A raíz de la designación de un nuevo Director del Instituto Nacional de la Uva (INUVA) se desató por las redes sociales una divertida e interesante discusión sobre esta institución, en la que participé. La mayor parte de los comentarios que vi, cuestionaron el papel y la existencia de la institución y la consideraron, innecesaria. La pregunta de todos fue ¿para qué sirve un instituto de la Uva?

Esta discusión pública puede permitir abordar varios temas importantes para el país. Profundizar en ellos creo que es el papel de cualquiera que quiera aportar.

El primer elemento a destacar es la razonable preocupación que existe sobre la dispersión y duplicación y exceso de burocracia estatal. Implícitamente en el debate de redes sociales prevalecía la idea de que el Estado Dominicano debe ser reformado.  Es una realidad que las reformas del Estado han sido lentas o bien no han sido y que se requiere una gran transformación de nuestra institucionalidad pública.

Desde mi punto de vista urge la necesidad de impulsar transformaciones estructurales en la institucionalidad pública orientada fundamentalmente a eliminar la dispersión que existe en sectores como la Energía, el transporte, política social. También existe duplicidad de funciones y mucha, pero mucha falta de transparencia y exceso de burocracia.

Sé que ha habido esfuerzos orientados en esa materia, por ejemplo, el Ministerio de la Cultura del 2000, reunió bajo su égida, a todo el variopinto mundo cultural, todo lo que tenía que ver museos, escuelas de bellas artes, protección del patrimonio, teatros, etc. El Ministerio de Medio Ambiente agrupó a Foresta, biodiversidad, parques nacionales, elementos que estuvieron dispersos hasta entonces. Ahora se acaba de aprobar la Ley que crearía el Ministerio de Energía y Minas como una forma de coherencia la política pública en esta materia, reuniendo las dispersas instituciones que existen al respecto. Sería positivo hacerlo igual con el sector transporte.

Hace unos años me contó Pavel Isa, que estuvo trabajando en un proyecto que propondría la necesaria re-ingeniería del sector público. Desconozco lo que se ha hecho con esa propuesta, pero estoy convencido de las dificultades políticas a las que se enfrentaría cualquier propósito de ese tipo, debido a los enormes niveles de desempleo de República Dominicana, cuyo aparato productivo no es capaz de absorber el grueso de la población. Este por tanto es un tema eminentemente social.

Sin embargo, quienes propugnamos por la necesaria reingeniería del Estado para hacerlo funcional, más participativo, eficiente y transparente, tenemos que cuidarnos de las perspectivas neoliberales, que a cuento de “reformar” el Estado, han producido un desmantelamiento de las instituciones públicas con el objetivo de quitarle el poder de intervención en la actividad económica y garantizar así mayor espacio para los grupos corporativos.

Hay que tener mucho cuidado con esto, porque el pensamiento neoliberal, que se impuso en República Dominicana, contribuyó a desmantelar y regalar parte importante del patrimonio nacional; permitió vender, canibalizar y destruir una parte del Estado y su riqueza. En el caso de la política agropecuaria, la llevó a su mínima expresión, reduciendo la inversión pública en esta materia y desprotegiendo a nuestros productores al punto de intentar desaparecer la producción nacional.

Estoy plenamente de acuerdo con una reforma y transformación urgente del Estado que revise toda la estructura del mismo; pero propongo un proceso donde primen criterios de eficiencia, participación social, equidad y transparencia, pero sobretodo, guiado con el objetivo de fortalecer la función reguladora y de fomento del Estado, para que tenga capacidad de intervenir en la economía y así promover equidad. Quiero un Estado fuerte, dinámico y activo, que apoye al sector privado, en especial, a quienes menos tienen.

Probablemente el Instituto de la Uva, independientemente de sus resultados, y cuya evaluación no estaría en condiciones de hacer, fue una demanda y una conquista de los pobladores y productores de la zona en la que tiene influencia, lo que implica que fue una reforma progresiva que no debería ser revertida, aunque si mejorada.

El segundo tema que podíamos abordar a raíz de la discusión es la política agropecuaria, un tema poco discutido en República Dominicana y que salió a relucir ahora.

La existencia de instituciones especializadas para abordar temas específicos, convertidos en dependencias ha sido ampliamente practicada y ha dado sus frutos. No sólo existe el INUVA, también existe desde hace mucho tiempo el Consejo Estatal del Azúcar y el Instituto Nacional del Azúcar (INAZUCAR), la Dirección General de Ganadería, el Consejo Nacional de Productores Pecuarios (CONAPROPE), El Consejo Nacional para la Reglamentación y Fomento de la Industria Lechera, el Consejo Nacional del Café (CODOCAFE), el Instituto Nacional del Tabaco (INTABACO) y para los parceleros de Reforma Agraria existe el Instituto Agrario Dominicano (IAD). Casi todos en dependencia estrecha de Agricultura.

Existen también el Consejo Dominicano de Pesca y Acuicultura (CODOPESCA) y se han creado entidades especializadas para consensuar temas como son la Comisión Nacional Arrocera, la Comisión Porcina y la Comisión Avícola.

Conozco al menos de dos proyectos de Ley que van orientados a crear nuevos institutos especializados en rubros, uno es un Consejo especializado en los productores de Ambiente Controlado (Invernaderos) y un proyecto de Ley para crear el Consejo Dominicano del Casabe (CODOCASABE). Le he propuesto al Senador Manuel Guichardo la creación de un instituto a favor del Banano.

Claro que debe haber una reingeniería de todo esto para garantizar funcionalmente coherencia en objetivos y en una política agropecuaria común para todos los sectores; para eso está el Ministerio.

El Instituto Nacional de la Uva, por su parte,  fue creado mediante la ley 27-98 del 16 de enero del año 1998, como organismo especializado para brindar a los viticultores asistencia técnica en materia de suelos, variedades de uva, además de apoyo en el procesamiento e industrialización de la uva y sus derivados. No tengo la información que me permita evaluar su funcionamiento, aunque sospecho que puede mejorar bastante.

La experiencia ha demostrado que la especialización por rubros de la política agropecuaria, particularmente en aquellos cuyas condiciones lo exija, es fundamental para cosechar buenos resultados. Probablemente hayan rubros productivos (especialmente exportables) cuya fortaleza competitiva no requiera mayor atención estatal, pero hay otros que si requieren.

El caso de la uva de Neyba, que está ubicada en una región pobre del país, y para explorar las potencialidades productivas de vino y uva (conozco un proyecto de Vid en el Número de Azua que se plantea producirá vino de calidad mundial) creo que existen razones de peso para justificar la existencia de este organismo especializado.

En realidad, la mayor ganancia de contar con instrumentos especializados en la política agropecuaria del país, es que permiten aumentar los espacios de incidencia y participación del sector privado, lo que los hace más eficientes, más transparentes y con mayores resultados. Si la producción de Uva se manejara desde un Departamento en la Capital, probablemente no existiera.

La participación del sector privado (y de los actores beneficiarios) en los diferentes consejos, es una conquista social, pero sobretodo es una importante herramienta para fiscalizar y conducir la administración y los recursos públicos hacia donde realmente se necesitan. Implica también riesgos por la influencia y el peso de los  intereses, pero tiene un balance positivo y hay que reforzarla a todos los niveles de la administración de Gobierno.

Finalmente, el tercer elemento que se puede resaltar, es que parte de las críticas que se desataron al INUVA, estuvieron cifradas por el desconocimiento sobre la producción de uva en la República Dominicana y de la Región Sur del país que ha sido ancestralmente marginada. Lo cierto es que gran parte de los dominicanos no conoce su país, sus costumbres, su fuente de vida ni sus problemas. Gracias a los medios urbanos, la gente considera importante únicamente solo lo que ocurre o existe en una de las calles del Polígono Central de Santo Domingo.

Vivimos en una sociedad profundamente centralizada y de mentalidad centralista, que considera a la gente del “interior” como ciudadano de segunda. Recuerden el dicho que “capital es capital y lo demás es platanal, o bien, monte y culebra”.

Ha sido el abandono al campo dominicano lo que más ha reforzado la centralización del país, devastando y despoblando las zonas rurales y concentrando su población en las zonas urbanas como la capital, que tiene un tercio de la población del país apiñado en unos kilómetros.

Muchos citadinos, imbuidos en la visión centralista que ha predominado en el país, jamás perdonarían la existencia de una oficina pública cuya sede central se encuentre en Neyba, sobretodo porque no conocen Neyba, sus pobladores, sus carencias, ni a sus productores. La falta de conocimiento del país, es una de las razones de nuestros bajos niveles de empoderamiento. Quien no conoce su país no puede defenderlo.

La descentralización, que implica que la inversión pública y sus instituciones, abarquen todo el territorio nacional, es un importante propósito para el avance político de la República Dominicana, junto con el apoyo a la producción agropecuaria para generar riqueza, trabajo digno y desarrollo rural; para objetivos como éste, es que debe servir el Instituto Nacional de la Uva, como parte del Sistema de Instituciones del sector público de apoyo a la producción agropecuaria bajo el liderazgo del Ministerio de Agricultura; Sistema completo que debe ser transformado y relanzado para fortalecerlo y potenciarlo. ¡Pongámonos en eso!