El 12 de enero pasado, último día de la Navidad, falleció una gran dama de la banca dominicana, doña Zaira Mera de Saviñón, quien inició su carrera en el Banco de Reservas para luego pasar al Citibank donde, desde el área de operaciones y, concretamente en los servicios internacionales, trabajó como ella misma señaló para servir a los sectores exportador e importador del país. Más que un adecuado método de sustento (logró a alcanzar posiciones cimeras), más que una labor bien realizada (era muy eficiente y atenta a los detalles), ella tenía una concepción trascendental de su labor, enfocada en hacer aportes al bienestar colectivo.

Tuvo la ocasión de ocuparse precisamente de esa dimensión.  Durante las décadas de 1960 a 1980, el endeudamiento del país fue cauto y, obedeciendo a las prioridades de quien ocupó la primera magistratura durante el mayor período de tiempo, la deuda nacional se registró sobre todo a través de la banca privada. En su condición de conocedora de ese renglón  doña Zaida llegó a ser de las encargadas de las negociaciones de la deuda externa y su resumen de los conocimientos adquiridos durante estos años de ejercicio, complementado con regulaciones de la Reserva Federal, requerimientos legales de los Estados Unidos con respecto al comercio exterior y mejores prácticas en la República Dominicana fue la publicación que hizo el Citibank, N.A. (como se llamaba entonces) en 1987 para celebrar sus 25 años de presencia en el país.  En esa época no se estilaba hacer grandes despliegues para conmemorar aniversarios y constituyó un reconocimiento a su capacidad profesional el que fuese el extracto de las experiencias de doña Zaira lo que la institución financiera eligiera como símbolo.

También, por su dilatada experiencia, doña Zaida tuvo la ocasión de influir en personas como Máximo Vidal, hoy día presidente del Citi en el país, quien fue su pupilo y hoy, todos estos años después, fue de los primeros presentes en su velatorio; en Clarisa de la Rocha, hoy día vicegobernadora del Banco Central y que genuinamente conmovida destaca el respeto, conocimiento, experiencia e inspiración que ella significó; en Antonia Subero, del BHD, en Henry González de la Asociación Popular de Ahorros y Préstamos;  en Mario Ginebra, hoy día presidente de Gruficorp y muchos otros más, dentro de los cuales Yolanda Valdés, actual vicepresidente Corporativa en el Banco Santa Cruz, es la que más se deshace en elogios resaltando tanto sus contribuciones profesionales como su deseo de haber entregado aún más, su elegancia y hasta las estupendas dotes culinarias que ella tuvo la oportunidad de conocer porque ambas llegaron a construir una relación que abarcó más allá de lo profesional.

Otros allegados se refieren a la colaboración que ella prestó capacidad de voluntaria a entidades como la Asociación Nacional de Sordos, la Asociación Dominicana de Rehabilitación y la Iglesia Católica, siempre destacando su rectitud, profunda humanidad y buen trato.

Su despedida fue más larga de lo deseable porque estuvo acompañada de limitaciones físicas sensibles, pero su legado de decencia y bonhomía, unido a la dulzura de su alma, hacen que su recuerdo uno de los lugares más hermosos por el que se puede pasear nuestra memoria.