En los últimos días, la nación dominicana ha sido testigo de la nueva debacle interna que sacude al Partido Revolucionario Dominicano, el cual, haciendo gala de su nombre, se ha caracterizado por su marcada tendencia revolucionaria, en particular, a nivel interno del Partido.
Como una evidente represalia por las sanciones de que fue objeto luego del proceso electoral de mayo del 2012, el Presidente del Partido, Miguel Vargas Maldonado, cuyas atribuciones y capacidad de mando son más teóricas que reales, ha fraguado un juicio disciplinario en contra de Hipólito Mejía, Andrés Bautista, Orlando Jorge Mera y Geanilda Vásquez, que desembocó el pasado lunes en la expulsión de las filas del Partido de los dos primeros, y la suspensión de los dos últimos por un período de dos años.
Para dar continuidad al patético melodrama, los dirigentes expulsados se negaron a aceptar la validez de la medida adoptada y denunciaron un supuesto complot de magnitudes presidenciales, orquestado por el ex presidente Leonel Fernández, el presidente Danilo Medina y el presidente del PRD, Miguel Vargas Maldonado.
Y mientras los sancionados se aprestan a convocar una reunión de la Comisión Política del Partido, el pueblo dominicano presencia, nueva vez y en primera fila, cómo el PLD queda sin oposición política alguna: el PRSC hace tiempo que se convirtió en una entelequia sin identidad propia, mientras que el PRD es un partido acéfalo –o, mejor dicho, bicéfalo-, en el que priman las pugnas internas y la desorganización.
No obstante, esta situación no debería sorprendernos, pues éste ha sido el estandarte del partido del “jacho prendío”, que, desde la época de su fundación en 1939, ha estado marcado por la división y las luchas de intereses a nivel interno, así como por la falta de acuerdo entre sus principales dirigentes, lo que ha ocasionado que muchos hayan abandonado o los hayan apartado de las filas del PRD y que, posteriormente, hayan fundado sus propios partidos, organizaciones políticas minoritarias sin posibilidad de ocupar un lugar de importancia en el escenario político dominicano.
La crisis actual del PRD y la lucha titánica que ahora libran sus principales dirigentes para ver “quién puede más” ponen de manifiesto la escasa visión política de los involucrados en la batalla, quienes en lugar de centrar sus esfuerzos en lograr la unidad del Partido –que, a mi entender, es una quimera-, han permitido ser arrastrados por su ego y complejo de caudillos frustrados, dejando de esta manera el camino abierto al PLD con miras a las elecciones del 2016. Asimismo, y en vez de enfrascarse en una guerra en la cual los soldados caídos serán militantes del propio partido, tanto Mejía como Vargas Maldonado deberían coadyuvar a crear las bases para que los jóvenes talentos que forman parte del PRD puedan renovar una política que ya luce desgastada y corroída.
Por último, y en vista de que el próximo 21 de enero el PRD celebrará un año más de su fundación, día también de Nuestra Señora de la Altagracia, conviene que las altas instancias de dicho partido se encomienden a la Virgen para que los ilumine y que, a diferencia de lo que alegadamente pidieron los españoles en la Batalla de la Sabana Real, ninguno de los “ejércitos internos” del PRD pida a nuestra Señora que les ayude a ganar la batalla.