Si hay una institución en República Dominicana con más puntos ciegos, esos son los Partidos Políticos. Los puntos ciegos constituyen los vacíos, la distancia entre lo que somos y lo que parecemos ser. Entre el comportamiento real y lo que hacemos; entre los que creen que son y quienes son realmente; entre lo que dicen representar y lo que verdaderamente representan. Es un abismo extraordinario que se da en los Partidos Políticos, entre la agenda de la sociedad y la agenda de los Partidos Políticos.

Su rol como intermediario, como correa de transmisión entre la sociedad y la sociedad política, no se asume porque sus puntos ciegos son tan profundos que no logran articular los intereses de la sociedad más allá del clientelismo y el corporativismo que hoy envuelve a los partidos políticos.

Es una perversión de la política que todo lo que toca lo envilece, lo degrada, lo trastoca en una espina que florece permanentemente en detrimento  de la sociedad. Es una alienación que lo hace actores egocéntricos, sin códigos de honor, sin conflictos de valores, con una consciencia delimitada, que no brota, sino solo por sus intereses individuales y particulares, sin ver para nada en el horizonte las consecuencias éticas de sus actos.

Para Daniel Goleman el Punto Ciego “son las diversas formas en que los seres humanos se autoengañan frente a la realidad”. Cuando el Punto Ciego es asumido como los Partidos Políticos, entonces, ellos distorsionan la realidad y hacen de la realidad una novela, que como diría Mario Vargas Llosa en su obra La Verdad de La Mentira “La novela no cuenta la vida sino que la altera, la transforma y le añade los sueños, las inquietudes y las tergiversaciones que surgen de la imaginación”. Solo que los Partidos Políticos nuestros expresan sus mentiras, no para completar las limitaciones y frustraciones de la vida real como señala el Premio Nobel de Literatura, sino para hacer de ella su vida real, engañando a la sociedad.

Los Partidos Políticos, aquí y ahora, no debaten nada, no llegan  al autismo. Sobre los principales problemas de la sociedad se expresan con una simpleza que aterra y a menudo no lo hacen de manera organizacional, institucional; no midiendo en sus  acciones y decisiones ni el enfoque consecuencialista ni el deontológico que debe de primar en todo actor social.

Es lo que vemos con el esperpento de la sentencia del Tribunal Constitucional. Ningún partido se ha pronunciado al respecto, ninguna reunión han celebrado al interior de esas instituciones para debatir algo tan nodal para la sociedad dominicana, pues nos creemos que estamos en el 1937. El más amplio espectro político-ideológico no se ha hecho sentir, lo que resalta la hipocresía moral de sus dirigentes.

Una sentencia que parecería producida por un Movimiento Social Regresivo, que es aquel que “intenta regresar a condiciones anteriores, devolverse en el tiempo”. El ejemplo más ilustrativo es el Ku Klux Klan. Lo monstruoso de ese dictamen es que pone en evidencia la banalización de la sociedad y, el grado escatológico de la misma.

Nos señala que estamos en presencia de una parte de los miembros de la sociedad, de un verdadero pensamiento descafeinado; de una cultura de la falsedad, frente a una sociedad donde las palabras ya no existen por el ritmo trémulo de su devaluación, de las palabras sin compromiso y de las promesas absurdas; allí, donde el Estado mismo se retrotrae y se desconoce a sí mismo; sin rubor, como que él en sí mismo no es historia y no es SOBERANIA.

Es una sentencia prisionera de su propia ilegalidad, que lleva intrínsecamente sus contradicciones; que expresa el odio visceral de una rémora que aletea permanentemente, porque no están muertos, aunque el mundo sopla con brisa refrescante de más tolerancia, de más diversidad, de más libertad, de mejor convivencia y de mejor manera de amar.

Reynaldo Pared Pérez, Secretario General del PLD y Presidente del Senado, en un principio habría señalado por varias vías que la sentencia tendría que ver si afectaba la retroactividad, dado que el Artículo 110 así lo consigna. Luego, parecería que en una “unificación de criterios”, rápido, señalaría “los que critican la sentencia, lo que quieren es esconder la crisis política  en Haití”. Miguel Vargas, Presidente del mayor partido de la oposición, llamó la atención del Presidente Danilo Medina para que le hiciera frente de una manera pronta y eficiente a la supuesta campaña internacional que podría ocasionar serios daños al país.

Lo que ocurrió con la Dictadura Militar que gobernó Argentina entre 1976 y 1983, que produjo una barbarie indescriptible, atroz, con los nietos que vivían con padres falsos; la Dictadura arrancaba  de los brazos a las mujeres militantes por la libertad, a sus hijos. Algo cruel. Así calificamos la sentencia: Feroz, brutal, despiadada, implacable e inhumana. La sentencia es como si fuera el fruto y la expresión de la naturaleza ciega, insensible y muda de la parte primitiva que llevamos dentro. Como parte de la ola conservadora de las fuerzas malignas que se anidan en el cuerpo de la sociedad dominicana. Negar la nacionalidad a 209,000 dominicanos de ascendencia haitiana y a 35,000 de otras nacionalidades, es un acto sin definición para un ser humano, que no sea algo criminal, despiadado y ruin.

Es como nos dice Zygmunt Bauman: “Tanto la política como la religión funcionan en un mismo espacio: el de la incertidumbre humana. Pugnan por conquistar, colonizar y anexionarse el mismo territorio, oscilando continuamente entre la alianza y la enemistad, pasando por la competencia  mutua…” “Aliadas o enemigas, tienden a aprender la una de la otra y a tomarse mutuamente prestadas recursos y estratagemas. Y ambas aspiran al derecho al monólogo”.

Los Partidos Políticos, conectados en un presente sin visión, se transmutan solamente en el día a día, en medio de un drama pesaroso. Actores sin sentido de la historia, no tienen guión y en su pésima imaginación, no alcanzan para nada que no sea solo la materialidad de su ostentación. Duermen en su obra, en medio de un concierto que no escuchan, de desorganización social, de frustraciones, inseguridad y anomia.