No es posible y es de ingenuo pedir o exigir a los Partidos Carteles, combatir o enfrentar la corrupción y la impunidad, considerando que esta es consustancial y va de la mano con sus fines, prácticas y acciones.    

En un sistema democrático las organizaciones políticas son pensadas, ideadas y concebidas para una relación de mediación entre el Estado y la sociedad. Pero el nivel de deterioro ético, moral, el afán de lucro de los dirigentes políticos, trasforman las estructuras partidarias y cada vez menos cumplen esa función de intermediación e involucionando velozmente hacia el modelo de corporativizar la política y el surgimiento de los Partidos Carteles.

En la República Dominicana observamos una asociación entre el partido-gobierno con el Estado y un distanciamiento con la sociedad. En ese sentido, la ciudadanía no se siente representada por los políticos en el poder, ni por los que están en el escenario electoral, atendiendo su ausencia de legitimidad.

La pérdida de la esencia de los partidos en el orden teórico, de su ausencia doctrinaria, fines y bases ideológicas, dio paso al surgimiento de los denominados Partidos Carteles. Hoy constituidos en  maquinarias electorales que capturan el Estado para apropiarse del patrimonio público, perpetuarse en el poder sobre la base de la corrupción, el clientelismo y la impunidad, con prácticas perversas, con acciones dolosas e indecorosas, que permean todas las estructuras sociales.

La cartelización de un partido político inicia con su proceso de asumir como ideología el enriquecimiento ilícito, la acumulación originaria y con la conversión de un partido de cuadro, a un partido de masas, para degenerar en un partido de clientes y de un grupo integrado por actores que busca servirse del partido para capturar el Estado y los bienes públicos, los que se reparten con una carga de ilegalidades y violaciones de todo el marco legal y ético.

Las direcciones políticas, cuadros o dirigentes de los Partido Cartel, apoyan sus acciones y defienden sus prácticas a través de mecanismos sofisticados, tecnológicos, de poder y empoderamiento de estructuras organizativas y personeros que actúan en una cadena de servicios y para ocultar sus actos desarrollan una política de comunicación, cuya esencia es el ocultamiento y la manipulación de la conciencia de la ciudadanía, para lo cual contratan expertos, asesores, cooptan profesionales de las ciencias sociales, para incidir en el mercadeo y orientación de sus conductas.

El Partido Cartel en nuestro país actúa y se desarrolla con una militancia con sujetos que no tienen razones o motivaciones ideológicas, su interés es la acumulación desenfrenada de los recursos públicos.

La corrupción y la impunidad se convierten en la herramienta básica de operaciones oculta y públicas del Partido Cartel, para poder mantenerse en el poder, atreves de una maquinaria electoral, cuya función fundamental es el de comprar personas y adherencia, con el propósito de  mantener un círculo del fraude el dolo y de sus redes clientelares funcionando para defender sus intereses, continuar acumulando para mantener el poder.

Los Partidos Carteles son controlados por una cúpula que regularmente sobre sus miembros pesa múltiples acusaciones de corrupción y el señalamiento de control autoritario, personalista e individualista de las estructuras partidarias al margen de los procesos democráticos que expresen el sentir de la mayoría

La muestra más evidente y elocuente del funcionamiento del Partido Cartel, es sus métodos de  selección de sus dirigentes, los mecanismos y las fuentes de financiamiento de dudoso origen, por eso prefieren la ausencia de mecanismos de control de la campaña y de la gestión financiera.

Los ideólogos, líder y guía de los Partidos Cartel, tiene como objetivo principal, no es servir al pueblo, prefieren en su proceso de mutación ocupar posiciones públicas en el marco del reparto de funciones y fondos públicos  e impulsar acuerdos, negocios y trasferencia a través de la entrega (privatización) de los servicios y del Estado.

Además cuentan con otros actores (empresarios, partidos aliados, medios de comunicación) que les sirven y los mueven con  expectativas y promesas con compromiso de retribuciones materiales, al tráfico de influencia y otras prácticas clientelistas, quienes ven su participación relacionada con el reparto.

El Partido Cartel busca controlar y subordinar todo los poderes del Estado, los medios de comunicación y las organizaciones sociales, concentrando todas las funciones públicas en una estrategia de concentración, que les permita mayores niveles de acumulación y reparto, para funcionar como una corporación partidaria y garantizar la operatividad de las redes de la corrupción y la impunidad.