Una de las principales inquietudes que tiene la humanidad actualmente es la paz mundial y la razón es clara, por primera vez en la historia tenemos los recursos para poder exterminarnos unos a otros. Consciente de esta prioridad, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha declarado el día 21 de septiembre como el día internacional de la Paz y al 16 de mayo como día internacional de la convivencia en paz.

Hay infinidad de proyectos, leyes, iniciativas e instituciones, que se están desarrollando para fomentar la paz mundial y todos los líderes mundiales tratan de por lo menos aparentar que les interesa el tema. No vamos a enfocarnos en ninguna nueva política internacional por la paz. Los gobiernos, políticos y buscadores de fortuna, seguirán haciendo propuestas, pero ésta es una invitación a realizar en nuestro interior las modificaciones necesarias para esa paz. Si el Ser Humano no cambia internamente, es difícil que los programas mundiales logren su cometido, esos cambios externos requieren que seamos elementos activos.

Tanto a nivel personal como colectivo, podríamos tener conflictos no resueltos, que tratamos de ignorar, pero las tensiones acumuladas tienden a hacer erupción, a veces de formas lamentables.

Como sabemos, algunas naciones ocasionalmente cometen injusticias contra otras y luego lo que proponen es simplemente olvidar el evento y empezar de nuevo “desde cero”, con medidas demagógicas de distracción. Equivale a que un ladrón te diga que por el bien de la paz olvides que te robó el auto, mientras le regala un caramelo a tu hijo. Lógicamente la paz dependería de que los agredidos estén dispuestos a perdonar el abuso. Ocasionalmente los actos terroristas están ejecutados por grupos de esos pueblos abusados, que no están dispuestos a olvidar. Realmente ya es hora de que comprendas que tu necesidad de acumular mucho más de lo que en verdad necesitas, crea situaciones injustas que en algún momento conducen a la violencia y no permiten vivir en paz, a ti ni a tus seres queridos.

Hay un evidente declive de la violencia a nivel mundial. Las comparaciones con las diferentes épocas pasadas, definitivamente nos muestran una humanidad más pacífica. El prestigioso psicólogo canadiense Steven Pinker en su obra “Los Ángeles que llevamos dentro” (2011) hace una exposición de evidencias de esa reducción progresiva de la violencia en nuestra civilización. Obviamente siempre podrían aparecer excepciones, como cuando un psicópata o algún grupo fanático se salen de control.

Hace unas cinco décadas era bastante común ver el surgimiento de peleas en fiestas, cines, colegios o en las calles, hoy en día es menos frecuente. El “macho” humano percibe que la mujer actual, rechaza cada vez más la agresividad.

Yuval Noah Harari historiador israelí especializado en conflictos bélicos y escritor de varios bestsellers, ha planteado que las guerras muestran tendencias a desaparecer. Este fenómeno lo explica en sus obras, señalando que estamos aprendiendo a funcionar como una aldea global, comunicándonos mejor y descubriendo que la guerra nos resulta menos conveniente. Los enfrentamientos bélicos conllevan altos costos materiales y humanos, daños irreversibles al medio ambiente y a nuestra civilización. Una vez dominada una nación se requiere muchos recursos materiales y humanos para mantener el dominio sobre ella, además no todos sus habitantes se resignan pasivamente a la dominación del invasor. Por otro lado, cuando en lugar de tener una guerra con un país vecino, llegamos a acuerdos comerciales, laborales y ecológicos, de mutuo beneficio, hemos podido comprobar que resulta mucho más conveniente para todos. Según lo expuesto y dicho de forma simple: para preferir la guerra no es preciso ser malo, basta con ser bruto.

Obviamente sabemos que existen: grupos humanos que se lucran de la guerra, unos afectados por altos niveles de odio racial, otros que entienden que Dios les agradecerá si ellos matan a los que no pertenezcan a su iglesia, o quienes creen que serían más felices si desaparecieran algunos grupos de personas que no son tan buenas como ellos. Pero esos grupos cada vez son menos y enfrentan el rechazo de la mayor parte de la población mundial.

Llega el día en que los creyentes comprenderán que el Padre Dios nunca les ha pedido eliminar a sus “otros” hermanos.

Talvez lamentemos los conflictos del Medio Oriente, pero si no somos capaces de aceptar a otras religiones o culturas, tampoco podemos hacer algún aporte en ese antagonismo. Se nos dificulta diferenciar a un árabe de un judío, pero ellos se creen muy diferentes.

En alguna de tus meditaciones, ubícate en las vidas de otras personas. Trata de ver el mundo a través de los ojos de los niños, de los enfermos terminales, de los mendigos, de tu pareja, de tus vecinos, de tus amigos, de quienes te odien, de los de diferentes culturas, de los gobernantes, de los presos. Ojalá lo hicieras aunque fuese por un instante, porque si pudieras hacerlo, tu conciencia presentará una expansión y descubrirás la riqueza de compartir con los demás. Recuerda que generalmente disfrutas más cuando compartes con quienes conoces que con desconocidos, tu vida es más grata si procuras conocer a los que comparten contigo.

Si alguien es tu enemigo, asegúrate de no haberte ganado esa enemistad. Si surge un amargo conflicto con alguien, procura que no sea tu corazón el que retenga ese resentimiento. Guardar odio en tu interior, no te aporta nada bueno.

Recuerda que los soldados enemigos muertos, tenían: novias, hijos, madres, amigos, planes futuros, gustos parecidos a los tuyos, ganas de vivir, mucho miedo, y no lograron entender las razones por las que ellos tenían que morir. Aunque ese soldado hablara otro idioma, no le dieran el mismo uniforme que a ti, asistiera a otro tipo de iglesia y talvez lo miraste sin verlo, era tu hermano…y no te diste cuenta.