El término parlamento es un concepto universal utilizado cotidianamente para referirnos a la asamblea de representantes en la cual se deposita el poder legislativo del Estado.
Aunque las asambleas legislativas tienen su origen en la antigua ágora de Atenas y en el antiguo Senado de Roma, el parlamento, como lo conocemos en nuestros días, surgió en Europa durante los siglos XI y XIII d. C. pues no fue hasta entonces que los monarcas y la aristocracia permitieron la inclusión del pueblo en la Cortes.
El parlamento no surgió para responder a la necesidad de formar leyes sino como una concesión que la monarquía se vio obligada a ceder hacia los representantes del pueblo, a cambio de recibir tributo y autorizar los gastos de la Corona. Es decir, el parlamento emergió como un contrapeso del gobierno para revisar las cuentas públicas y no como una instancia de naturaleza legislativa.
Consecuentemente, la función sustancial del poder legislativo sigue siendo aprobar y revisar la forma de obtener ingresos así como los gastos en que incurre el gobierno, lo cual no quiere decir que la atribución de formar leyes sea menos importante.
Al vigilar y fiscalizar todo lo relativo a la administración pública, los parlamentos se han consolidado como el principal contrapeso del gobierno y por ello no es posible imaginar un estado democrático sin una asamblea de representantes electos mediante el voto universal, libre, directo y secreto.