“Pero de esta crisis formidable, o salimos con la política,  o no salimos.”

Rafael Simancas

Ya es posible visualizar con algún grado de certeza las características principales del nuevo sistema de partidos que surgirá de la aplicación de las nuevas leyes electorales aprobadas por la colusión del PLD y el PRM. Hasta ahora ninguna de las consecuencias de esas leyes hace presagiar algún cambio significativo en el régimen político. La democracia plena sigue lejos.

La cientista política argentina María Victoria López nos ayuda a entender comportamientos y características de los partidos y de sus procesos de cartelización cuando nos pone ante la evidencia de que las lealtades partidarias ya no exhiben la estabilidad del pasado, los partidos siguen siendo organismos imprescindibles en la vida democrática aunque -habrá que reconocerlo- no siempre colaboren con la democracia.  La ley de partidos y la de régimen electoral apuntan en la dirección de que los partidos ya no representan los clivajes del pasado (más bien sirven para probar que no los necesitan) y que han optado por la profesionalización de la política, por la gestión parlamentaria y por la administración del Estado en un contexto de encarecimiento de la política, que solo puede ser salvado por el financiamiento del Estado. Frente a la ciudadanía y ante la necesidad de construir democracia, ese acercamiento al Estado perfila como más peligrosos a los partidos políticos, especialmente a los que aparecen como más competitivos en el ámbito electoral. Lamentablemente la muerte de Peter Mair nos negó sus estudios acerca de las consecuencias para la democracia de lo que junto con Katz había llamado partidos cartel. Pero la casa ayuda.

La modalidad en que los dos partidos cartel más grandes se repartieron los recursos públicos es una prueba indesmentible de la ausencia de vocación democrática de esos actores. Ya hemos señalado también en esta columna que los partidos cartel asumen los procesos electorales como formalidades necesarias.  Eso se comprueba  fácilmente revisando en los periódicos las múltiples referencias a decisiones tomadas por aclamación, a elecciones donde los máximos dirigentes están acordados previamente, o a primarias para seleccionar candidatos a senadores donde 29 de 32 no estarían en competencia.

En estos días vale la pena recordar que la cartelización se manifiesta también por la profesionalización de las campañas y la consecuente pérdida de influencia de los dirigentes partidarios.  Los burócratas del partido son remplazados por expertos. Si tienen dudas, ahí están Joao Santana y Rudolf Guilliani, abogado personal de Donald Trump, para comprobarlo. Igualmente en estas semanas parece decisivo tener en cuenta que el factor que domina la escena es que los candidatos ya están en campaña haciendo valer un elemento novedoso: es importante saber gobernar.  La fuerza que esto va a tener y sus consecuencias están prontas a conocerse y las víctimas serán quienes no gobiernan y/o quienes lo han hecho muy mal o no lo han hecho. Las primarias servirán para comprobar la corrección de estos avances teóricos  así como para evidenciar sus principales consecuencias en la cartelización partidaria y en el objetivo de  evitar el surgimiento de organizaciones políticas alternativas.

Los partidos cartel no necesitan pactos explícitos para evitar la aparición de alternativas, actúan con absoluta naturalidad para mantener sus ventajas. Saben que el proceso de cartelización va dejando a la orilla partidos pequeños sin proyecto político (propuestas tienen todos) que aspiran a lo que les den.  En ese proceso parasitario van aumentando su depreciación y su incapacidad de hacer frente a las exigencias legales que les han puesto sus potenciales aliados mayores.

¿Qué hacer entonces con los partidos pequeños negados a participar como parásitos? Para lograr ese propósito los partidos cartel cuentan con diversas formas y aliados: desde el discurso de los candidatos sociales no contaminados con la vida partidaria o simplemente inventando alternativas falsas a partir de proposiciones engañosas y sin proyecto de país. “Unidad para sacar al PLD” (versión cuatrienal del “quítate tú…”) es la estrategia de los perdedores. La “buena gestión”, en cambio, será sin dudas la bandera de aquellos a quienes les va a ir mejor.

Rotas las relaciones del electorado con los partidos ¿cuál es el espacio o el momento de los alternativos? En primer lugar les corresponde cumplir con una condición irrenunciable: ser y actuar como alternativos. Si el problema consiste en sacar al PLD no existe ninguna razón para no participar de una alianza con el PRM. Confieso mis dudas acerca de que el PRM vaya a ganar una elección en los próximos años, por la sencilla razón de que el papel que le fue asignado en el sistema es el de segundo con todo el dinero de partido mayoritario y de que cumpla con la oscura misión de intentar evitar el surgimiento de partidos o alianzas alternativas desde la “oposición”. Para eso siempre hay disponibles aventureros suficientes.

Si esos partidos deciden ser alternativa y se creen de verdad la decisión, lo primero que tendrían que hacer es dar a conocer sus alianzas deseables y posibles.  Y en esas alianzas no pueden estar los partidos cartel.

Los partidos alternativos deberían evitar la tentación de la propuesta o el programa como condición de existencia. La importancia que adquiere “la gestión” o el “saber gobernar” obliga a que la invitación al compromiso y acercamiento a los electores sea desde la capacidad de saber procesar las demandas sociales, especialmente las referidas a derechos humanos, y “desarrollar estrategias eficaces para penetrar en las estructuras estatales, fortalecer su estructura organizativa y establecer redes territoriales.” El electorado de los alternativos no tiene tarjeta solidaridad, está mirando para otro lado y espera decisión, coraje y suficiente inteligencia política para no caer en la reivindicación de minorías que no conduce a una alternativa política sino a una secta.

Si estamos de acuerdo en que un importante segmento del electorado no votará por quienes ofrezcan un elevado sino por quienes dicen saber hacerlo, el inicio, ahora, de la edificación de un nuevo electorado apunta especialmente a las necesarias reformas políticas, a que gobiernen las mayorías. Y que no diga nadie que eso no se puede.  Y si no se puede, pero se debe, la respuesta debe ser alternativa. Como alternativo debe ser todo lo que emprendan, digan o hagan.