En 1959, Augusto Monterroso, escritor guatemalteco, de origen hondureño, publicó un micro relato que, por mucho tiempo, fue considerado el más corto en la lengua castellana. Dice así: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.
Este relato minimalista invita a la reflexión y ha sido motivo de debates acerca de los sentidos posibles que el autor ocultó en el vocablo “todavía”. Tal vez aludía, como dinosaurios, a las desgracias que se eternizan en nuestros pueblos, mientras permanecemos dormidos, y que no logramos superar a pesar de nuestros sueños. Podría interpretar el “todavía” como una premonición de que un día ya no estarán y al despertar “se abrirán de nuevo las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor” (Salvador Allende, 11 septiembre 1973).
Cuando se publique este artículo, será el último día del 2021 y a media noche comenzará un nuevo año. Acorde con el espíritu de festejos reinante, a pesar de la epidemia interminable, expreso mi deseo.
Deseo que cuando despertemos, nuestros dinosaurios ya no estén con nosotros. Que al despertar del sueño letárgico encontremos que hemos construido, con la activa movilización y participación de la ciudadanía, un sistema de salud que por fin cuenta con efectivos servicios de primer nivel de atención accesibles para toda la población, y que el sistema de seguridad social les garantiza adecuado financiamiento. Que los servicios de mayor complejidad, públicos y privados, se articulan en redes con los del primer nivel para garantizar la atención a toda la población, sin “copagos” ni discriminación por la capacidad de pago, y que ya la enfermedad de un pariente no es más la ruina del presupuesto familiar. Que las enfermedades crónicas y sus complicaciones retroceden en nuestro perfil epidemiológico, gracias a la fortaleza de la prevención, su detección temprana y la atención garantizada basada en protocolos integrales. Que al fin contamos con políticas y planes de acceso universal a los medicamentos esenciales.
Entonces, al despertar, gritemos con energía y entusiasmo “Felicidad en el nuevo año”, porque hemos despertado, el dinosaurio ya no está allí.