Como siempre sucede, ante el asomo de un aumento de la criminalidadlas autoridades hacen gala de sus talentos a la hora de promover políticas públicas “eficientes” de seguridad ciudadana.
En este caso, otra vez le toca el turno a los patrullajes mixtos. Es decir, a la militarización de la labor policial, una que es eminentemente preventiva. Para calmar las posibles reacciones desfavorables de la opinión pública, en una de sus declaracionesel vocero de la entidad policial señalaba que los militares que estarían patrullando en las calles con los agentes policiales habían sido “debidamente” capacitados en materia de prevención del delito.
Es penoso darse cuenta deque lo que en definitiva no se quiere encarar es la impostergable reforma de la Policía Nacional, la cual se viene debatiendo desde hace ya varios años.
¿Cuántas veces se repetirá que aquí las políticas de seguridad deben ir acompañadas de procesos de reforma y/o adecuación de las instituciones llamadas a ponerlas en práctica en primer lugar? Se incluye, sobre todo, programas de formación en diversas áreas que van más lejos de aprender alguna técnica deinvestigación: atención al usuario, victimología, filosofía comunitaria, entre otras.
Al mismo tiempo, desterrar la indiferencia hacia el personal policial es tan vital comocombatir la corrupción a lo interno. Deben crearse, para ello, incentivos profesionales adecuados con miras a mejorar sus condiciones de vida. Un policía de calle no puede seguir devengando 7,000 pesos al mes.
El perfil que se promueve es, por tanto, el de hombres de escasa formación, muchos con prontuario delictivo, sin mayores motivaciones en la vida y sin la mínima idea acerca de su misión y funciones.
La definición, junto a la ciudadanía, de una agenda preventivaes otro de los grandes retos. De hecho, en la mayoría de los países donde se han producido resultados positivos se ha optado por el modelo de policía comunitaria, dando participación a la comunidad en la gestión de sus problemas de inseguridad ygenerando un mejor relacionamiento policía-ciudadano.
Lo que ha primado, sin embargo,ha sido una concepción de la seguridad fundamentada en la represión y en la idea del “enemigo” que no ha podido, ni va a poder, transformar las bases de la violencia estructural que se vive en este país y que solo beneficia a algunos. A eso hay que sumar los niveles de impunidad del sistema que facilitan que se actúe con toda la arbitrariedad del mundo sin mayores consecuencias.
Sentirse seguro/a es un derecho fundamental, y un militar no es precisamentequien nos hará sentir así. Siéntense a analizar el problema con detenimiento y a encontrar soluciones apropiadasen vez de continuar aplicando salidas fáciles; se pueden revertir en su contra.-
[1]Artículo publicado con anterioridad (2011). Es una lástima que, bajo un “nuevo” enfoque de seguridad, se continúe apostando a la militarización.