Nací en el año 1957, por lo que tuve que sufrir la dictadura trujillista a través de la lectura y las historias. Otro tanto pasó con la guerra civil.

Sufrí como testigo consciente los gobiernos del presidente Balaguer, en sus dos últimas etapas, de doce y diez años respectivamente.

Me entusiasmó como el PRD desde el gobierno pretendía desterrar la persecución por razones políticas, pero sufrí una rápida decepción cuando me di cuenta que no era capaz de articular un programa de gobierno que redujera la pobreza mientras sus líderes se destrozaban entre sí de tiempo en tiempo.

He sido toda la vida un admirador del profesor Juan Bosch, del literato y del político. El profesor  quería llegar al poder para generar los cambios sociales que aún necesita nuestro país en beneficio de los que lo habitan.  Cuando alcanzó el poder, fue derrocado debido a que no había duda alguna de que poseía la voluntad política para transformar nuestra sociedad en una más justa y equitativa.

El PLD, creado por Bosch, alcanzó el poder cuando ya el profesor no tenía clara consciencia de lo que ocurría a su alrededor. Fue una suerte para él no enterarse que no tuvo éxito sembrando con su ejemplo. La cosecha de esa siembra nos ha gobernado con el único propósito de mantenerse en el poder, olvidando que el poder es sólo un medio para generar los cambios que requiere nuestra sociedad para reducir la pobreza.

Este domingo escuché a Leonel Fernández  demostrando sus enormes habilidades políticas, su excelente dominio de la escena, su intachable dicción, su carisma sin igual. Y me pregunté de qué ha servido que una persona con un cerebro tan bien amueblado como el presidente Fernández, haya ocupado por diez años la presidencia de la República, si no logramos mejorar la educación, la salud, si estamos camino a un retroceso en materia de justicia, si la corrupción se ha incrementado ante la apatía de aquellos llamados a combatirla.

Desde que tengo uso de razón me he percatado de que en nuestro país se persigue el poder por el poder mismo, y no para utilizarlo como elemento de transformación social en beneficio de las mayorías pobres y desamparadas. En eso, nuestros líderes de los partidos tradicionales han preferido el ejemplo de Balaguer al de Bosch.