• Cómo sube

Decía Lenin que “no existe la opinión dominante, existe la opinión de la clase dominante”. A partir de esa opinión dominante es que se articulan los discursos-dispositivos oficiales con los cuales se crea un sentido común que es asumido por la mayoría de la gente en una sociedad. Con ese sentido común la gente da sentido a su realidad y construye su identidad formal. Así mismo, significa su propia vida (cómo y para qué vivir). De ese sentido común/opinión dominante deriva un régimen político, esto es, el conjunto de instituciones, leyes, organizaciones políticas  y relaciones de producción imperantes que rigen la vida en una sociedad. Dicho régimen político, por consiguiente, no es otra cosa que la expresión material de los intereses de la clase dominante (clase dominante que, en la mayoría de los casos, se constituye de grupos económicos oligárquicos y grupos políticos hegemónicos; que muchas veces son lo mismo). La clase dominante muy pocas veces cambia. Los regímenes políticos cambian o se modifican conforme avanza la historia de los pueblos. Normalmente, dos o tres organizaciones políticas, que representan, formalmente, intereses contrapuestos (en realidad defienden básicamente los mismos intereses), se disputan el poder en el marco de dicho régimen.

Ahora bien, en ocasiones se dan las condiciones históricas para que un partido o grupo político se convierta él mismo en el régimen político: relegando los demás competidores por el poder a roles marginales. Esas condiciones históricas son, mayormente, tres: las otras fuerzas políticas pierden legitimidad o no saben adaptarse a nuevos tiempos; surge un “enemigo del pueblo” que se convierte en el significante (la causa-sentido) que une al pueblo y, entonces, un grupo político logra capitalizar esa coyuntura erigiéndose la voz del pueblo contra ese “enemigo”; y cuando la clase dominante (que es la que enuncia y da contenido al sentido común desde el que piensan las mayorías), en un contexto  de cambios estructurales e históricos del régimen político imperante, para asegurar sus privilegios, pacta con una fuerza política para ayudarla a que acceda al poder y estabilice/hegemonice la situación.

En ese contexto, establecido el partido régimen, las instituciones e instancias públicas derivan en sus instrumentos. Según el relato oficial esas instituciones e instancias operan en función del “interés común”. Pero realmente funcionan en favor del interés del partido hegemónico por cuanto quienes las dirigen son, en su amplia mayoría, activistas e ideólogos de éste. Las elecciones, así las cosas, solo sirven para darle un barniz democrático, en el sentido de crear la percepción de que manda la voluntad del pueblo, al control absoluto del partido régimen ya que los votantes elijen lo que les dicen que elijan (vía manipulación de masas, compra de conciencias o coacción) o entre lo único que hay (sin más opciones).

El poder total solo entiende de más poder. Quien acapara, mientras pueda, estará acaparando hasta acapararlo todo. Y una vez acapara todo establece la lógica de la fuerza: una fuerza bruta que mediante la violencia legítima del Estado o a través de las instituciones (entiéndase acciones judiciales, leyes, decretos presidenciales, etc.) se impone a todo aquel o aquello que signifique alguna amenaza.

  • Cómo cae

Cuando una fuerza política se erige en sí misma en el régimen político, solo por la fuerza o como resultado de una crisis sistémica que haga derrumbarse al régimen político existente, puede abandonar el poder. Muy raras veces, alcanzado tal grado de hegemonía, un partido/régimen está dispuesto a ceder el poder democrática o voluntariamente. Si no es mediante acciones de fuerza, esto es, violencia generalizada o focalizada, golpes de estado, asesinato del líder o sus líderes principales, solo la historia puede derrotar ese tipo de fuerza política hegemónica.

¿Qué historia? Es una historia que se escribe, me parece, de las tres siguientes formas: 1. En el momento en que, por causa de contradicciones o porque sus instituciones ya no pueden responder a las demandas e insatisfacciones populares, el partido régimen es superado por el contexto histórico. Entonces acontece una crisis sistémica en la medida en que se van deslegitimando sus instancias formales; 2. Deslegitimado el partido régimen se generan vacíos que otras fuerzas o lideratos políticos van llenado con nuevos (o a veces no tan nuevos) discursos políticos; y 3. Por fuerzas externas: crisis del sistema capitalista mundial, guerras o reconfiguraciones geopolíticas dramáticas. Muchas veces es una mezcla de las tres causas ya que o bien unas explican las otras o bien el partido régimen encuentra su condición de posibilidad en la conjugación de las tres.

En todos los casos, sin embargo, hay un actor protagónico que se repite: el pueblo. Cuando el pueblo se levanta en tanto fuerza histórica contra lo existente, no hay forma de detenerlo. (Y si es un levantamiento total, como ha ocurrido en la historia -véase las resoluciones francesas, rusa, cubana, china-, la clase dominante también desaparece en el camino). Cuando un partido régimen inicia su declive, por cuanto se comienzan a dar las condiciones históricas para su desplome, uno de los indicativos principales es que entre sus dirigentes se comienzan a dar fuertes enfrentamientos por el control a nivel interno y, por otro lado, que para legitimarse (por ejemplo para ganar elecciones) intenta aplastar de la forma más brutal a sus rivales. En ese momento quiere decir que se le hace difícil convencer a la gente para mantenerse en el poder: porque el pueblo comienza a superarlo. De ahí, primero, las guerras internas para dirimir quién de los de adentro maniobra mejor en mal tiempo, y segundo, la necesidad de destruir sus rivales.

Cuando eso ocurre, en definitiva, es que hay miedo. Mucho miedo. Detrás de esa fachada de machos alfas con todo el poder, que hasta entre ellos se destruyen, y de maquinarias políticas multimillonarias e “invencibles”, lo que hay es una gran debilidad que ya ha sido, consciente o inconscientemente, asumida por el partido régimen. En fin, la historia y el pueblo son inexorables. Como mismo lo subieron lo harán caer.