Francisco Moscoso Puello se lo repitió una y otra vez a “Evelina”: “En la historia dominicana lo que se ha impuesto es el exilio de la razón”. Y para que no hubiera duda de que el panfleto era de carácter ético le agregaba: “Vivimos con la ausencia del buen sentido y de la sana moral”. “Cartas a Evelina” es un texto publicado a principio del siglo XX, pero sus lamentaciones profundas, el sesgo irónico que recorre el juicio lapidario, provienen de las frustraciones del siglo XIX dominicano.
Y es ahí donde estamos estancados, frisados; toda la práctica política dominicana de hoy está inscrita todavía en la desvergüenza que sopla desde ése ayer, como si la historia fuera una retícula de absurdos inimaginables, y todavía viviéramos en pleno siglo XIX. Es como si durmiéramos recostados de un largo desengaño, en el cual todas las propuestas de regeneración social (Bonó, Luperón, Hostos, Espaillat, Bosch) hubieran naufragado irremediablemente, justificando las tesis de Moscoso Puello, hundiendo en el descrédito a la razón. Es por eso que escribir, nombrar, indignarse; arrojar el panfleto y vomitar, ortografiar los valores y maldecir en un mismo movimiento, todo es un murmullo apenas. ¡La corrupción ha triunfado! ¡La razón es subversiva! El orfeón gigantesco de “líderes” que nos han gobernado ha restituido en la exacta dimensión de sus quejas a Francisco Moscoso Puello.
La pensión que le pagan a Vicente Bengoa es superior a la asignación del hospital regional de Baní. Un solo hombre cobra más que lo que gasta el Estado en la atención hospitalaria de casi toda una región. El Gobernador del Banco Central tiene un salario tan desproporcionado que, incluso comparado con el del Presidente de los Estados Unidos, es un guiño a la infamia. Quique Antún, un verdadero León afeitado, pasa por el BNV y distribuye unos fondos de pensiones auto asignándose 14 millones de pesos. El CEA no existe, pero el tipo que ahora dirige ése fantasma se gastó millones para ser elegido en el Comité Central del PLD. El “general” que dirige “INESPRE” despabila su ronquera tocando “formación” a los militantes de su “partido renovador”. Gasta millones del erario, en esa fábrica de humo. El Peña Guaba de la Lotería no se cansa de contar sus “cuentas gordas”, hijo de gato caza ratón. Y los del PTD, empecinados en aprender cómo diablo es que se mueve un tractor. Cojonudo es, sin embargo, Luis el Gallo. Su “empresa” gasta millones, y uno llega hasta a enternecerse mirando las muchachitas del “bastón ballet” desfilar en un barrio miserable, disfrazadas como si estuvieran en Dinamarca, levantando las piernas al ritmo de los redoblantes y las roncas trompetas, ¡coño!
Peor son, sin dudas, los altos mandos del absurdo nacional. Pagamos un “peaje sombra” que es más sombra que peaje, pero nos saca de las costillas miles de millones para la corrupción. Las “nominillas” para financiar al PLD con los fondos públicos alcanzan ya los 29 mil militantes, la corrupción se apropia de poco más del 9.5% del PIB, y hace ya más de once años que las posibilidades de ascenso social de la clase más baja se encuentran estancada. La clase media se ha reducido en un 4.8%, y la delincuencia y la violencia nos arropa de forma natural. Las instituciones no funcionan, (en particular la justicia), o están secuestradas. Y encima de todo eso nos hemos “sacado un redentor”, un “Mesías” que quiere “seguir salvándonos”.
Ahí está la viñeta frente a la cual dialogaba con Evelina Francisco Moscoso Puello. Es un cuadro inmóvil, como si viviéramos todavía en el siglo XIX de nuestras angustias. Ese libro de Moscoso, al cual yo he apelado muchas veces, no es más que la comprobación angustiosa de que entre nosotros lo normal es la quiebra de la razón. Y no se trata únicamente de los quince años de dominación peledeísta, sino que todos cuantos nos han gobernado, todo el liderazgo de esta nación ha fracasado en la forma de organizar la interactuación social; con una práctica brutal que todo lo justifica. Ese noble instrumento de la cultura occidental no nos sirve para nada, salta en pedazos, al lado de nuestro panorama actual, y al lado de la historia.