Las horas nocturnas y las reacciones humanas junto a ellas, han llamado a través del tiempo, la atención de los que ejercen el oficio de la escritura. La noche, su riqueza expresiva, sus misterios, su infinito panorama y ángulos de acercamiento, funcionan como un embrujo agridulce.
El sueño, los sueños y su archienemigo el insomnio, son temas tan tratados y manoseados que podríamos pensar que algún día se fueran a gastar. Pero increíblemente, como suelen decir, cada cabeza es un mundo y es debido a ello que existen tantas posibilidades creativas, lagos de inspiración renovados a diario. Caminar por el enigma de la oscuridad, la fascinación ante los astros, la luna y las estrellas mitificadas por tantos, el drástico movimiento de la vida nocturna donde la ciudad se transforma en otra y contrasta con el sosiego de una recámara oscura y vacía. La noche llama, y se enciende en llamas, bajo las investigaciones de los que desean conocerle.
En torno a este inagotable tópico, me he adentrado a unos textos que logran recorrer el insomnio y la noche como un camino palpable. Son los poemas de Basilio Belliard, en los mismos, el escritor dominicano expone contundentemente sus horas favoritas para el desarrollo de su trabajo y su fijación fructífera en el desdoblamiento del sueño-insomnio. Caja llena de puertas, que abre una a una y la muestra amplia en sus espacios internos, convirtiendo el poema en un estudio de la anatomía nocturna.
“El fuego es el padre del insomnio. El reposo de la ensoñación mueve la naturaleza del despertar cuando el aire humedece el movimiento del fuego de cada noche con sus horas de tibieza y su cruz suicida”
Es imposible definir cuando está despierto, no descubres en cual momento se ha dormido. Sin embargo, rastreas un infierno diminuto, un sufrimiento que circunda la noche y su siclo del ensueño invertido.
El surreal y único mundo del escritor, ese entorno privado en el cual fija su mirada, se enriquece al aportar atributos fantásticos a seres comunes, convirtiéndolos en personajes llenos de magia que interactúan con la oscuridad. “Las salamandras poseen un corazón de fuego que las hace transparentes a la noche y derretir el oro con que alumbran a los muertos.” Con esto, propone interminables capítulos al libro de la imaginación y al lenguaje poético, que en su caso, es una población de mensajes ocultos y significados variables que se mueven según el ojo y la curiosidad del lector.
Este universo mental, obsesionado y testarudo, muta con paso el de las palabras, iniciando por momentos en un ambiente secreto y diminuto y se desplaza hacia espacios abiertos, llenos de sorpresas temáticas. Mediante este recurso, se va conformando un sistema de intimidades y silencios, que juntos podrían parecer una gran cordillera. Menciono el silencio, elemento que vive “en la noche de la noche” protagonista implacable de del mundo nocturno, que se presenta claramente en el trabajo del escritor.
Les dejo con el primer poema que hace tiempo leí de Basilio Belliard, el cual encendió en mí, la chispa curiosa por su trabajo.
El primer verso viene de la noche
y mis manos ya están en blanco.
La imagen canta
y el poema silencia:
nace la última palabra
que nunca escribiré.