En la primavera de 2018, luego del manejo auspicioso y correcto dado por las autoridades nacionales a un potencial brote de violencia entre dominicanos y haitianos en la provincia de Pedernales, publiqué dos artículos breves dirigidos al Presidente Danilo Medina, con la esperanza de estimular la adopción de políticas públicas más robustas y comprometidas con la solución del problema  que, en mi opinión, representa el desafío geoestratégico más serio, y al mismo tiempo, más descuidado de la agenda nacional.

Me refiero a la preservación de la convivencia pacífica de cara al futuro entre las dos economías que comparten el territorio de la Hispaniola.  Una de ellas, la dominicana, se da el lujo de exhibir resultados macroeconómicos tan robustos que aun en estos tiempos de pandemia global se pronostica que no experimentará un decrecimiento significativo.  La otra, la haitiana, exhibe los resultados macroeconómicos y de desarrollo humano más modestos del hemisferio occidental, y uno de los más deficitarios del mundo.  No es difícil ver como en tiempos de pandemias y calentamiento global, esta zona de baja presión insular azuzada por políticas de corte emocional y populista a ambos lados de la frontera, pronostica vientos de tormenta.

Lapidar la administración del Presidente Medina por su manejo del reto que representa viendo al futuro la convivencia pacífica en esta isla, no solo sería mezquino; también sería injusto.  Dicen algunos que la política es el arte de lo posible. No estoy del todo de acuerdo con esa afirmación, pero sé que contiene elementos de verdad.  Los que han tenido la oportunidad de dirigir instancias de poder público lo saben.  Reconozco al Presidente Danilo Medina una intención clara de desescalar más de una de las crisis orquestadas desde un mal orientado celo nacionalista, que en realidad opera como la semilla de una profecía autocumplida, según las define Robert K. Merton.  Pudo ser peor y eso es justo reconocerlo.

No obstante, creo llegado el momento de avanzar ya no de forma reactiva e incrementalista, sino de forma asertiva y progresista.  Antes de que se produzcan los acostumbrados rasgados de vestiduras iré al grano con las mismas palabras que hace dos años dirigí al Presidente Medina, ahora dirigidas al Presidente electo, Lic. Luis Abinader, a quien deseo y auguro el más luminoso éxito.  Señor Presidente:

Considere esta idea. Creemos una agencia dominicana de cooperación para el desarrollo y la convivencia binacional.  Dotémosla de los recursos humanos más talentosos disponibles en nuestro país.  Jóvenes economistas, agrónomos, urbanistas, antropólogos, médicos, sociólogos, diplomáticos. Apoyemos la formación de estos recursos al más alto nivel mundial, creemos programas de beca para jóvenes haitianos meritorios con el compromiso de trabajar en esta agencia unos años y luego regresar a su país para servir de enlace para nuestra agencia de desarrollo.

Señor Presidente, creemos el tanque de pensamiento de mayor competencia y reputación internacional en materia del desarrollo humano de Haití. Estimulemos la autoridad moral y los vínculos de este grupo de cara a otros actores relevantes en esta situación, de forma tal que podamos con absoluta solvencia moral e intelectual, exigir la participación de otras naciones, que aun teniendo menos que perder que nosotros en esta crisis, son responsables directos de su creación y mantenimiento.

Señor Presidente, sea mediante una estructura como la que proponemos o mediante cualquier otra, creemos un plan de desarrollo que comprometa a nuestro gobierno, a nuestros empresarios y a los aliados que podamos arengar en el mundo, con proyectos de desarrollo reales que arrojen resultados medibles. Aunque parezca imposible, hagamos nosotros un Bávaro en Haití, reproduzcamos en la frontera el éxito del modelo de zonas francas industriales, reconstruyamos la infraestructura de Puerto Príncipe con nuestros ingenieros, con nuestro cemento y nuestro acero. Iniciemos el largo y difícil camino de equilibrar los gradientes que en esta isla ponen toda la presión sobre nuestros hombros”.

Señor Presidente electo, empecemos temprano a hacer lo necesario para cultivar la paz que queremos legar a nuestros hijos e hijas.