Carl Von Clausewitz dictaminó hace varios siglos que “la guerra es una mera continuación de la política por otros medios”. Estableciendo correspondencia biunívoca, recientemente el filósofo postmoderno Michel Foucault sentenció “la política es la mera continuación de la guerra por otros medios”. Política y guerra son  indisolubles, siendo una violenta y la otra pacífica. Abordando la política, por analogía, podríamos guiarnos del “Arte de la Guerra” escrito hace 2,500 años por el estratega primigenio, Sun Tzu: “Todo el arte de la guerra se basa en el engaño”. Por su parte Clausewitz señaló: “la guerra constituye… un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad”. Augusto Barthelemy fue lapidario: “Toda guerra concluye por donde debiera empezar: la paz”.

Enfrentados  Danilo y Leonel recordemos el discurso final en West Point del vencedor en Filipinas, gestor del nuevo Japón, MacArthur, que señaló:   “…en la guerra no hay sustituto para la victoria”. El Presidente Eisenhower, Comandante Supremo Aliado en la Segunda Guerra Mundial defendió lo opuesto: “no hay nada que sustituya a la paz”.

El historiador Polibio describió la victoria de Roma en la Segunda Guerra Púnica, imponiéndole a Cartago una paz humillante con penalidades abusivas: pagar indemnización de 3,200 talentos de plata, pérdida de sus colonias y otras condiciones denigrantes. Con esa premisa histórica el inmortal economista John Maynard Keynes rechazó los castigos impuestos a Alemania, derrotada en la Primera Guerra Mundial. Dedicó su libro “Las Consecuencias Económicas de la Paz”  a “mostrar que una Paz Cartaginesa no es adecuada, desde el punto de vista práctico, ni posible”. El Francés Clemenceau logró  imponer, con el Tratado de Versalles, una Paz Cartaginesa,   aniquiladora de Alemania , desechando la paz magnánima preconizada originalmente en “Los Catorce Puntos” del Presidente americano Woodrow Wilson: “Sin anexiones, sin contribuciones, sin daños punitivos”.

Resaltó Keynes que  intentaron “reducir a Alemania a la servidumbre”… “todo lo que poseía el pueblo alemán… ha sido sacrificado… a un fantasma, para beneficio de nadie, y perjuicio de todos”. Aquí , ahora, ese fantasma pernicioso  sería la reelección  de Danilo quien , fríamente, sometió a la obediencia  a Leonel , obligándolo a leer, ante el Comité Central, su propia condena, aceptando una Paz Cartaginesa, ignominiosa, en donde Leonel contradijo sus publicitados conceptos doctrinarios constitucionales sobre primarias abiertas.  ¿Se rindió Leonel, o se retiró tácticamente? ¿Impondrá Danilo su reelección? ¿Obligaría Danilo  a  que Leonel  redacte y lea sumisamente su propio epitafio político? Keynes explicó que  imponiendo reparaciones imposibles de cumplir, los aliados acapararían todo lo que Alemania produjera, constituyendo este expolio “uno de los actos más ultrajantes de un vencedor cruel  en la historia civilizada”.

Desconocemos si Danilo estudió “El Arte de la Guerra”, pero  instintivamente aplicó el consejo de Sun Tzu: “Como regla general es mejor conservar a un enemigo que destruirlo; capturar a sus soldados para conquistarlos y dominar a sus jefes”. Decidiendo reelegirse, ¿comprará Danilo nuevamente legisladores Leonelistas?

Leonel pudiera haberse retirado tácticamente, asumiendo que “El arte de la guerra se basa en el engaño” y que “cuando es capaz de atacar, ha de aparentar incapacidad, cuando las tropas se mueven, aparentar inactividad”. Hipotéticamente  “la mejor victoria es vencer sin combatir”…   “…esa  es la distinción entre el hombre prudente y el ignorante”. ¿Pretenderá Leonel, ilusoriamente, negociar su candidatura, pacíficamente, sin pelear con Danilo?

En Marzo, si Danilo proclamara su ambición reeleccionista, terminaría la pasividad de Leonel, guiándose por Sun Tzu: “Nunca es beneficioso… dejar que una operación… se prolongue por mucho tiempo”. Engolado  en misiones internacionales y en su faraónica  Fundación Global, cuatro meses adicionales no serían  mucho tiempo. En su espartano hogar, rodeado de su madre y hermanas, Balaguer simuló durante 31 años ser un oblato, monje ensimismado en la literatura, meditativo,   con ojos cerrados, sólo con oídos  atentos, noche y día, a la caída del mango, para encaramarse, gaviarse súbitamente, haciéndose dueño de la mata, desplazando a los Trujillo.

Balaguer “se la jugó”. Luego se exilió. Sin miedo, retornó para imponerse. Por su parte, Leonel se rindió sin pelear en  2016, concertando un pacto que supuestamente contenía “blindajes inexpugnables”, a prueba de marrullerías, y que Danilo firmó, como siempre, con vocación de incumplimiento. ¿Será doblegado Leonel y, genuflexo, nuevamente apoyaría la reelección de Danilo en el 2020?