Tal y como ya hemos destacado en contribuciones anteriores, Pedro Henríquez Ureña no se apartó en ninguna de sus etapas de producción intelectual del estudio o conocimiento del arte.  En los diversos momentos de sus actividades culturológicas, el arte alcanzó niveles de significación que aún están por estudiar con la atención e interés de quienes han seguido con fervor la obra del maestro.

Lo cierto es que el llamado especialismo en PHU, ha olvidado esta parte de su obra, a lo mejor por considerarla marginal, o porque sencillamente y según sus pareceres, el filólogo,  lingüista y  educador no escribió algún “tratado” o una obra específica sobre Arte, Estética, Musicología o Historia del Arte.

Cuando en 1947 aparece publicada su obra póstuma titulada Historia de la Cultura en la América hispánica (Ver edición del Fondo de Cultura Económica, México, 1947, Colección Tierra Firme, Volumen No. 28), la crítica del momento, la crítica llamada “especializada” en PHU, pudo advertir que dicha obra continuaba una pasión y un fervor especial del maestro por el arte y su lugar en la historia del desarrollo de los pueblos de la América hispánica y continental.

Al releer este último libro de nuestro autor, fácil resulta destacar y encontrar datos, fichas, apuntes o notas de interés sobre el arte ligado a las culturas y sociedades de América como puntos importantes de su obra culturológica.

De esta manera, destaca nuestro humanista que:

“Entre los pueblos que habían alcanzado culturas medianas (sic), sin llegar a constituir civilizaciones con grandes ciudades y estructuras políticas complejas, se cuentan los taínos, los araucanos, los aimaras en la región que hoy ocupa la República de Bolivia, los amaguacas y los diaguitas (entre ellos los calchaquíes) del noroeste de la Argentina, los guaraníes del Brasil y del Paraguay, los guetares de Costa Rica.  Los más avanzados eran los chibchas, de las mesetas de Bogotá y Tunja.  En el momento de la conquista española, estaban, al parecer, a punto de organizar una especie de imperio.” (Op. cit. p.13)

¿Por qué se distinguían estos pobladores indígenas según nuestro autor?

“Se distinguían en la metalurgia, la cerámica y los tejidos.  Quedan pocos restos de su arquitectura, que era principalmente de madera.  Los quimbayas, famosos por sus miniaturas escultóricas en oro fundido y cincelado, eran chibchas, según unos arqueólogos; arahuacos como los taínos, según otros.  En estas tribus, las actividades más importantes eran la agricultura, el tejido, la alfarería y la construcción de edificios.  Generalmente se construía con madera o con adobes; a veces, con piedra.” (Ibidem.)

Son muchos los aspectos y puntos destacados en Historia de la cultura… que remiten a la relación entre Historia del Arte y la Cultura. Al referirse a culturas o civilizaciones de América, Henríquez Ureña anota algunos datos sobre la azteca:

“La civilización azteca heredó de las anteriores de México la arquitectura, con la característica pirámide; ejemplos: la de Cuernavaca, la de Tepoztlán, donde está grabada en jeroglífico astronómico la fecha de 1502, y la enorme que destruyeron los españoles en la ciudad de México, en la plaza donde ahora se asientan el Palacio de Gobierno y la Catedral.  Heredaron también la escultura y la pintura.  Se distinguieron además, en la orfebrería, la cerámica, los tejidos, la talla de piedra y el arte plumario… tenían danzas y deportes rituales, teatro, consagrado principalmente a Quetzalcóatl, poesía épica y lírica…” (Op. cit. pp. 21-22).

El método narrativo y descriptivo utilizado y asumido por PHU como historia del arte y la cultura, absorbe una visión también contextualista que orienta lo histórico y lo artístico en tanto que travesía situacional de la creación artística, acercándose a los datos para destacar líneas histórico-culturales que contribuyen a visualizar formas de creación, espacios, tiempos y productos que ayudan a comprender el pasado y el presente artístico y cultural de la América continental, algo que debemos señalar en la Historia de la cultura en la América hispánica es la escritura de la historia que asume nuestro autor y lo que promueve la misma en un momento donde las cardinales del historiador del arte y la cultura adoptaba en el viejo mundo la llamada “Historia total”, elemento este que se hace visible en la misma propuesta de la citada obra y que registra los datos, la evolución y la visión de otras historias sociales, culturales, geográficas y artísticas basadas en miradas integradoras del arte y la cultura.

Se hace observable en un proyecto formativo como el presente, un cuadro de evolución de la humanidad americana asumido como enlace, visión, travesía intracontinental, donde lo que se quiso afirmar era la idea de la producción cultural y artística en tiempo, espacio y organización social.  Nuestro autor utiliza el dato cultural y artístico para llegar al enmarque humanístico de la historia de la cultura y del arte en América.

Así las cosas, los orígenes mismos de la cultura y la colonización presentan acciones, narrativas, cuerpos y trasplantes o implantes que destaca de manera puntual nuestro autor:

“La cultura que españoles y portugueses implantan en el nuevo mundo no podía, desde luego, mantenerse idéntica a su tipo de origen. Ante todo, el triple trasplante obligaba a los europeos a modificarla inconscientemente para adaptarla a nuevos suelos y nuevas condiciones de vida, exactamente como ocurrió en las colonias inglesas que dieron origen a los Estados Unidos.  Además, las culturas indias ejercieron influencias muy varias sobre los europeos traspantados.” (Ver, p.35).

¿Qué sucedió en el Nuevo Mundo a partir del trasplante-implante cultural como fenómeno de choque, adaptación, creación y diferencia? Según nos muestra PHU:

“La conquista decapitó esas culturas nativas: hizo desaparecer la religión, las artes, la ciencia (donde la había), la escritura (entre los Mayas y los Aztecas); pero sobrevivieron muchas tradiciones locales en la vida cotidiana y doméstica.  Hubo fusión de elementos europeos y elementos indígenas que duraron hasta nuestros días.” (Vid. p. 35).

El proceso colonizador de la cultura se hizo notorio y tangible en el mismo proceso de la diferencia antropológica y sociocultural.  El mismo trabajo que implicó el implante-trasplante, marcó un proceso que iba a tener consecuencias a nivel de movilidades a nivel del arte, la arquitectura y la construcción:

“En las ciudades, mientras se construían casas, palacios, fortalezas, templos, a estilo de los países del Mediterráneo, se mantenía la choza nativa (la gran arquitectura desapareció), el rancho, el bohío (nombre de las Antillas, el jacal (nombre de México).   Ahora estos edificios modestos están desterrados de las ciudades (donde a veces los ha sustitudido una construcción llamada zinc) y sólo subsisten en los pueblos pequeños y en los campos.  De los materiales nativos de construcción, se emplean muchas clases de piedra, como el tezontle rojo oscuro y la chiluca gris clara de México, y muchas maderas, como la caoba y el jacarandá, hoy más frecuentes en muebles que en edificio.” (Vid. p. 37)