historiográfico y cultural? ¿De qué manera podríamos estimar los ejes evolutivos de la historiografía latinoamericana y caribeña?

La contribución de Pedro Henríquez Ureña a la historiografía literaria y cultural es fundamental por cuanto ella facilita, aporta, induce y propicia una visión identitaria de la cultura, la lengua, la historia, la educación y el sujeto social.

El maestro dominicano produjo una reflexión en torno a los valores visibles y sensibles de la producción filosófica, literaria y social de un continente de signos e imágenes en ebullición. Sus incursiones en la vida intelectual y espiritual de América se han llevado a cabo, atendiendo a elementos  que definen  lo particular de las culturas nacionales de la América continental.

Se podría decir que en el caso de la historiografía, el pensamiento cultural y lingüístico, ligados a un reconocimiento de las identidades plurales, tiende a unificar una conciencia donde el hombre de América Latina y el Caribe, aún no confluye en una “patria de la justicia” y en un ideal democrático añorado y buscado en toda la geografía política, espiritual y lingüística continental.

El intelectual, profesor y estudioso argentino Enrique Zuleta Álvarez, ha estudiado de manera puntual y específica el pensamiento crítico y humanístico de Pedro Henríquez Ureña. La puesta a punto de muchos aspectos de su vida y obra, ha hecho posible un conocimiento direccional y al mismo tiempo fundamentado sobre la crítica cultural, literaria, testimonial y lingüística de nuestro autor. (Véase en tal sentido, Enrique Zuleta Álvarez: Pedro Henríquez Ureña y su tiempo, Ed. Catálogos, Buenos Aires, 1997; ver también Enrique Zuleta Álvarez: Pedro Henríquez Ureña y la crítica”, en Cuadernos Hispanoamericanos, No. 531, septiembre de 1994, pp. 59-70.

En cuanto a los marcos de expresión que asume el filólogo y maestro dominicano, encontramos una visión integradora de cualidades y elementos que contribuyen a un desarrollo de las ideas literarias, culturales y filosóficas de la América Latina y el Caribe.

En obras como Seis ensayos en busca de nuestra expresión, Las corrientes literarias en la América Hispánica, Literatura Dominicana, El Español en Santo Domingo, La utopía de América, La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo, Observaciones sobre el español en América, Para la historia de los indigenismos y Plenitud de América, entre otras, asistimos a un estudio y reconocimiento del aporte americano a la cultura universal, pero sobre todo a la visión y reconocimiento de las identidades plurales de la América entendida como patria coral, donde encontramos rutas, voces, huellas, movimientos ascendentes, descendentes y variables de la productividad literaria, cultural y filosófica.

La historiografía crítica de Pedro Henríquez Ureña revela una línea de trabajo basada en una documentación confiable para el conocimiento de América. (Ver, en tal sentido, Rafael Gutiérrez Girardot 1974), pero la misma involucra en su tratamiento una visión crítica integrada a la interpretación y entendimiento de las superestructuras. Todo esto induce a facilitar las ideas de base, reconocidas en su pensamiento cultural y además en la tendencia de creación y alcance de la obra literaria, filosófica y sociopolítica, que podemos advertir también en su fundamental obra Las corrientes literarias en la América hispánica (1949).

La primera edición de Las corrientes literarias en la América Hispánica se publicó en 1945, en inglés, bajo el sello editorial Harvard University Press, Cambridge, Massachussets. La primera edición en español de dicha obra fue publicada por la editorial Fondo de Cultura Económica de México en 1949, siendo la traducción de Joaquín Díez-Canedo.

Tal como lo puntualiza Pedro Henríquez Ureña en la introducción: “Este libro reúne las conferencias de la cátedra Charles Eliot Norton del año académico 1949-1941 que di, por invitación de la Universidad de Harvard, en el Fogg Museum of Art, las noches del seis, trece y veinte de noviembre, del once de diciembre, del once, dieciocho y veinticinco de febrero y del cuatro de marzo”. (Op. cit., p.7).