Muchas de las organizaciones creadas alrededor de actividades esenciales como la educación y la salud, se creen sin la obligación de contribuir a los esfuerzos para mejorar la calidad de esos servicios. Y no creo que puedan mostrarle al país muestras de su empeño para impulsarlos. Todo lo que hemos presenciado es una persistente tarea de parte de algunas de esas entidades para evitar cambios, a fin de que las cosas se mantengan igual. El desorden permanente es lo que les permite seguir haciendo lo que hasta ahora han estado haciendo.
Llegará un día, espero no muy lejano, en que la sociedad cuestionará su pasividad ante esos hechos y exigirá lo que hace tiempo debimos haber reclamado. ¿Piensan los directivos de la Asociación de Profesores (ADP) que el desorden y la mala calidad de la enseñanza pública que hemos venido arrastrando les son totalmente ajenos? ¿Creen acaso que en el esfuerzo dirigido a mejorar el nivel de la escuela pública e igualarla con la de la privada no le corresponde responsabilidad alguna? Porque todo lo que vemos de ese sindicato parece dirigido a obstaculizar el empeño, con una negativa evidente de boicotear o abstenerse de colaborar con el ministerio en esa tarea. Lo mismo ocurre en el área de la salud pública. Lamentablemente, los hechos demuestran que los gremios de profesores y de la salud, no han prestado la debida colaboración a los planes para elevar el nivel de los servicios hospitalarios y la calidad de la enseñanza pública.
Cuando se lee que los médicos se quejan por un horario mayor de cuatro horas, con los hospitales llenos de pacientes demandando atención, y los profesores protestan por el horario de la tanda extendida en las escuelas, cabe preguntarse si el país puede alcanzar todo su potencial con ese tipo de actitud. La verdad es que el desorden beneficia a muchos sectores que seguirán haciendo cuanto puedan para que nada cambie.