El sueño de cada partido político en nuestro país es convertirse en una maquinaria electoral en determinada coyuntura con el objetivo de llegar al poder en el mejor de los casos, y en el peor; por lo menos llegar a formar parte de una coalición que le proporcione una loncha del pastel. Sin programa político alguno, sin oferta política y sin disciplina, anuncian durante su interminable campaña electoral transformar el país. Las promesas de campaña, los planes de gobierno y los discursos se resumen a un par de palabras:  La esperanza, el cambio, lo que el pueblo quiere, y otras más envilecidas frases que forman parte del catálogo del clisé plebiscitario.

Empero, transformar una nación es un proyecto mucho más complejo y dudo que estos conglomerados con aspiraciones políticas estén en capacidad de llevar alguna transformación, ya que lo primero que tienen que hacer estas amalgamas de aficionados es transformarse a sí mismo, y eso es sólo posible introyectando la “Conciencia social “.

Sin este grado de conocimiento, es imposible comprender y conocer la realidad social. Es imposible asumir un serio compromiso con la nación y actuar "políticamente correcto". En términos filosóficos obrar con "valores éticos" en beneficio de la patria.

La ciencia política moderna ha clasificado a los partidos políticos en dos categorías: En partidos políticos competentes y en partidos políticos incompetentes. Entre los primeros se distinguen cuatro tipos: alternante ideológico, alternante pragmático, hegemónico ideológico y hegemónico pragmático. La distinción trata de dar cuenta del hecho de que los fenómenos políticos, a veces, son provocados por razones doctrinales o ideológicas y, en otras, de praxis política. Los partidos incompetentes son divididos en estas categorías: unipartidista autoritario, unipartidista caudillista, unipartidista pluralista, unipartidista pluralista con rasgos caudillista y unipartidista totalitario. Dentro de esta clasificación de partidos incompetentes entran todos los partidos del sistema de la República Dominicana, y ahí pueden encontrar sus propias tipologías que más les ajuste.

Sin embargo, lo importante es saber que el sistema de partidos está en íntima relación con la naturaleza y las características del sistema político. Los partidos forman un subsistema de ese gran conjunto de instituciones y elementos que conforman un régimen político, en el que las distintas partes se influyen recíprocamente. Las leyes electorales tienen relación directa con el sistema de partidos, y el tipo de régimen político. O sea, si las instituciones y los órganos del Estados están corrompidos, entonces los partidos que forman parte del sistema, por ende, los están y si aún no los están, pues son vulnerables a serlos.

Hasta principios del siglo 20 los partidos políticos eran organizaciones exclusivamente de las élites de las sociedades. Los primeros partidos de masas, que fueron de carácter obrero, estaban encargados de afirmar una identidad de clase y de preservar y transmitir pautas de comportamiento y valores que configuraban la cultura de la clase obrera. Los partidos modernos, de acuerdo con algunas leyes de partidos o electorales, siguen teniendo la obligación de promover los valores democráticos, el respeto de los derechos humanos, la práctica de la tolerancia y el derecho al disenso, así como también la de capacitar a sus miembros en los principios ideológicos del partido y difundir éstos entre los ciudadanos. Los partidos modernos, para realizar tales tareas, suelen contar con medios de difusión, publicaciones, escuelas de cuadros y, en general, centros de transmisión de sus ideas con un programa político definido, no sólo a sus militantes, sino a todos los ciudadanos. Estas propiedades no las encontramos en ninguno de los partidos políticos del sistema en República Dominicana.

Para demostrar que todos los partidos políticos del sistema de la República Dominicana pertenecen a las tipologías de los incompetentes, me fundamento en la validez universal del lenguaje formal del axioma lógico, y estos datos los proporcionan las propias funciones institucionales de estos partidos. Basta con observar como estas organizaciones  atienden más los asuntos políticos internos y sus ambiciones de poder que los verdaderos problemas sociales del país. Con estas premisas políticas no nos podemos extrañar por qué no existe todavía un Estado de derecho en la República Dominicana.

Los partidos políticos de las tipologías incompetentes no impulsan a sus miembros a la carrera política y tampoco éstos son seleccionados dentro de su jerarquía gracias a los méritos alcanzados, sino más bien son escogidos, señalados con el dedo e impuestos por la camaradería, convirtiendo así estas organizaciones políticas en clubes de amigos. Estas prácticas son una de las causas esenciales de las pugnas internas, camarillas, tendencias y en muchos casos divisiones. De un partido incompetente nace otro incompetente más.

Además, otras de las consecuencias que trae consigo estas rivalidades internas es la ominosa expansión de su mediocridad político-ética que se manifiesta en el clientelismo político y se proyecta, cuando estos partidos llegan a gobernar, en las instituciones del Estado generando mismamente corrupción por doquier y sin fin.

Los partidos políticos incompetentes no tienen programa definido y menos ideología. Algunos se tildan y presumen de socialistas o socialdemócratas, sin tener un programa socialista que les identifique como tal, y aún más vergonzoso que ni ellos mismo saben que es la socialdemocracia. Se desplazan como las banderolas, cuando el viento sopla por la siniestra son socialistas, y neoliberales cuando la brisa del norte avienta por la diestra. En conclusión, la única cultura política que les une y les ajustas sin diferencias, es el oportunismo.

Cuando queremos conocer las propuestas básicas de los programas políticos de estos partidos incompetentes nunca nos enteramos, puesto que carecen de una oferta política que proponga soluciones específicas, efectivas y reales a los problemas emergentes de nuestra sociedad. No tienen programas conceptuados ni elaborados. Carecen de una oferta política definida para la salud pública, para la educación y la cultura, para una política funcional de  seguridad ciudadana, sin programa para el medio ambiente, no presentan soluciones verdaderas que erradiquen la corrupción, no sugieren propuestas para una política real en relación al control de migración, no recomiendan estrategias programáticas con fines  de disminuir el gasto público y generar la inversión estatal para el desarrollo económico,  sin iniciativas para el sector empresarial, sobre todos  para los PYMES, favoreciéndoles con una política fiscalizadora justa que dinamice la microeconomía. No aportan propuestas para apoyar las exportaciones y exonerar de impuestos a las comoditas de materia prima importadas que se usan para la producción de la industria local e insumos para el sector agrícola. Ineptos de atraer inversionistas que no solamente proporcionen puestos de empleos, pero que les garanticen a los trabajadores condiciones dignas salariales, y cerrar acuerdos para que sus tecnologías a partir de cierto tiempo queden a la disposición del país. No hay anunciamientos de los partidos incompetentes del sistema para la creación de un control autónomo de recaudación fiscal y que éstas sirvan para el bienestar social y el desarrollo del país. La planificación económica para optimalizar la macroeconomía y la microeconomía es un asunto metafísico para los incompetentes políticos. En fin, podría mencionar decenas más de tópicos políticos, económicos y sociales. Mas, nunca hemos escuchado de ninguno de los partidos del sistema y de sus políticos propuestas como las más arribas mencionadas.

A cambio, sí escuchamos de los incompetentes promesas ridículas como son: El aumento de las dádivas a los pobres, construcciones de carreteras o de algún acueducto, etc. como si estos fueran propuestas políticas y sociales que transformarán y sacarán al país del atraso, del subdesarrollo y de la pobreza. Los incompetentes que conforman el acuario político de nuestra nación, cuando lanzan sus candidaturas preelectorales van a mendigar el voto en sus campañas proselitistas, sin propuestas de como disminuir el desempleo y generar puestos de trabajos y, ya que balbucean sobre construcciones de acueductos, ni siquiera se les ocurren soluciones de cómo tratar el agua y convertirla en agua potable, como tratar el agua residual o como crear una sociedad más justa y vivible. A menudo, a los incompetentes se les escucha responder a alguien que ha hecho alguna válida propuesta, por ejemplo:

“Olvídate de eso, en este país eso es imposible “. Claro, es imposible para los incompetentes, puesto que ellos tienen que justificar su incompetencia y hacer creer que en el país solamente es válido lo incorrecto y la población dominicana es cretina y los únicos modelos que se pueden importar e implementar de otras sociedades son los males de la corrupción. Más pruebas no se necesitan para comprender y convencerse que estos políticos de los partidos del sistema sólo les interesan llegar al Palacio Nacional para perpetuarse igual como aquellos que ahora sujetan el poder. Dicho en buen dominicano “Quítate tú, pá ponerme yo“.

Es fascinante escuchar hablar a los incompetentes de coyuntura. La palabra más usada por ellos en la víspera de las elecciones. La deficiencia intelectual y la falta de formación no les permiten comprender que, en toda sociedad, donde existe injusticia social siempre hay una coyuntura. Dondequiera que exista la pobreza hay una coyuntura y las condiciones para llevar acabo cualquier transformación. Pero, si el sujeto social no es capaz de crear y consolidar conciencia social, ninguna coyuntura de nada le servirá, no más para acaparar el poder estatal y alternarse con los otros incompetentes.

Los incompetentes son torpes y hacedores del desastre estando dentro y fuera del poder, sin excepción alguna. Cuando están en el poder descalabran el Estado, el país y toda la sociedad. Cuando están fuera del poder, no sólo son incapaces de hacer una sistemática oposición, sino aún peor frustran cualquier gestión espontánea de parte del pueblo que persiga reivindicar la dignidad de la nación. Es el caso del movimiento verde que surgió como un noble gesto iniciado por los sectores más progresistas del país en reclamo a la nefasta política del incompetente gobierno. Los incompetentes lograron lo que el incompetente gobierno no pudo lograr, por más intentos que hizo, y fue desarticular la Marcha Verde contaminándola con sus vicios de incompetencia y sus esfuerzos oportunistas de capitalizarla.