Es cierto que en los últimos 20 años hemos tenido un cambio radical en el pensamiento y en el accionar de las masas a nivel planetario, casi todo ya es diferente. Las redes sociales le dieron voz y visualización a la ciudadanía, y aunque exista la tiranía, democracia o monarquía, dichas redes le dieron visibilidad al ciudadano, se rompió la cadena de intermediación, y cada día hay menos influencia de los medios masivos tradicionales, ya no hay líderes eternos y la insatisfacción y la crítica es cosa común hoy en día, donde un ejército indignado desde sus dispositivos móviles expresan sus mayores resentimientos de forma ácida y con mordaces críticas contra lo que hacen los gobiernos y los detentadores del poder.
Ya nada es como ayer, solo quedan las nostalgias reflexivas, de muchos que desean que volvamos a vivir en el pasado, que repitamos etapas superadas, difíciles que regresen, salvo que la democracia que vivimos hoy no satisfaga mininamente a la población, que desilusionada prefiera el autoritarismo de principios y a mediados de los 1900 en nuestra patria.
El Gobierno del Cambio llegó producto del rompimiento del carácter de invencibilidad, que en el imaginario popular tenía la mayoría de los electores sobre el PLD, su división rompió la magia y abrió un hueco por donde hizo aguas el acorazado morado, así se pudo instalar después de 16 años ininterrumpido el nuevo PRD, hoy PRM, este partido al que solo le basto cambiar una letra, para poder representar los anhelos y la esperanza de triunfo del 95% de la militancia perredeísta, que fue cooptada en su totalidad por el binomio Luís Abinader-Hipólito Mejía, que terminaron de convencer que las nuevas siglas eran el mismo glorioso partido del ayer, solo que moderno, quitarle el mérito al esfuerzo conjugado y permanente de los equipos de trabajo de los mencionados líderes, sería innoble, ellos lograron lo casi imposible, sacar en tal breve tiempo, en apenas 3 o 4 años, a la dirigencia y a las bases del partido histórico y constructor de la democracia que vivimos hoy.
Si hay un mérito a resaltar, es la constancia y sacrificio de su dirigencia, que de manera impertérrita, pudo sobreponerse a las derrotas electorales infligidas por el todopoderoso PLD y sus aliados del bloque progresista.
La lealtad y bravura mostrada por tan firme militancia, pudo volar por encima del tsunami electoral del 2016, que le permitió a Danilo Medina la histórica suma de un 62% del voto, que lo ha convertido en el presidente con mayor aceptación en una repostulación pero, es justo reconocer que al igual que el PRD, a los perremeístas los movió los sentimientos, esa identificación clara con su línea de pensamiento y seguimiento a las directrices señaladas por su auténtico y real líder, el Dr. José Francisco Peña Gómez, que lo conmino siempre a ser firme soldados de la causa del partido y de la democracia, fue ese apego a la lealtad inexorable con su líder, que le consintió a los perremeístas trillar el camino del éxito electoral de las elecciones de marzo y julio del 2020.
Si la división fue una causa de principalía, para el triunfo del PRM y sus aliados, no menos cierto es que la paciencia pertinaz y la organización unificada de toda su militancia, hizo del PRM una verdadera opción, abatirse en el anterior proceso electoral con fuerzas telúricas, que contó con la ayuda de la decisión del Dr. Leonel Fernández con separarse de la tolda morada, puede haber sido suerte o destino lo que llevó al Gobierno del Cambio al poder pero, no sería correcto dejar de entender que dicho partido estaba preparado para competir y posiblemente salir airoso en el certamen electoral, aunque fuese unido el partido oficialista.
Fueron esa legión de militantes perremeístas lo que construyeron el PRD moderno, fueron sus cuadros lo que asumieron con afanoso interés el articular de confín a confín en la República y en la diáspora la nueva siglas asumida de la militancia perredeístas, sería pues torpe hoy, no darle la importancia debida a la estructura política que logro tan importante hazaña, por eso es que no entendemos porque el Gobierno ha dejado de lado una parte de su estructura partidaria, para beneficiar a los empresarios, sociedad civil, a los nuevos y acicalados, aunque si bien formados popis.
Un Gobierno no se sostiene sin un partido fuerte, por lo que el futuro inmediato de la administración de Abinader está unido a la satisfacción de los perremeístas. Gobierno y partido son definitivamente dos alas de un mismo pájaro con igual importancia, para los fines históricos y programáticos, objetivo determinante de toda organización que llega al poder.
Si bien las redes sociales han cambiado la política en el Siglo XXI, no menos cierto que la lógica, el contraste con la realidad y la idiosincrasia del pueblo también tienen una importantísima significación, para los fines de evaluación de las estrategias a asumir: la lógica nos indica que el Gobierno tiene que mantener conforme al partido, garantizarle espacio a sus aliados, evitar unir a sus opositores, y complacer mínimamente a los poderes facticos.
El contraste con la realidad nos obliga a ser objetivo, a reconocer el papel de cada uno de los actores políticos y sociales, el peso todavía del reformismo-balaguerista que nos gobernó por 22 años o de la exitosa franquicia del PLD que nos gobernó por otros tantos 20 años, sería utópico desconocer la suma de 42 años de experiencia y de profundas raíces de los que están hoy en oposición.
Apostar por cambiarlo todo como se infiere de las acciones del Gobierno del Cambio, en apenas 4 años, es chocar de frente con la conducta idiosincrática del dominicano, el que piense que la campaña anticorrupción dará rentabilidad electoral, simplemente no conoce la naturaleza de nuestros nacionales, el que crea que el oportunismo no beneficiara también en su momento a la obligada unidad opositora que vendrá, conoce aún menos el parecer y la forma de ser de nuestros compatriotas, veo al PRM retornando por los mismos pasos que el PRD, con un partido opositor dentro de sus filas, que le planta cara a los funcionarios, tanto o más que la oposición nominal o tradicional, lo que avizora una guerra igual a la que hubo en el año 1981, que dividió el sector oficialista de los desafectos internos, y que produjo una animadversión tal entre los líderes, que terminó con el suicidio del noble presidente de entonces don Antonio Guzmán pero, dicha acción se repitió en el 1985, y terminó con abrirle las puertas de regreso al Dr. Balaguer, y el encierro en una prisión del Dr. Salvador Jorge Blanco
No hay estrategia inteligente que valga, donde el germen de la división entro, por lo cual los mayores esfuerzos del presidente Luís Abinader debe estar centrado en unificar su partido, si quiere tener posibilidad para el año 2024, son muchos otros retos y desafíos que le tocara enfrentar al bien intencionado presidente, varios de estos, con factores adversos a los que hoy detentan el poder pero, recuperable si hay unidad monolítica en la fuerzas que respaldan el Gobierno.
Donde no hay unidad real, por las graves contradicciones sociales, económicas y raciales, no puede haber manera de que haya triunfo, por lo que si la oligarquía y los inversionistas electorales le toman el espacio de los cargos públicos a los meritorios dirigentes perremeístas, si los nuevos se olvidan de los viejos dirigentes y militantes, y si los blancos no le dan espacio a los negros y mulatos, que son mayoría, no habrá entendimiento alguno, porque se mantendrán en confrontación y estás profundas contradicciones evitarán que ambas alas remonten el vuelo de las águilas hacia el pináculo del poder nueva vez, por lo que partido y gobierno son alas de un mismo pájaro, y simple: “con una sola ala no se puede remontar vuelo".