En los años que tengo en el ejercicio de la psicología,“pasar la página” es una de las tareas más difíciles de los adultos, hombres y mujeres. Durante este tiempo he visto a toda clase de personas transitando por relaciones tóxicas, un mal trabajo, un despido, un noviazgo interrumpido, hijos e hijas que se van, divorcio, desamor, perder un concurso o una competencia, en fin, cualquier pérdida o final inesperado.

Frente a estas circunstancias de la vida, claro que hay que vivir un duelo que permita integrar el dolor y aceptar la situación, lo cual suele ser más difícil de lo esperado ya que las personas tardan en mirarse a sí mismos eligiendo culpar a otros, victimizarse o entrar en un sufrimiento interminable y martirizante.

Otras veces, pasar la página es una tarea calificada para personas débiles donde solo se ve la renuncia y no la otra cara de la moneda que es optar por la vida, el propio proyecto, el amor propio.
Con frecuencia las cosas van pasando, las señales están a la vista de todos los demás menos de las personas involucradas. Cuando llega el desenlace y se ha confirmado el final, seguir, continuar, avanzar y confiar en el movimiento natural de la vida, suele ser muy difícil.

Con demasiada frecuencia, muchas personas se empeñan en estancarse sin darse cuenta de que siempre, siempre, si así lo creen, ocurrirá algo mejor. He visto cantidad de gente que de repente descubre que luego de un gran dolor o fracaso, comienzan a pasar cosas en su vida. Tengo una frase de batalla que siempre le digo a mis pacientes "cuando sacamos tapones emocionales de nuestra vida, comienzan a desentramparse muchas otras áreas más". Nuevas oportunidades de desarrollo que llegan al terminar una relación y dejarla ir; conocer a alguien interesante, luego de un aburrido trabajo del que el apego y el miedo no le dejaban salir; un ascenso al siguiente día de despedir al primer hijo que sale de la casa, obligando a permitir que inicie su propio camino; o la experiencia más hermosa que es descubrirse a si misma frente a la ausencia de los más amados.
Y no es magia, solo que así ocurre si se cree y se confía en la propia fuerza y la divina, sea cual fuere el nombre de esa divinidad. Cuando nos detenemos en la vida por una razón externa es como si llegara la muerte en vida y dejamos de recibir lo que la vida tiene guardado como bendición.
El pasado suele ser una gran retranca, recuerdo a una paciente que me dijo una vez, producto de su propia reflexión, que nadie puede avanzar caminando hacia atrás y es justo esto lo que intento explicar. Atesorar los buenos recuerdos, vivencias y felicidades del pasado es la fuerza que puede inspirar a continuar en el futuro. Si se ha logrado una vez, puede repetirse mucho mejor, pues hay mayor madurez y experiencia para hacer correcciones en el camino.

Hay que tener carácter para afrontar la vida y su tránsito amoroso de aprendizaje, cuyos retos son cada vez mayores con el propósito de alcanzar el mayor crecimiento. También habrá que tener una buena autoestima, fuerza y enfoque para levantase a pesar de las circunstancias y continuar.
La buena noticia es que todas las personas tienen esta fuerza, solo que la mayoría no lo sabe, ignoran que todo el poder lo llevan por dentro.
Las dificultades de la vida son solo oportunidades de probar que se tiene la capacidad de hacerlo mejor y darse una nueva oportunidad de comenzar cada vez en la aventura de amarse tal cual se es y ser feliz.