En su primera homilía en la Misa Crismal de Jueves Santo como Obispo de Roma, el Papa Francisco fue muy claro al decir “que la unción que reciben los sacerdotes es para los pobres, los oprimidos, los cautivos, para los enfermos, para los que están tristes y solos”…

“El sacerdote debe ser mediador entre Dios y el hombre”

“El sacerdote que se convierte en gestor e intermediario termina siendo una persona triste e insatisfecha, un coleccionista de antigüedades  o de novedades en vez de ser pastores con olor a oveja”.

A propósito de las opiniones vertidas por los principales líderes de la iglesia católica en nuestro país, mi iglesia, los fieles queremos no mediadores, no liderazgos a favor de intereses particulares, porque aún sean intereses generales, no dejan de ser influenciados por intereses de unos cuantos.

La época de Agripino Núñez pasó, no sé por qué tanto agradecimiento hacia él, porque en todos los conflictos partidistas, ahí estaba desde la época de Balaguer, que yo recuerde y jugando un papel muy parcial, si no, averigüen a Punta Catalina, que fue su última intervención.

Los sacerdotes están para servir al pueblo de Dios. Asistirlo en sus momentos de soledad y tristeza. Pero no solo los sacerdotes que están metidos de lleno en los barrios defendiendo a los que no tienen voz ¡NO! Los obispos, que son sacerdotes con funciones dirigenciales, que se les impregne el olor de sus ovejas, que se olviden de carros lujosos y choferes serviles. Que dejen a un lado las vestimentas pomposas y los solideos, que no es más que un gorrito de seda de un color determinado dependiendo de su investidura.

Los líderes cristianos no están para mediar en decisiones del pueblo. Su misión es mediar entre el hombre y Dios.

Es imperdonable la altanería de algunos sacerdotes que creen estar por encima del bien y del mal. Que están acostumbrados a olores de perfumes caros. Bajen, mézclense con la gente. No discriminen. No subvencionen viajes a fieles porque les preparan la iglesia para los cultos. No ofrezcan risitas aquí y allá a personas que pueden dar cuantiosas limosnas. Ayuden con esas limosnas a los que necesitan. Saquen un tiempo para visitar a los enfermos de su comunidad cristiana. Siéntense con ellos a escucharle. Llénense del sudor de los pobres y de su olor por  la poca higiene por falta de agua en sus hogares. Bríndele una sonrisa a esos que nadie ve.

Y por último, no quiera protagonismo. No esté allá arriba viendo las ovejas allá abajo.