A veces pensamos que ciertas acciones o el dominio de ciertas técnicas para realizar algunas acciones se restringe al campo académico y, por tanto, no posee una relación directa con la vida cotidiana.  Ocurre, por ejemplo, con en el caso de interpretar. Lo ordinario es que pensemos que se reduce, unilateralmente, al trabajo sobre los textos y no que cuestiones fundamentales de nuestra vida lo exijan y, más aún, que la vida misma es un inagotable interpretar por el cual definimos nuestra relación con el mundo y los otros.

Interpretar no es sólo el conocimiento de unas reglas desde las cuales inferir el sentido de algo (texto, acción, símbolo, gesto, signo, etc.); es un modo de ser y estar en el mundo que nos exige el dominio de ciertas habilidades cognitivas y afectivas, por un lado, y de ciertas disposiciones éticas, por el otro, que tornan auténtico o inauténtico nuestro interpretar.

Las condiciones necesarias para la “correcta” interpretación de un hecho, un acontecimiento o una acción, son tan complejas que muchas veces es más fácil errar en la interpretación que hacerlo de manera correcta. Durante el siglo XIX, los especialistas en Biblia pensaban que interpretar el texto bíblico era un don especial que no todo lector poseía. Por ello exigían la labor del creyente versado en la difícil arte de “comprender el sentido” de las Sagradas Escrituras.

Lo mismo se exigía al versado en los distintos saberes y órdenes de realidad. Ahora bien, no podemos saberlo todo, pero tampoco podemos restringirnos a un único campo de saber; por lo que el conocimiento de ciertas reglas universales de interpretación es un buen “equipaje” para una mejor forma de ser. Aquí la importancia del ámbito humanístico en la formación de los individuos en mejores personas; pues, sólo adquirimos estas reglas universales de interpretación a través del análisis de textos en los que se exponen hipotéticamente “maneras de ser” que nos sirven de “laboratorio” en donde ensayar nuevas formas de ser.

La interpretación de los textos funge, entonces, como paradigma para todo interpretar. Las reglas universales de interpretación estarán esbozadas a partir de las reglas que han configurado los grandes maestros, desde su genio creador, y que representan los caminos para las interpretaciones auténticas no tan sólo de textos, sino de cualquier discurso factible de considerarse como “un texto” (acción, gesto, hecho, lucha, pintura, fotografía, paisaje, etc.).

Un ejemplo claro de “regla de interpretación” es la que aparece, en el mundo bíblico, en las cartas de Pablo cuando ve el Primer Testamento a la luz del acontecimiento Jesucristo. La fe en la resurrección del mismo que murió en la cruz le sirve de clave interpretativa de todo lo dicho por Moisés y los profetas. Es decir, lo que fue escrito antes de Jesús tiene sentido, para la nueva comunidad de fe, si lo interpreta a la luz del Cristo glorificado.

El ejemplo paulino no es el único, pero sí da cuenta, paradigmáticamente, de lo que busca todo acto de interpretación, esto es, explicar el presente a partir de lo dado. Lo que consideramos como “texto” posee en sí mismo una estructura significativa, un sentido, que debe ser comprendido para, de este modo, iluminar la propia vida. De lo que se trata es de dar sentido al mundo propio y a sí mismo a partir del “mundo” desplegado por el texto.

Trátese de un texto, de una vida, de una acción o de un hecho, considerados como “textos”, el camino de la interpretación se reconfigura en la estructuración del sentido colocado y esto sólo podemos hacerlo en el acto de leer competentemente a partir de unas reglas dadas.

Si soy incapaz de “reconfigurar” el sentido de un “texto” a partir de unas reglas dadas, el modo de actuación personal, en todos los órdenes de la vida, estará afectado por esta debilidad. Esto no significa que pierda mi capacidad de actuar y padecer en el Mundo de la Vida; pero sí seré limitado y manejable por quien esté interesado en hacerlo.

Leer y no saber interpretar el sentido de lo leído es un claro indicio de alguien que vive sin saberlo, sólo existe entre las cosas. Para ello interpretamos: PARA SABER VIVIR.