Si en unas elecciones en una media isla de una galaxia lejana hay un grupoide corruptoide que tiene todos los poderes:
El Poder de Construir Estrellas de Carbón
El Poder de Escribir Leyes
El Poder de Encerrar Jedi
El Poder de Et Cetera
y hay otro grupoide corruptoide que no tiene ningún poder, anteste terrible avatar (o como musitaría un ewok en la Nebulae Cibaooine, ’Anteta mieida'), aquel cuidadano que decide levantarse de su hamaca estelar e ir a hacer una fila en medio de una temperatura más caliente que la encontrada en el planeta cubierto de lava Taspir (y si no echa el voto nulo escribiendo una mala palabrota que lleve "Ñ" en las caras de por lo menos dos candidatoides; y si no se limpia su agujero negro con la boleta) debería votar por el grupoide corruptoide que no tiene ningún poder (por lo menos votar contra cualquier sindicoide derrochadoroide apodado en algún momento Fuíquiti).
Así habrá más equidad en la Fuerza, y los ciudadanos de la vieja República, se enterarán más a menudo de las muchas barbaridades secretas cometidas por ambos grupoides, causantes de disturbios y carencias en la Fuerza esa.
Para leer después
El comando de campaña, ayer atiborrado de lambones con corbatas que cambian de color, amaneció desolado. En la mesa afiches que quedaron sin paloelús; platos foam untados de cachú; migajas de papas fritas y tostones y cueros de picapollo; un teléfono sonando sin nadie con deseos de contestar. Afuera un guachimán duerme bajo los acordes empalagosos de una bachata.
Millones de pesos en publicidad, millones de dólares en encuestas favorables, millones de besos a viejas con caries y niños con mocos, millones de saludos a manos con callos, millones de promesas desde una tarima, millones de gotas de sudor en tardes de caravaneo por barrios orilleros. Todo en vano desde el primer boletín de la Junta Central Electoral.
El candidato está bajo pastillas en su casa, no come nada sólido desde el primer cotejo de las actas. Su anciana madre llora lágrimas verdaderas, no esas de colirios para anuncios y dramas televisados; está sentada al lado de la cama de su hijo, con la esposa y una parienta cegata que vino de Nueva York a celebrar el seguro triunfo del pariente de acuerdo a una encuesta que vio en Infernet.
El ambiente es de velorio. Atrás quedaron el musicón, los bandereos, las felicitaciones por subir dos puntos y medio en un mes. Aquí en la penumbra se habla en susurros, con señas (a un aguilucho que voceó ’AHORA CON MÁ FUEiZA PAi 2020’ le hicieron una cocotera), apaguen esa radio y esa televisión Diosmío, ustedes no ven quel candidato está malo abusadores…
En el comando de campaña el teléfono suena suenaa suenaaa; su timbre es el eco mecánico del tambor solitario mencionado por Walker Percy, ese que un borracho continuaba tocando aún después de haber pasado el desfile.