Para entender la mentalidad de los Republicanos que apoyan a Donald Trump, solamente tenemos que referirnos a las preguntas que les hizo a algunos de ellos la National Polls Association (PPP).

A la pregunta de si Barack Hussein Obama era de la religión musulmana, el 60% contestó afirmativamente. Menos del 14% respondió que Obama era cristiano.

A la pregunta de si Barack Hussein Obama había nacido en los Estados Unidos, solamente el 29% respondió afirmativamente. La mayoría contestó que Obama había nacido fuera de los EEUU.

Esto nos puede dar una somera idea del nivel de desinformación de estos ciudadanos, a los que también se les preguntó si Ottawa era la capital del Canadá y más del 61% contestó que la capital del Canadá era Toronto.

Algo parecido ocurrió en el 2010, durante el terremoto que asoló a Haití. Más del 50% de los Republicanos entrevistados respondió que Haití quedaba cerca de Hawái. Menos mal que no se les preguntó nada sobre la República Dominicana, que siempre confunden con la isla Dominica, vecina de Santa Lucía, ambas en las Antillas Menores, a las que ellos llaman “Las Indias Occidentales”, aunque en realidad no saben exactamente dónde están localizadas. No nos extrañe si contestan que están en la India.

De hecho, un amigo Republicano me envió recientemente sus condolencias con motivo del huracán Erika, que dejó más de 30 muertos en Dominica.

Este segmento del pueblo estadounidense es el que apoya a Donald Trump, el cual mantiene el 39% de la intención de los votos en las primarias Republicanas.

Mientras tanto, Jeb Bush, ex gobernador de la Florida e hijo del expresidente George Herbert Walker Bush, y hermano menor del también expresidente George Walker Bush, se mantiene a una distancia lejana, con apenas el 9%.

Ben Carson, un prestigioso neurocirujano afro-americano, es el más cercano a Trump, con un 15%, seguido muy a la distancia por los cubano-americanos Marco Rubio y Ted Cruz (este último nacido en Calvary, Canadá). Los demás aspirantes, están tan lejos de Trump que no vale la pena mencionarlos.

Las predicciones son que, debido al show de los constantes mini-escándalos, precipitados por los pronunciamientos de Donald Trump, su aceptación entre estos republicanos ultraconservadores y “desinformados” (por no decir “ignorantes”), irá bajando, a medida que se acercan las elecciones generales.

El voto hispano, hoy en día imprescindible para llegar a la Casa Blanca, está fuera del alcance de Trump, debido precisamente a esos pronunciamientos intempestivos.  Uno de los errores tácticos de Donald Trump fue el de anunciar con bombos y platillos que, de ser elegido presidente, impondrá impuestos (tarifas) a todas las

Importaciones, para incrementar la tasa de producción interna y crear más empleos. 

Trump culpa a China y a Méjico de ser la causa por la cual la economía estadounidense se mantiene en bajos niveles productivos. La mano de obra barata proveniente de esos países y la baja calidad de sus bienes y servicios, que no compiten con los de EEUU y no pagan ningún impuesto, en desmedro de los trabajadores estadounidenses, es determinante.

Esto es muy cierto, y hasta podría incendiar la escena política nacional si la mayoría de los votantes (específicamente la clase trabajadora) despierta del sueño en que los han mantenido aletargados por décadas. Este despertar del electorado podría catapultar al showman de Donald Trump a las puertas de la Casa Blanca.

Sin embargo, esta promesa es una espada de doble filo, porque va directamente en contra de los principios fundamentales del neoliberalismo y de la globalización, inherentes a los tratados del libre comercio, tales como el NAFTA, GATT, CAFTA-DR y el TPP y en contra de las megas corporaciones transnacionales.

NAFTA (Tratado de Libre Comercio de América del Norte, por sus siglas en inglés). CAFTA-RD (Tratado de Libre Comercio entre los EEUU, Centro-américa y la República Dominicana). TPP (Transpacific Partnership), Tratado de Libre Comercio con los Países del Pacífico. Una perfecta red de globalización intercomercial y de control de la economía del “Nuevo Orden Mundial”, impreso en el dólar. 

Trump no tiene la menor idea del lío en que se ha metido. Se ha declarado de repente enemigo de la Bilderberg, del Council on Foreign Relations y de la Comisión Trilateral. Todo ese show publicitario que estamos presenciando se puede ir al traste en menos de lo que canta un gallo.

No nos olvidemos de que Richard Milhous Nixon (1973) trató de imponer tarifas (impuestos) a algunas importaciones, además de sacar al dólar del patrón del oro y de la plata, convirtiéndolo en lo que se conoce hoy día como el “fiat dólar”. Por esa razón terminó a los pocos meses en un helicóptero que lo sacó de la Casa Blanca. Algunos todavía piensan que se debió al escándalo de Watergate pero, en realidad, esa no fue la verdadera razón. Trató de enfrentarse a los que dominan al Mundo y lo siquitrillaron.

A pesar de haber sido el que terminó con la guerra en Indochina y el que reabrió las compuertas del comercio con China, Richard M. Nixon quedó irreversiblemente esquilmado cuando intentó desafiar a los “dueños” del mundo. Lo de Watergate fue un pretexto inducido. 

Para muestra del show que estamos presenciando, sólo basta este botoncito.