Por Ismael Reyes

La Conferencia del Episcopado Dominicano de esta semana constituye un ejemplo de una iglesia que mira hacia el cielo pero con los pies bien puestos sobre la tierra. Con el título “Que la justicia y la paz se encuentren”, la carta pastoral hizo una radiografía del estado actual en que se encuentra el país en lo relativo a la paz y a la justicia, y cuáles son las venas rotas que más sangran para que se aplique el torniquete adecuado que pare la hemorragia.

En su más reciente carta pastoral los obispos deploran la continuidad deuna serie de males como la violencia institucionalizada en todas sus expresiones, y ponen el dedo sobre la llaga al afirmar que el bien publicitado crecimiento económico no es como lo pintan, pues ha venido acompañado de la persistencia de la pobreza y que ésta, en su expresión más extrema, es decir, la indigencia, ha aumentado en términos absolutos.

Entre los males que los altos representantes de la iglesia católica citan como muestra de lo mucho que le faltapor hacer a un gobierno que se vanagloria de que está “haciendo lo que nunca se ha hecho”, la crisis del servicio eléctrico, la falta de institucionalidad,la ausencia de transparencia, las deficientes atenciones de salud que padece el pueblo, la presencia de la corrupción en las instituciones públicas y privadas, y otras deficiencias que forman parte de nuestro diariovivir.

Una muestra textual de que su mensaje pastoralno tuvo ningún desperdicio fue cuando pusieron en evidencia la prevalencia de nuestro desorden organizado, como lo expresaron en la siguiente cita: “Lo primero que desasosiega en República Dominicana es no saber aquién acudir ni a qué atenerse. Se tiene la sensación de que basta se guapo y prepotente para imponerse y hacer lo que le parezca en las instituciones y en los ambientes en que se vive”.

La carta pastoral también advirtió sobre el peligro que acecha a nuestra democracia con la instauración de una dictadura unipartidista, que dicho sin ningún eufemismo, se ha implantado sobre la base de la distorsión institucional y el avasallamiento económico de la oposición con que un grupo asaltó el palacio nacional para convertirlo en feudo departiculares.

En este sentido, la jerarquía católica resaltó su preocupación por la ausencia de autonomía en los tres poderes del Estado, los cuales responden a las órdenes del Ejecutivocomo señal denuestra anemia institucional.Dicho con las propias palabras eclesiales,la sociedad percibe que “todos los poderes del Estado están sujetos a unos cuantos líderes y a un solo partido. Además, cada cuota de poder institucional es utilizada paraagendas políticas e ideológicas, en detrimento del reconocimiento automático de los derechos fundamentales”.

Como vemos, la última carta pastoral de la Iglesia hizo un corte transversal de los principales problemas que nos acogotan, desnudando sus factores causales, en una muestra excelente del compromiso eclesial con la población y con sus estratos más pobres. Dentro de su amplia visión panorámica de la sociedad y sus males más acuciantes, el mensaje obispal criticó que cerca del 30% del presupuesto nacional esté empeñado en el pago de intereses de la deuda exterior, lo que sustrae recursosque debieran emplearse en la solución de nuestros problemas cruciales.

En el mismo orden de ideas, la carta pastoral emitida con motivo del próximo aniversario de la independencia nacional, introduce más profundamente el dedo en esta llagosa herida, cuando pone al descubierto el uso y las razones de nuestro desbordado endeudamiento,al señalar queresponden al criterio “de aceitar una maquinaria política”cada vez más demandante de recursos para lograr la conquista de control estatal. “Es a esta maquinaria a la que puede acudir el ciudadano de a pie para enfrentar muchos de los problemas que impactan negativamente su vida”.

Como vemos, este es el tipo de iglesia que necesitamos en la Tierra, y particularmente, en el país de nuestros amores. Una iglesia que a través de un documento orientador pone en claro las consecuencias del proceso de acumulación de riquezas por vías ilícitas, como el monstruo de la corrupción que pretende tragarnos dentro de sus oscuras fauces.

La responsabilidad social de la Iglesia quedó bien revelada en esta carta donde se llama la atención sobre la necesidad de que todo el país tome conciencia sobre lo impostergable de ejecutar acciones puntuales que aligeren la vida de una población convulsionada por el hambre, las injusticias sociales, la flagrantecorrupción administrativa y la violencia delincuencial en sus diversas formas.

Lo importante de este mensaje es que estas verdades que forman parte de nuestra prédica política, en la boca de la Iglesia adquieren la categoría de su voz autorizada y no suenan a declaraciones politizadas movidas por intereses particulares. De ahí que veamos en sus palabras un faro luz que al iluminarnos con la verdad contribuyen a hacernos más libres y a actuar conforme al modelo de lo que haría Jesucristo si viviera en la Tierra en nuestros días.

Felicitamos y nos congratulamos de las palabras de la Iglesia, que están acordes con las verdades fundamentales del Evangelio predicado por el Hijo del Hombre y en avenencia con la doctrina político-social enarbolada por José Francisco Peña Gómez y que hoy se recogen en accionar político del glorioso Partido Revolucionario Dominicano.