En las circunstancias actuales de la República Dominicana, la efectividad de un paro cívico de actividades, debe ser medida por el impacto en la actividad económica general.
Porque la clase trabajadora, aunque quiera, no está en condiciones de parar, por el desempleo dominante que presiona, así a los que tienen un puesto de trabajo, como a la baja del salario; en un contexto de total prohibición oficial a la libertad sindical.
Para, forzada porque no encuentra el medio de transporte para asistir a su plaza de empleo.
El sector informal, dominante en la ciudad de Santo Domingo y otras ciudades, vende para comer y pagar la deuda en que incurre para producir en el mismo día. Si no vende, no come, ni paga su deuda.
Las grandes plazas y megacentros son la expresión del gran capital, se van imponiendo en las ciudades y por esa esencia no se espera que acaten llamados a huelgas.
El comercio al menudeo, lucha por sobrevivir a la amenaza creciente de los anteriores, y sólo entrarían a un paro en una situación extrema de crisis social y política.
Aquellas y estos, dejarían cerradas sus puertas si sienten la amenaza de acciones violentas en su contra.
Pero si algo distinguió el discurso de los organizadores del paro del 27 pasado, fue su insistencia reiterada en el carácter cívico del mismo, su llamado a la no violencia.
La perspectivas de los paros cívicos tipo "cierre total de puertas" que fue siempre objetivo de organizadores de huelgas, se reducen cada vez más desde 1990.
Así las cosas, los factores claves para una paralización son los barrios populares y el trasporte popular. Los barrios populares porque son la masa de compradores y trabajadores. Y el transporte popular, porque mueve a la masa de compradores y de trabajadores públicos y privados.
De tal manera, la reducción efectiva de la actividad económica debe ser el objetivo de cualquier jornada de paros; más que el hecho visual del cierre de puertas de comercios y negocios en general, aunque esto sería un plus.
En este contexto se debe entender, no compartir, la ofensiva del gran empresariado y el gobierno contra Juan Hubieres y los chóferes de FENATRANO, que se mantienen en una actitud de acompañar al pueblo en sus reclamos; así tengan que dejar de ganar el sustento familiar por paralizar el servicio de transporte de pasajeros en un día de huelga.
El paro del pasado 27 de noviembre, redujo la actividad económica a un 25% de lo habitual. Aunque haya funcionado la empresa, y muchos comercios abrieran sus puertas.
Abrieron, pero no produjeron, ni vendieron de la manera habitual.
El paro fue efectivo y mostró que sigue siendo un recurso importante de la lucha del pueblo.