En medio de una “guerra de encuestas”, con sus réplicas en las redes sociales de moda, y un amplio abanico de manifestaciones en la realidad, alguien ha de reparar en que las votaciones son solo un momento en el devenir de las sociedades democráticas.
Recientemente, como parte de una virtuosa experiencia formativa, revisábamos y comparábamos procesos que han provocado verdaderas victorias en algunas zonas de dos países latinoamericanos.
En este breve escrito pretendo compartir algunas ideas generadas a partir de esos procesos. Compartirlas es sumamente positivo, pero en donde realmente existe gran valor es en el hecho de que esas victorias están provocando verdaderos avances en sus respectivos ámbitos de acción.
Tanto en Colombia como en República Dominicana, durante las dos últimas décadas, y con impulso de diversas entidades apoyadas inicialmente por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, han ido logrando victorias, más que apabullantes, provocadoras de verdadero avance y bienestar.
Incluso en Colombia, país con serios problemas caracterizados por conflictos internos armados, partiendo de experiencias como los Laboratorios de Paz y con la incidencia de la Red Nacional de Programas Regionales de Desarrollo y Paz, han logrado entender que la vida es el valor máximo. Eso ha llevado a asumir respeto por la dignidad de las personas, y como si fuera poco, en armonía con la naturaleza.
Si así ha ocurrido en un país mucho más heterogéneo que el nuestro, más fácil ha de ser en República Dominicana. Para ello es muy útil entender que renovar el Gobierno Central y el Congreso son acciones de suma importancia en la democracia. Pero también hace falta entender que ahí no se agota el ejercicio ciudadano. Todo lo contrario, sobre todo en un mundo caracterizado por la interconectividad, es a partir de ahí cuando comienza el real rol de una ciudadanía activa.
Pero sigo contando. Tanto en zonas de Colombia como de República Dominicana, esos procesos aleccionadores han fomentado equidad y solidaridad, en atención a que todos los seres humanos tenemos igualdad de derechos. Y un aspecto muy valioso ha estado vinculado a lograr democracia participativa, como forma de organización social que garantice real desarrollo con sustentabilidad.
En el caso de la República Dominicana, lo que inició con apoyo determinante del PNUD, a través del Programa de Desarrollo Humano Local (PDHL), en coordinación con el Ministerio de Economía Planificación y Desarrollo (otrora Oficina Nacional de Planificación), tuvo en valioso hito al conformar la primera Agencia para el Desarrollo Económico Local, ADEL, en el año 2001, en la provincia Valverde. Desde ahí se ha logrado avanzar, aunque con limitaciones, tanto en la formación de otras agencias como en la ejecución de proyectos que sirven como soporte para el desarrollo en diversos territorios.
Con altas y bajas, los trabajos desde las ADEL van dejando una impronta que se convierte en estímulo para el avance en varias provincias del país. Aunque muchos no lo han advertido, otros muchos se preguntan ¿por qué se va marcando un antes y un después en provincias como Valverde, Monte Plata y Dajabón?
Buscar respuestas sería muy buen comienzo. Encontrar que en esas y en otras provincias se ha reparado en que las inequidades y los potenciales desaprovechados han sido una especie de “pan nuestro de cada día”, servirá para “descubrir” que promover y lograr acuerdos es vía virtuosa para lograr mejoría.
Dejarse “persuadir” por esas experiencias es inscribirse en procesos que motorizan auténtico desarrollo, procesos en los que se aprende de los errores (propios y ajenos), procesos orientados a mejorar el criterio de sustentabilidad en las iniciativas dirigidas a los territorios, procesos que ayudan a ser mejores estrategas, procesos para avanzar en gobernanza, como vías para lograr auténtico bienestar y real felicidad.
Hay un prerrequisito: entender que la política y los políticos son una parte vital para conducir una sociedad. Pero también entender que pierden todo sentido, si no se cuenta con el sector privado, con la academia y con las personas, como entes activos y centro de toda acción para el avance.
Cuando hayamos cumplido el prerrequisito y logremos verdaderos pactos, nada ni nadie podrá impedir que ganemos “de calle”.