En ocasiones me pregunto si es posible que partidos sin democracia interna en sus procesos de selección o escogencia de sus directivos o candidatos para posiciones electivas puedan producir las verdaderas transformaciones que requiere el sistema político del país.

En las pasadas elecciones vimos casos verdaderamente lamentables de candidatos que fueron vilmente despojados de sus candidaturas, después de haber sido elegidos o por el dedo "elector" de un líder político.

También el hecho de que un órgano dentro de un mismo partido "decide" por miles de miembros aquellos favorecidos para dirigir puestos cimeros dentro del Estado y asignar el tiempo que durarán en los mismos.

De los resultados de las recientes elecciones, casi todos los analistas se concentraron en repartir culpas a la Junta Central Electoral. Muy pocos tocaron el tema de la falta de procesos democráticos transparentes intrapartidarios.

Partidos sin democracia interna, no pueden de ninguna manera arbitrar los procesos democráticos del país ni mucho menos hacerlos más transparentes.

Da la impresión de que a muchos líderes políticos el escrutinio o decisión de la mayoría es un camino difícil.

Sin embargo, someterse a la voluntad de la mayoría es la mejor vía para la legitimación siempre y cuando se respeten y haya reglas claras, así como igualdad de condiciones para todos.

En el país falta mucho por recorrer. En nuestros partidos históricamente los escrutinios han dejado mucho que desear.

Una Ley de Partidos debe tomar muy en cuenta estos aspectos. Una democracia sin partidos democráticos es pura ficción.

Respetar la voluntad de la mayoría es el bien supremo a que aspira el pueblo. El derecho a elegir y ser elegido contenidos en nuestra Constitución, es el equilibrio perfecto para completar el ciclo democrático.