El Centro Histórico de Santo Domingo (CHSD) se encuentra nuevamente amenazado. Ya no es por las polémicas intervenciones del proyecto de revitalización del MITUR, sino por el plan del Ayuntamiento del Distrito Nacional (ADN) de remodelar al emblemático Parque Colon. La iniciativa pudiera ser muy loable si la tarea de rediseño no fuera tan intrínsecamente controversial. El nuevo diseño a ser aplicado podría, de no ser el correcto, desatar los demonios del maleficio colombino.
No existe una historia oficial del Parque, pero de diversas fuentes se ha podido extraer un perfil. Fue originalmente el centro del poblado taino (Yucayeque) que gobernaba la Cacica Catalina, de quien se dice que recibió a Bartolomé Colon cuando en 1498 este fundó, en la margen oriental del Rio Ozama, la villa de Santo Domingo. Al llegar en el 1502 el Comendador Mayor Nicolás de Ovando trazó las líneas de la nueva ciudad en la margen occidental y ya en el 1506 el lugar del Parque fue bautizado como la Plaza Mayor de Santo Domingo. Posteriormente se le llamó Plaza de Armas y, con la construcción de la Catedral en 1523, se le cambió el nombre a Plaza de la Catedral.
El sitio sirvió por muchos años como el centro de entretención y fiestas de la época colonial. Más adelante tendría el nombre de Plaza Municipal, Plaza Central y Plaza del Vivac, este último porque un destacamento de la policía municipal estuvo situado en el Palacio Consistorial. Como durante largo tiempo el lugar estuvo cubierto de hierba, la gente lo llamaba también La Sabanita. Ya en el 1879 el Presidente Cesáreo Guillermo decretó que en el lugar se creara un parque ¨rodeado de una verja de hierro y en su centro se erigiera una estatua de la libertad¨.
Pero no fue sino en la última década del siglo XIX que la Sociedad La Juventud, un grupo masónico, convirtió el lugar en un parque con la instalación de bancos, fuentecillas y faroles eléctricos. Otros grupos –como las sociedades del Ozama y de Ornato Público– y el Presidente Ulises Heureaux donaron bancos y más faroles. Al instalarse la estatua del Gran Almirante, una creación del escultor francés E. Gilbert develizada el 27 de febrero del 1887, se le bautizó con el nombre de Parque Colón. Con su brazo izquierdo extendido hacia el noroeste, Colón señala el lugar de donde provino. Para algunos la indígena semidesnuda que yace a sus pies simboliza el encuentro de las dos culturas, mientras otros la ven como un símbolo del abuso y maltrato a que esa estirpe fue sometida por los conquistadores.
Hoy día el Parque, con el arrullo de sus frondosos árboles, es un oasis de sano esparcimiento para públicos diversos. Un sitio web turístico lo describe así: ¨El parque se llena de turistas, limpiabotas, vendedores ambulantes y guías. Pero siempre se disfruta de un ambiente agradable. Hay un espíritu bohemio, tranquilo, de jóvenes parejas sentadas en los bancos, ancianos fumando vegueros de manera pausada, muchachos con sus correrías y juegos y jóvenes sentados enfrascados en el último debate literario. Al fondo alguien toca la guitarra mientras una suave brisa convierte a toda esta plaza en el lugar ideal para conversar con amigos, recuperar amistades o comenzar nuevos idilios.¨
El destacado urbanista Omar Rancier, Decano de la Facultad de Arquitectura de la UNPHU y ex Presidente de ICOMOS, considera al Parque como ¨un espacio mágico¨. Señala que ¨en la arquitectura de su entorno convergen las diferentes épocas: colonial, neoclásico y ecléctico (neobarroco y neocolonial). No hay diferencia entre los edificios del parque porque todos tienen escala humana y la dimensión se siente acogedora.¨ En el 2009 la oenegé Project for Public Spaces de Nueva York lo escogió como el mejor espacio urbano de Santo Domingo y uno de los 600 mejores espacios públicos del mundo.
A través de los anos el lugar ha sufrido diversas modificaciones. La que se pretende hoy día provendría del Departamento de Planeamiento Urbano del ADN, el cual ya tiene una propuesta preliminar de intervención. De común acuerdo con el Ministerio de Cultura, se hará un peritaje del subsuelo para preservar el ramal de un acueducto colonial que fue dañado por la reciente intervención del MITUR. Esa misma intervención plantó en el Parque unos ¨monigotes grises¨ no camuflados que albergan los transformadores del sistema eléctrico del sector. El ADN los considera chocantes porque rompen con el carácter que debe tener una plaza mayor. Sin embargo, aunque promete una mayor arboleda el ADN planea eliminar, porque están enfermos, algunos de los frondosos higos traídos de la India y que saben a historia y eso está siendo criticado acremente por algunos entendidos.
El ADN tiene su visión (https://www.diariolibre.com/noticias/ciudad/el-ayuntamiento-del-distrito-esta-decidido-a-recuperar-los-espacios-publicos-para-las-personas-EA8893969). ¨El Ayuntamiento propone mantener las condiciones ambientales del Parque porque entendemos que es parte de la dinámica social y comunitaria de esa zona. Manejamos las dos escalas: proponemos rescatar el área como Plaza Mayor con la solemnidad y su relación con la Catedral y la estatua. Y estamos rescatando la idea de parque urbano-comunitario de los vecinos. Se mezclan esas dos cosas de una manera muy acertada.¨ La intervención ¨no es muy larga, pero va a depender también de los hallazgos que se encuentren en el subsuelo. En sentido general es más un proyecto de cambio de superficie, de equipamiento urbano, iluminación, de arbolado. No es hacer una infraestructura, ni mucho menos; son proyectos que pueden durar un par de meses, se pretende que sea una intervención relativamente rápida.¨
Esta concepción de la intervención será socializada con expertos y el público en general antes de que se ejecute. Pero al final será una ambientación y recreación que estará sujeta a mucha controversia, tan ríspida y crispada como la que siguió a la última intervención de la fachada de la Catedral y de la Puerta del Conde. Esto así porque las intervenciones de esta naturaleza siempre serán controversiales: es difícil elegir la época de la historia a ser reflejada en la remodelación y reconvertir el espacio a un ambiente de recreación moderno –con la parafernalia que eso implica– sería contraproducente.
De ahí que sería preferible montar una licitación para escoger un proyecto de remodelación que pueda contar con la bendición de un grupo de 15-20 expertos nacionales integrados en el comité de selección. Con ese protocolo se lograría disminuir las críticas y contar con un grupo de apoyo a lo que se haga. Mucho dependerá de la época que se desee recrear. Pero la planeada y las futuras intervenciones siempre serán controversiales y tal vez ahí resida el maleficio del Parque Colon.
¿Qué época debe recrearse? Obviamente no la taina porque entonces solo existía un yerbal. Dada la contigüidad de la Catedral y el hecho de estar enclavado en la Ciudad de Ovando, parecería que lo más deseable es que la intervención del ADN busque reflejar la época colonial y evite modernidades incongruentes. Pero también son contiguos el Palacio de Borgella, residencia del Gobernador del mismo nombre durante la ocupación haitiana, y el Palacio Consistorial, dos edificios que fueron sedes del gobierno en la época republicana. En consecuencia, sería más pertinente recrear, la época republicana de finales del siglo XIX porque esa es más importante para nosotros que la colonial. Sería también deseable que se trasladara la estatua de Colon al cercano Parque Duarte y que se rebautizara el lugar con el nombre de Parque Duarte, instalando la estatua de Duarte en su centro. Tal vez esa sea la manera de readecuar nuestras prioridades nacionales y acabar con cualquier maleficio de ese emblemático lugar.