Confieso que por mi hermana Mu-Kien Adriana, quien es historiadora reconocida, este historiador aficionado pudo hacerse de la “Bibliografía de la Historia Dominicana: 1730-2010” de Frank Moya Pons y  como es una obra docta, escribo este artículo para su divulgación entre el gran público.

En primer lugar, también debo consignar que Frank fue mi profesor de Historia Dominicana allá en la década de los tardíos sesenta, en la Madre y Maestra en su campus de Santiago, por lo que le guardo ese aprecio y respeto a un profesor dedicado.

Aunque su bibliografía personal es amplia, (mal contados, llegué a veinticinco títulos en español), la presente obra le debe poner en ventaja para competir con Don Emilio Rodríguez Demorizi como el “documentalista” historiográfico por excelencia de la República Dominicana, ya que sus  cincuenta años de ejercicio profesional “recopilando” documentos según las más rancias tradiciones de los cronistas, Frank persiguió todo lo que hablara de República Dominicana, Santo Domingo, o La Española, en los archivos de medio mundo.

El resultado son los tres tomos que la Academia Dominicana de la Historia ha puesto a circular. Mi intención no es convertirlo en un “best seller”  haciendo que todo dominicano quiera parecer culto por mostrarlos en los estantes detrás de los escritorios donde toman poses en actitudes presidenciales o, por lo menos, con pinta de eruditos.

Mi llamado de atención es que se comience a desmitificar la historia dominicana, comenzando por destruir la imagen idílica del Diario de Colón, pasando por la “satanización” de la cultura indígena de los cronistas de Indias, y recalando en la obra del Pbro. Antonio Sánchez Valverde, “Idea del Valor de la Isla Española” dónde crea la imagen de que el progreso vendría imitando el régimen esclavista-capitalista de la parte francesa y que nos crea la imagen de indefensión de eterno pedigüeño de la caridad internacional.

En palabras del autor Moya Pons: “Son 12,009 libros y artículos académicos, clasificados por temas, por períodos, por autor y por fecha de publicación. Son tres volúmenes, uno de 896 páginas, uno de 848 y otro de 813”. Agregó que “esta obra que tiene ya 51 años en preparación. Ahí están todos los autores que han escrito acerca de República Dominicana, su historia, su geografía, ecología, obreros, sus mujeres, bancas, negocios, líderes y políticos”.

Como profesor en la Maestría de Historia para Educadores, de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, con los tomos de Moya Pons me sentiré a mis anchas para proponerles a los estudiantes los trabajos de investigación por períodos y por tema y si no contienen un mínimo del cincuenta por ciento de consulta de las entradas señalas por Moya Pons para un tema particular, consideraré que no se ha realizado el trabajo investigativo. Esta drasticidad viene por aquello de que la historia no es contar un cuento lleno de imágenes comunes acumuladas por las visiones sesgadas por las ideologías del pasado y los intereses del presente. Enseñar historia debe comenzar con depurar la práctica investigadora, consultar las fuentes documentales y aplicar el punto de vista crítico a las versiones  recuperables sobre cada coyuntura.

En consecuencia, con la publicación de la “Bibliografía” de Moya Pons podemos reescribir la historia dominicana. Es de mucha satisfacción que los principales textos sobre la ocupación norteamericana de 1916 estén escritos por historiadores puertorriqueños cuando escribieron sus tesis doctorales sobre la historia dominicana (e incluyo a Bruce Calder, un gringo que escribió la suya sobre la ocupación norteamericana de 1916). Debemos recoger la antorcha y reescribir la historia, comenzando por la polémica de Price Mars y Peña Battle sobre el origen de la partición de la isla, para crear el único caso en el mundo de una isla que comparte dos naciones soberanas.