Emmanuel Macron, igual que otros líderes europeos, en su afán por “refundar” a la Unión Europea, como hemos visto, ha chocado con los intereses de Estados Unidos que, en el marco de una redefinición de su estrategia para preservar o recuperar su liderazgo mundial ante el rápido ascenso de China, ha recibido un golpe que pone más jabón a las resbaladizas relaciones entre París y Washington, pues el Aukus ha venido a demostrar que en las relaciones internacionales y económicas no existen los afectos, sino los intereses, como afirmó el canciller de Reino Unido Lord Palmerston durante el esplendor del imperio británico, al advertir que su país no tenía aliados eternos ni enemigos perpetuos, sino intereses eternos y perpetuos, y la obligación de vigilarlos. Así se explica la decisión estadounidense de sacrificar al aliado europeo, que no es útil para sus propósitos en las aguas del Pacífico, como sí lo puede ser Australia que ha pasado a jugar un papel de primer orden en la disputa geopolítica que enfrenta a EE.UU. y el gigante asiático, papel que comenzó a ensayar al tratar de mover piezas -tomando partido- cuando China aprobó una ley de seguridad nacional y el primer ministro australiano, Scott Morrison, anunció la suspensión del acuerdo bilateral de extradición entre su país y Hong Kong, región especial china.

El primer socio comercial de Australia es China, pero no se puede olvidar que este país de poco más de 25 millones de habitantes fue colonizado por el imperio británico, el mismo que ocuparía por ciento cincuenta años la isla china de Hong Kong que siguió su rumbo capitalista mientras la parte continental adoptó un modo de producción distinto hasta la recuperación del suelo insular bajo el esquema de un país dos sistemas, una estrategia con la que Beijing procura rescatar la integridad territorial del país para lo que también Macao -territorio que ocupó Portugal por más de 500 años- ha venido a ser parte de este diseño híbrido, que además apunta hacia Taiwán, refugio de la derrota de Chiang Kai-shek  que fue definiendo su camino propio aunque con el propósito claro de la reunificación futura, porque el líder derrotado en la guerra civil que tuvo como vencedor a Mao Zedong siempre defendió la existencia de una sola China, concepto compartido por los que han gobernado la parte continental desde el triunfo de la revolución hasta hoy que, tras la dinámica de recomposición global que va colocando a China en la ruta de la supremacía económica y política, han  tomado la decisión de materializar la reunificación total de su país.

Pues bien, Scott metió en el escenario del conflicto a Australia -ya lo venía haciendo de manera sutil en alianza con sus amigos occidentales para “rastrear”, desde la politización, el origen de la COVID-19 o la advertencia a sus ciudadanos de posibles detenciones de sus ciudadanos en Hong Kong- cuando a finales de 2020, según una información servida por BBC News desde Ankara al 9 de septiembre bajo el título: “Australia suspende el tratado de extradición con Hong Kong”, en el que reseña: “Australia suspendió su tratado de extradición con Hong Kong, anunció el jueves el primer ministro del país… alegando una falta de ‘confianza’ debido a la nueva ley de seguridad impuesta por China”. Y cita sus declaraciones indicando que se produjeron durante una conferencia de prensa celebrada en Canberra, la capital australiana: "Con cualquier acuerdo de extradición, debe haber confianza entre los dos sistemas legales", dijo. La nota señala que el premier afirmó que la ley de marras aplicada por Beijing “ha aumentado el riesgo de que alguien sea enviado a Hong Kong y termine en China continental". A este anuncio del funcionario australiano respondió el Gobierno del presidente Xi Jinping a través del portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Zhao Lijian, de acuerdo a una cita del diario chino Global  Times hecha por el medio informativo británico que hemos tomado como fuente, diciendo que la decisión de Australia es una clara interferencia en los asuntos internos de China, que además “viola gravemente el derecho internacional y las normas básicas de las relaciones internacionales ". Advirtió que "todas las consecuencias resultantes serán soportadas en su totalidad por la parte australiana".

La Ley de Seguridad Nacional, evacuada por China en procura de asumir de manera firme y determinante su integridad territorial tras protestas en Hong Kong estimuladas y dirigidas desde Occidente con el fin de generar inestabilidad política en todo el territorio chino, que dispuso la posibilidad de extraditar a tierra continental a los acusados, lo que usó como pretexto Australia para anunciar el rompimiento del acuerdo bilateral de extradición, tipifica como delito la secesión, la subversión del poder del Estado, las actividades terroristas y la colusión con fuerzas extranjeras o externas para poner en peligro la seguridad nacional. Nada extraño, nada que sea ajeno a las normas de todo Estado que procure su cohesión, su seguridad nacional -concepto de que echa manos Estados Unidos al usarlo como recurso para agredir a países que se resistan a colocarse en torno a sus intereses-, sedición; en fin, todo lo necesario para preservar su existencia. Así, las protestas sediciosas como las de Hong Kong, e incluso de menos impacto como ocurrió con Óscar López Rivera, el independentista puertorriqueño que fue condenado a 70 años de prisión por conspiración sediciosa, tienen sanción. En Australia, por ejemplo, la sedición es castigada igual que en España como lo establece su Código Penal en los artículos 544 y 545; además de Canadá que establece una condena de 14 años para los que cometan el delito de sedición según la enciclopedia libre Wikipedia.

Con relación a la secesión, dado el origen histórico y las características de los Estados Unidos -pues la secesión se considera el talón de Aquiles del federalismo-,la posibilidad se separación es nula en las normativas jurídicas del país ubicado en el centro del norte de América, como lo afirma el profesor de Derecho Constitucional de la Universidad Autónoma de Barcelona, Josu De Miguel Bárcena, en un informe publicado en junio de 2018 en ResearchGate que tituló Secesión y Constitución en los Estados Unidos, cuando dice que “a diferencia de lo que ocurre en otras democracias occidentales, la secesión está hoy prohibida y fuera de lo políticamente decidible”, aunque afirma que en otros países “como España todo este debate gira en torno a los límites que el poder constituyente haya podido imponer al poder de reforma, lo que en ocasiones permite afirmar que todos los proyectos políticos son posibles -incluyendo la autodeterminación de un territorio- siempre que se lleven a cabo sin violencia y respetando las causas procedimentales establecidos para sustanciar los cambios constitucionales”. Como sabemos, esto es pura retórica o letra muerta; Cataluña es pues, el ejemplo.

Visto el cuadro que pone en contexto las declaraciones del premier Australiano que colocan a su país en el escenario de confrontación entre China y Estados Unidos, y el dinámico proceso de recomposición que conduce a agrupamientos y reagrupamientos, el Aukus es una señal que nos podría indicar que el cambio en la estrategia geopolítica de los Estados Unidos lo lleve a fortalecer o expandir sus alianzas en África -continente en el que China ha ido logrando consolidar relaciones comerciales y políticas sólidas a través de la Franja y la Ruta y su consecuente inversiones en infraestructura y tecnología-, mirar hacia “su patio trasero”, América Latina, región con la que el gigante asiático estrecha relaciones cada vez más fuertes en los ámbitos del comercio y la política, a pesar de que su diplomacia suave no está -por lo menos abiertamente- marcada por intereses ideológicos. Esto, sin embargo, no quiere decir que el gobierno del presidente Xi actúe con firmeza cuando se trata de defender sus intereses; de ahí que Beijing haya definido el acuerdo militar entre Estados Unidos, Austria y Gran Bretaña como una alianza en su contra, afirmación que encontró eco en un artículo publicado en Elmundo.es bajo la firma de Pablo Pardo el 16 de octubre de 2021 que titula “Aukus, la nueva alianza anti China” en el que reflexiona: “Acaso los historiadores del futuro estudien septiembre de 2021 como el momento en que estalló la nueva Guerra Fría entre Estados Unidos y China” porque lo que estamos viviendo es el reordenamiento del escenario geopolítico y “el acuerdo militar entre el eje anglosajón supone una bofetada para la Unión Europea, en especial para la Francia de Emmanuel Macron”.

París y Europa se quedan fuera, el acuerdo trilateral avanza hacia el cerco militar a China que advierte sobre la desestabilización de la región y el estímulo que provoca para una carrera armamentista. Estados Unidos anda como toda potencia en declive, desesperado, creando fórmulas, recurriendo a la ciencia y al curandero por igual, tratando de reinventarse como eje central en torno al cual gire el mundo, mientras su política interna avanza sin rumbo determinado con una sociedad fracturada. Gran Bretaña por su parte, siente que toma un nuevo aire luego del aislamiento que le causó el Brexit que, aunque lo liberó de su matrimonio con separación de bienes, le alejó de un mercado apetecible, grande y rico, el Aukus afianza su papel de avanzada en la gendarmería global que ¿lidera? los EE.UU. El rol de Australia, que se beneficia con la fortaleza de sus fuerzas armadas, lo que la convierte en un país de peso importante en la región, es menor, pues solo se convierte en instrumento del líder anglosajón como facilitador o provocador, lo que preocupa a Malasia e Indonesia que advierten sobre un incremento de las tensiones en la zona. Una legítima preocupación que conduce al temor de que todo este ruido se traduzca en una sinfonía de tambores de guerra que estimulen una danza nuclear.

En el rediseño geoestratégico no solo Francia recibió el golpe de la anulación del contrato para la construcción de los submarinos, sino que la alianza Aukus se concretó en el marco de la cumbre del G7, el máximo órgano de toma de decisiones del mundo occidental desde donde se trazan – ¿o se trazaban? – las políticas que el resto del planeta aún no occidental debía acatar. El mensaje estaba claro, la Unión Europea ya no es imprescindible para los planes de recuperación del liderazgo global estadounidense y el diseño de su política para detener la cada vez más creciente influencia de China, realidad que los 27 de la unión no pueden ignorar por lo que han entendido que ambos -China y UE- se necesitan para continuar su despegue hacia el desarrollo o mantener y mejorar sus condiciones y poder de influencia. La cuestión es que Estados Unidos parece que quiso enviar un mensaje claro a los europeos, porque ignorarlos en el escenario tradicional de aliados y, más aún, elegir ese foro para darle el golpe a Francia, no deja duda de la intención. Por su parte los del viejo continente parece que poco a poco van comprendiendo que Bruselas ya no significa para los estadounidenses lo que significó en el marco de la Guerra Fría ni en el mundo unipolar de incuestionable hegemonía estadounidense.

En su hostilidad contra China, Estados Unidos, violando los acuerdos de no proliferación de armas nucleares que prohíbe a los que las poseen ayudar a otros a poseerlas o desarrollarlas, le facilita a Australia 8 submarinos nucleares, porque los convencionales que Francia le facilitaría no servirían a sus propósitos. Así las cosas, aunque el acuerdo firmado por estos tres países habla de que éste pretende preservar la paz en la región, lo cierto es que el Pacífico se ha convertido en una zona tensa que contradice el alma de su nombre, porque a partir del acuerdo la zona se convierte en un escenario que comienzan a llamar la Nueva Guerra Fría que para algunos tendría como protagonistas a China y los Estados Unidos, como tuvo a los propios Estados Unidos y a la Unión Soviética la Guerra Fría que se desató después de la Segunda Guerra Mundial. Los que así piensan no toman en cuenta que el escenario es distinto porque uno de los países -Estados Unidos- está en un proceso de decadencia mientras otro -China- va en ascenso, una situación que no se produjo en aquel escenario en que las dos potencias enfrentadas se encontraban en el clímax de su poder político.