Una de las tragedias políticas arrastrada por la sociedad dominicana es que hasta el momento no ha configurado una fuerza social y política de izquierda que tenga el atractivo frente a la mayoría de la población y convertirse en opción real de poder. Hasta el momento la izquierda no ha podido con sus propias fuerzas llevar ni siquiera un regidor a los ayuntamientos.

Por décadas la izquierda latinoamericana no pasaba de ser parte de lo simbólico y testimonial en términos políticos. El paso a convertirse en fuerzas reales de poder implicó reorientar su relación con la sociedad, pasando de la resistencia y el discurso confrontacional a una conexión con las expectativas reales de la población y el establecimiento de alianzas políticas diversas y plurales, algunas inimaginables. Este giro político de las izquierdas permitió desde el 1998 el ascenso al poder a más de una docena de gobiernos en Centro y Sudamérica y la entrada a un cambio en las condiciones sociales de grupos históricamente empobrecidos y carentes de esperanzas.

Sencillamente, las izquierdas latinoamericanas optaron por la reforma social, económica y política en el contexto de una sociedad capitalista. Decidieron elegir el camino de lo posible y entendieron que lo necesario y deseable sólo les había reservados el lugar del simbolismo político.

Los puntos claves para las izquierdas latinoamericanas ascender al poder fueron cuatro. En primer lugar la conformación de coaliciones en las que participan fuerzas políticas de izquierda, centroizquierda, centro e incluso de centro derecha. Y de forma inversa, lo que ha influido para que algunos de estos gobiernos pierdan el poder es la desarticulación de las alianzas que les llevaron al poder (caso Chile, Argentina). En segundo lugar, convertirse en punto clave de convergencia de las demandas sociales históricamente acumuladas y la asunción de la agenda social y política de actores emergentes en la sociedad. En tercer lugar, la izquierda entendió que no podía continuar invisibilizada y por ende debía irrumpir creativamente en los medios masivos de comunicación y las redes sociales. Y en cuarto lugar, las izquierdas tuvieron un alto sentido de la oportunidad política cuando pudieron entender el desgaste de las fuerzas políticas tradicionales y por ende se abrían brechas políticas que debían aprovechar.

Independientemente del estilo de gobierno experimentado por las izquierdas en el poder en América Latina, hubo un elemento común: sus aportes a la disminución de las tasas de pobreza e indigencia. Más de 38 millones de personas superaron la línea de la indigencia desde el año 2000 en el continente. Esto ha estado correlacionado con el incremento de la inversión social y la transferencia monetaria hacia los grupos más vulnerables, orientado a disminuir la inequidad en la distribución del ingreso. De igual manera, a partir de la presencia de los gobiernos de izquierda en el continente el índice de Gini ha disminuido un 45%, lo cual está asociado al incremento de la inversión en salud, educación, agua potable y vivienda.

Sin embargo, este escenario continental le ha enseñado muy poco a las izquierdas dominicanas. Parecen estar de espaldas a la realidad. Nueva vez asisten a un proceso electoral de manera fragmentada, con poca articulación con la población, invisibilizada y apostando al simbolismo político y la presencia testimonial.

Reconozco que la construcción de una opción de izquierda en el país se encuentra con la dura realidad de que arrastramos una historia de fuerte incidencia de las ideas conservadoras en la estructura mental de la población y la sociedad. Un movimiento social desmovilizado desde la década de los noventa. Un dominio poderoso de los partidos tradicionales y la cultura clientelista, un peso determinante del patrimonialismo estatal.

Pero los únicos responsables de la incapacidad de las izquierdas para construir puentes de alianzas políticas son los propios líderes de las izquierdas. Se ha optado por proyectos marcadamente personalistas y con limitada presencia en los espacios donde está la esperanza de la gente.

La sociedad dominicana necesita una izquierda fuerte, unida, enfocada en la conquista real del poder, creativa e innovadora, articulada con los movimientos sociales y las esperanzas de la gente, que se haga visible en los medios de comunicación y las redes sociales. Una izquierda movilizada alrededor de una agenda estratégica que implique el enraizamiento en lo municipal y encarne las demandas sociales de la población.