Parafraseamos a Karl Marx al declarar “El fantasma de la corrupción recorre América y azota República Dominicana”. Se impone por las redes sociales y la fuerza de las masas irredentas del siglo XXI que los trastornos de este país son franquicia de la corrupción generalizada y particularmente de la corrupción de la política y de los políticos. Esta disyuntiva reemplaza el debate sobre los modelos de Estado generadores de exclusión social y la urgencia de impulsar transformaciones que debiéramos avivar entre todos, en la familia, el sector privado y definitivamente en el Estado.

Sin embargo, este nuevo “honestismo” como ha sido llamado por el intelectual argentino Martín Caparrós, surgido de la auténtica lucha por la transparencia y contra la impunidad, es insuficiente para resolver las dolencias sociales que afectan la República. Muy en especial cuando no se tiene en cuenta los reales paradigmas duros de la corrupción dominicana, o sea aquellos modos de ser, hacer y convivir con la corrupción que los dominicanos damos por buenos y válidos.

Primer Paradigma: corrupción familiar crisol de la corrupción estatal. Es en la familia que los futuros ejecutivos de empresas, órganos de gobierno o entidades sociales, aprenden hábitos que en su momento los harán modelos de ética pública ó vanguardia proscrita en el Estado. Formamos ciudadanos que privilegian el Tener sobre el Ser. “Dinerofílicos” que inculcan a sus hijos el uso de cualquier medio para lograr un fin monetario. Se ostenta riqueza, se vive opulento, se impone el dominio de lo material sobre lo espiritual, generando chispas que a futuro encenderán la corrupción. Una real solución atraviesa por una reconsideración holística del núcleo familiar. El estudio de Pablo Rodríguez sobre la familia en Iberoamérica 1550-1980, certifica este juicio.

Segundo Paradigma: corrupción al estudiar, segunda fase de una mutación aviesa. En al menos cuatro universidades de República Dominicana y el exterior puedo dar fe de la cantidad reveladora de estudiantes que asumen como parte de su estilo habitual, copiarse exámenes, falsear tesis y lograr que su nombre se incluya ilegítimamente en investigaciones y estudios. Igual sucede en el trabajo donde la ineficiencia, las incapacidades de cumplir órdenes y la poca creatividad, se suman a la ausencia de ética y el oportunismo en la relación con clientes, pacientes y usuarios. El informe PISA de educación y los estudios del BID sobre desempeño validan estos términos.

Tercer Paradigma: corrupción al hacer negocios e instalar empresas. Los informes Doing Business del Banco Mundial (BM) al analizar 190 economías mundiales incluyendo la nuestra, resaltan las tediosas permisologías para abrir negocios. Mientras más permisos y registros se le imponen a los empresarios para crear nuevas empresas, entonces más oportunidades de colusión, complicidad y tratativas germinan. Abrir una empresa impone de 5 a 13 pasos, en promedio 9 permisologías serán necesarias para crear una compañía. Son realmente 9 oportunidades donde la oferta indebida, el reclamo gansteril y el pus de la confabulación terminarán por germinar. La ventanilla única para la permisología de nuevos negocios es vital para superar este paradigma.

Cuarto Paradigma: escuelas de funcionarios corruptibles, colectivos de analfabetos funcionales o partidos políticos. El siglo XXI irrumpió con fanáticos de redes sociales dispuestos a injuriar más que a crear un nuevo ejercicio político. De los partidos, sólo el PLD exigió en su momento, estudios para otorgar membrecía. Las escuelas partidarias están cerradas y las relaciones con las fundaciones Frederich Ebert, Conrad Adenauer y Frederich Naumann se disolvieron. FUNGLODE y los planes municipales de formación de FEDOMU, son excepciones a la desolada capacitación política, ética y estratégica, existente en la fauna política local. Políticos sin ortografía, expositores sin dicción y voceros de escasa sintaxis son los que pretenden adecentar el Estado. Latinobarómetros sobre democracia y desarrollo del 1995 al 2015 nos dan todas las razones.

corrupcion-1Quinto Paradigma: iletrados en gestión moderna pero dueños de negocios afines al ministerio que dirigen. No existe el primer ingeniero, doctor o abogado que tenga activa una empresa de construcción, clínica o bufete de abogados, que haya salido exitoso, incólume e inmaculado del ministerio de Obras Públicas, Salud Pública, Procuraduría, Ministerio Público o Tribunal Judicial. Los ejemplos en todos los gobiernos desde Trujillo y Balaguer hasta nuestros días, sobran. Los hay peores, esos que entran sin negocios privados al ministerio de su competencia y terminan su función pública al frente de una gran empresa similar al ministerio que dirigían. Véase los videos de las investigaciones de campo de Nuria Piera.

Sexto Paradigma: serios analistas de opinión convergen con masa amorfa de comunicadores insolentes. Periodistas mal retribuidos que redactan mal, se expresan con palabras ruines, frases impropias y trasgresoras de toda prudencia, expresan un periodismo de baja investigación de campo. La corrupción se alienta y promueve desde los mismos medios de comunicación que al momento de presentar los casos se ocupan más del morbo, que realmente de hurgar de forma objetiva en descubrir “el santo y seña” de las acciones. El trabajo de Manuel Castells sobre  el ejercicio del poder a través de la construcción de la opinión pública corrobora estos juicios.

Séptimo Paradigma: corrupción dominicana y el factor x. Se asocia a todos los elementos no valorados anteriormente. Entre estos la independencia del ministerio público, los fallos de la judicatura, la transparencia de las contrataciones públicas, los pasos dados para lograr concesiones, la calidad de las licitaciones, las comisiones de veedurías y los diversos observatorios de transparencia. Acciones que deben superar los modos de ser, hacer y convivir con la corrupción que los dominicanos damos por buenos y válidos.