«Pero sí pienso que tienen que haber causales que permitan la interrupción del embarazo. Esa ha sido la posición oficial de nuestro partido» -Luis Abinader-.

Decidir ha sido parte importante en el avance o retroceso de los procesos de desarrollo a los que la historia ha sometido a los pueblos y con ello a toda la humanidad, sin dudas, la mejor herramienta social desde que se abolió, para bien de todos, el período funesto que significó para el hombre y su descendencia la esclavitud. Es una cuestión de vida o muerte, más que eso, un asunto de responsabilidad y razonamiento sobre algo específico.

Los hilos sociopolíticos con matices religiosos en la agenda pública actual, se hilvanan  en torno a si la mujer tiene “potestad humana” para decidir sobre su cuerpo, particularmente, cuando exista la posibilidad de parir, en el entendido de que ella acepte traer al mundo un hijo que probablemente no desea, o si por el contrario, interrumpe el proceso de gestación por las razones que fueren pertinentes, todo ello con el ánimo de conservar su integridad moral y salud física en medio de un embarazo riesgoso.

El tema es espinoso. No porque la mujer carezca de razones suficientes para hacer lo que le genere bienestar y tranquilidad emocional, sino por la intromisión de sectores con ideas anquilosadas y su empeño en tomar decisiones en un tema que solo compete, a quien la naturaleza ha dotado de la facultad prodigiosa de dar vida en un mundo encaminado a morir.  Renace ahora la vieja tesis con más fuerza que nunca y pone sobre el relieve, argumentaciones retóricas de corte ideológicas.

Los planteamientos son variopintos y se amparan en teorías jurídicas de positivismo y naturalismo, de postulados judeocristianos y ponencias científicas. Todos, sin excepción, tratan de justificar de acuerdo al criterio manejado, su parecer en torno a un tema sui generis y sensible para un ser, cuya única culpa es haber sido sojuzgada por la arbitrariedad secuencial de quienes crecimos viéndola como un objeto del hogar.

Considero injusto e inaceptable que el tema, indudablemente de mujer, sea abordado a partir de la visión misógina de los hombres que, por años, han dominado el quehacer legislativo del Estado dominicano. Más inaceptable aún, es pretender dar cabida a la idea de una institución desacreditada y de pocos méritos en el espectro social, cuyo empeño más visible, ha sido cobijar bajo su manto manchado con sangre inocente:criminales, pedófilos y homosexuales reprimidos.

Sin embargo, valoro con optimismo la postura gallarda del nuevo inquilino de la Dr. Delgado esquina México, quien se viene colocando, como era de esperarse, a la altura de las circunstancias y ha expresado su parecer en torno a variables justas que le otorguen a las damas, la oportunidad de suspender el embarazo cuando una o varias causas, ampliamente debatidas, imposibiliten el desarrollo natural de su vida y le causen situaciones emocionales irremediables.

Todo indica que el Jefe del Estado, agraciado por la vida con tres rosas, ha escuchado el clamor de miles de dominicanas y entiende el dolor que significa para el género femenino, ¿cómo criar el producto de una violación o incesto, morir en el intento de alumbrar por complacer a las sotanas, o traer al mundo una criatura que la ciencia comprueba está destinada a morir?

Abinader tiene la valentía de actuar en consonancia con su consciencia, y eso sabiendo que los sabuesos iracundos de la derecha retorcida se lanzarán sobre él, con la misma fuerza que emplean en contra del sexo femenino. El presidente dejó bien clara su postura. No se deja amedrentar por el chantajemediático de la curia desactualizada y sabe como todos, que parir es un asunto de mujer.