Nada más dañino para la ya arruinada provincia fronteriza Pedernales que meter cada una de sus necesidades perentorias y sus problemas sociales en el fétido pozo de la politiquería y el oportunismo. Todo el mundo saca provecho, menos el pueblo que la habita. Ya lo tienen flaco, desteñido, envejecido a destiempo, sin esperanza; mientras, políticos demagogos viven la buena vida, de allante en allante, sin comprometerse con los temas críticos. El de la producción y el Parque Nacional Sierra del Baoruco es la moda.

Ha denunciado el Grupo Jaragua: “… cerca de tres mil tareas de cebolla sembrada dentro del Parque por Saturnino Espinal y Pilo Marte, ‘‘dos de los 14 productores cuyos ingresos parecen ser más importantes que el bienestar de más de 10,000 habitantes que Además de este bulbo, hay unas 15 mil tareas de aguacate de exportación sembradas en este Parque”’.

https://acento.com.do/2018/ecologia/8590112-grupo-jaragua-denuncia-gobierno-autoriza-habilitar-caminos-para-agricultura-dentro-del-parque-nacional-sierra-de-bahoruco/.

En la denuncia aireada en los medios de comunicación han enfatizado en culpar de la “depredación” al hermano del presidente Danilo Medina, Milcíades, quien, supuestamente, usa su poder para apoyar al  agroproductor Saturnino Espinal (El Papero), excandidato a senador por el PRD, muy apreciado por el expresidente Hipólito Mejía.

Ahora el pulso es: Danilo, no Danilo. Y Pedernales en el medio. Así, cuando baje la marea, la misma vaina, el mismo empobrecimiento. Y el pueblo en el anonimato, porque ha dejado de ser noticia.

Cierto que debemos cuidar con celo extremo el ecosistema de esa provincia distante 330 kilómetros al suroeste de la capital. Porque es altamente vulnerable; porque sus tierras en general son muy áridas y los israelíes viven lejos; porque llueve muy poco; porque el calor es infernal (temperatura media de unos 30 grados durante todo el año); porque el agua superficial es escasa y el río Pedernales y su afluente El Mulito tienen un caudal que apenas da para abastecer a la comunidad.

La agresión consciente o inconsciente del Parque –si la hubiera– ha de ser evaluada científicamente por una comisión de expertos plural, distante de la bulla política y los intereses económicos de ambas aceras. El presidente Medina debería despejar dudas y disponer su formación ya, si no lo ha hecho.

Y si su hermano y “El papero” acaban de depredar bosque húmedo para sembrar cebolla y aguacate Hass, que adopte las correcciones de lugar, que nunca deberían ser  la sinrazón de desbaratar sus sembradíos, ni sacarlos a ellos de cuajo de la zona solo por llevarse de presión mediática.

Sería un precedente funesto para una comunidad distante de ser una potencia agrícola porque –además de las condiciones ambientales desfavorables–  aún resulta presa de una cultura minera implantada por la Alcoa Exploration Company con la extracción durante medio siglo de bauxita, caliza y otros productos. La juventud no prefiere la agricultura como fuente de vida. https://es.wikipedia.org/wiki/Provincia_de_Pedernales.

El Grupo Jaragua no es de ninguna manera un santuario. Sus integrantes están a años luz de la “asepsia ideológica”, como cualquier humano.

Trabajan allí, personas que, amén de su calidad técnica y su inclinación por defender el ecosistema, tienen simpatías políticas y hasta intereses económicos, y sus acciones están marcadas por ello.

Ese grupo resulta, sin embargo, una útil ONG de presión que los pedernalenses no deberían rechazar a rajatablas, salvo que aparezca en el pueblo una corriente crítica que lo defienda.

Recordar que las playas del municipio fueron dañadas por la extracción indiscriminada de arena, y nadie dijo nada. Un médico llegó en los noventa al pueblo, lo declararon “rey” y  no tardó en meterle un tractor a los manglares de Bucanyé, y nadie dijo nada. Unos colombianos, con el apoyo del Gobierno, llegaron a las narices de la playa de Cabo Rojo, rasparon un hábitat de cangrejos e instalaron una fábrica de cemento (Andinos), y nadie dijo nada. Otros llegaron a la paradisíaca playa Bahía de las Águilas y, con sus construcciones, violaron la distancia de la costa establecida por ley, y nadie dijo nada. En el Baoruco hace décadas que sucede lo mismo, y nadie dice “esta boca es mía”.

Entendibles, entonces, los celos por proteger los parques. Y entendible las quejas de la gente sobre la gran extensión del territorio (2,080.5 kilómetros) declarada zona protegida (1,354 kilómetros cuadrados). Y tienen razón. Queda poco espacio para producir.

El Gobierno debe tomar en serio el problema. Agarrarlo en sus manos y entenderse con los productores; ver si pueden convivir con el parque, bajo supervisión, o si reubicarlos; aclarar sobre el porcentaje de trabajadores extranjeros a emplear; comprometerlos con la reforestación dirigida y la vigilancia de la zona.

Hay que cortar por lo sano. Lo otro, sacarlos de la zona aun sea compensándoles, implicaría dejar el espacio a millares de haitianos indigentes para que provoquen una catástrofe ecológica, mientras Pedernales se afianza en el ranking como la segunda provincia más pobre de República Dominicana.