El obispo Pedro Casaldáliga fue transfigurado el 8 de agosto de 2020, a la edad de 92 años. Español, catalán, vino a Brasil, y fue consagrado obispo en 1971 para la Prelatura de São Félix do Araguaia, Mato Grosso. Fue un pastor ejemplar, un valiente profeta, un poeta de gran altura y un místico de los ojos abiertos. Destacó por permanecer decididamente del lado de los indígenas y los peones, expulsados de sus tierras por el avance del latifundio. Su Carta Pastoral de 1971, Una Iglesia de la Amazonía en Conflicto con el Latifundio y la Marginación Social, provocó varias amenazas de muerte y de expulsión del país, por parte de la dictadura militar.

Pedro llegó a Brasil como misionero en 1968, en plena dictadura militar. Vino a implantar el Cursillo de Cristiandad. Pero al topar con la explotación de los peones en las haciendas de la Amazonia, hizo una radical opción por los pobres. Trabajadores desempleados y sin escolaridad se internaban monte adentro en busca de mejores condiciones de vida, atraídos por la expansión del latifundio en la región amazónica. Literalmente juntados como un rebaño humano en las ciudades, caían en la trampa del trabajo esclavo.

El 13 de mayo de 1969, el Papa Paulo VI creó la Prelatura de São Félix de Araguaia. Su administración se confió a la congregación de los claretianos, y desde 1970 hasta 1971, el padre Pedro Casaldáliga fue el primer administrador apostólico de la nueva prelatura. Poco después fue nombrado obispo. Adoptó como principios que guiarían literalmente su actividad pastoral: “No poseer nada, no cargar nada, no pedir nada, no callar nada y, sobre todo, no matar nada”. En el dedo, como insignia episcopal, un anillo de madera de tucum, que se convirtió en símbolo de espiritualidad entre los seguidores de la Teología de la Liberación.

En la Carta Pastoral de 1971, “Una Iglesia de la Amazonia en Conflicto con el Latifundio y la Marginalización Social”, Pedro puso del lado de los más pobres la recién creada prelatura: “Nosotros –el obispo, padres, legos comprometidos— estamos aquí, entre el Araguaia y el Xingu, en este mundo, real y concreto, marginalizado y acusador, que acabo de presentar sumariamente. O posibilitamos la encarnación salvadora de Cristo en este medio al cual fuimos enviados, o negamos nuestra Fe, nos avergonzamos del Evangelio y traicionamos los derechos y la esperanza agónica de un pueblo que es también pueblo de Dios: los hijos del sertón, los aposentados, los peones, este pedazo brasileño de la Amazonia. Porque estamos aquí, aquí debemos comprometernos. Claramente. Hasta el final.”

Casaldáliga, que era fundador de la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT) y del Consejo Indigenista Misionero (CIMI), admitía que la sabiduría popular eras su gran maestra. Le preguntó a un aposentado qué quería para sus hijos. El hombre le respondió: “Lo único que quiero es más o menos lo mismo que para todos”. Pedro no olvidó la lección y luchó por un mundo en el que todos tengan derecho “más o menos a lo mismo”. Ni demasiado, ni demasiado poco.

Don Pedro fue blanco de varias amenazas de muerte. La más grave se produjo en Ribeirão Cascalheira, el 12 de octubre de 1976, día de la fiesta de la patrona de Brasil, Nuestra Señora Aparecida. Al llegar a la localidad en compañía del misionero e indigenista jesuita João Bosco Penido Burnier, se enteraron de que en la estación de policía estaban torturando a dos mujeres. Fueron allá y entablaron una fuerte discusión con los policías militares. Cuando Burnier amenazó con denunciar a las autoridades lo que ocurría, uno de los soldados lo abofeteó, le dio un culatazo y, a continuación, un tiro en la nuca. A las pocas horas falleció el mártir de Ribeirão Cascalheira. Nueve días después, el pueblo invadió la estación de policía, soltó a los presos, lo rompió todo, derribó las paredes y le prendió fuego. En el lugar se levanta hoy una iglesia, la única en el mundo dedicada a los mártires.

Nadie encarna ni simboliza tanto la Teología de la Liberación como Don Pedro. Casaldáliga se convirtió en una referencia mundial de esa teología centrada en los derechos de los pobres.

Como obispo en Brasil nunca usó ningún distintivo que lo diferenciara de las demás personas o lo identificara como prelado.

Me llamarán subversivo. / Y les diré: yo lo soy. / Por mi Pueblo en lucha vivo. / Con mi Pueblo en marcha voy. / Tengo fe de guerrillero / Y amor de revolución”. (“Canción de la Hoz y el Haz”).

Ahora tengo plena conciencia de que conocí a un santo y un profeta: Pedro Casaldáliga. Santo por su fidelidad radical (en el sentido etimológico de ir a la raíz) al Evangelio, y profeta por los riegos para su vida que enfrentó y las adversidades que sufrió.