Me animé a contar algunas cosas sobre la figura más legendaria del Congreso, cuando el director de Acento.com.do, Fausto Rosario, lo mencionó en una crónica magistral.

Al acudir al Congreso a ofrecer su testimonio a la Comisión Bicameral que investiga al senador Félix Bautista, Fausto narra el ambiente en que se desarrolla el encuentro.

Brevemente, habla del eterno secretario general legislativo del Senado.

“Paris Goico llegó a las 9:55 a supervisar la instalación. Tiene un marcapasos, está más delgado que hace unos años, pero es la memoria viviente del Congreso. Inició allí en 1965 y dice estar a la espera de la jubilación”, relata Fausto.

¿De cuántas diabluras, alteración de leyes, fraudes, sesiones amañadas ha sido testigo el doctor Paris? Tiene cerca de 50 años manejando los asuntos más delicados del Senado. Todo pasa por sus manos.

Paris GoicoConversador (vive contando anécdotas), de trato cortés, pero no suelta prendas: jamás se le escapa una información delicada. Es un “hombre culebro”.

Amigo de todos los periodistas, mas no da entrevistas. Si lo atacan en la prensa no responde, tiene la sabia teoría de que el responder acusaciones –falsas o verdaderas– incita el efecto multiplicador de la denuncia.

Honesto y de familia acomodada. En tantos escándalos legislativos nunca se le ha cuestionado su moral. Es pasar por el tenebroso infierno sin quemarse. No se conoce que le haya hecho daño a nadie.

Es un libro de consulta de gobernantes y legisladores. Conoce al dedillo los más complejos reglamentos legislativos.

Siempre está parado detrás de los presidentes de la Asamblea Nacional secreteándoles como hacer las juramentaciones de los gobernantes, legisladores y reforma constitucional.

Ha acomodado la Banda Presidencial a todos los mandatarios desde 1966 a la fecha. Los presidentes de la Asamblea colocan la Banda, Paris la acomoda, suelen ponerla hasta al revés.

Dice ser trujillista. Bromea que siendo muchacho, por allá por la década del ‘40, al venir por primera vez de El Seibo a la capital, vio un letrero que decía: ¡Dios y Trujillo!

Creyó que era una encuesta para elegir entre Dios y Rafael Trujillo Molina. Como la imagen imponente del dictador lo deslumbró, se quedó con Trujillo.

Su padre, un oficial del Ejército y entrañable amigo de Trujillo, se llamaba Paris. Parisito dice que su abuelo se llamaba Paris.  Su primer hijo, su primer nieto llevan el mismo nombre.

Hubo un acuerdo de esta familia seibana para que el nombre se mantenga de generación en generación.

Un día se vio en aprieto con el dictador. No sabía cuál sería la reacción del tirano. Trujillo lo incluyó en una lista para “engancharlo” al Ejército y lo convocó al Palacio Nacional.

Una vez los jóvenes convocados en un salón en el Palacio a la espera de Trujillo, Paris nervioso, sudaba en frío,  temblaba. No podía contravenir al tirano, pero odiaba ser militar, soñaba con ser abogado.

Trujillo salió al salón. Pidió que hicieran una fila los que iban a comenzar la carrera militar.

Parisito se llenó de valor y dijo: “Jefe, yo no nací ‘pa se’ guardia”. Sorprendido, el tirano sólo atinó a preguntar: “¿Cómo es que un hijo de mi amigo Paris no quiere ser guardia?”.