No seré yo quien a una joven dama la zahiera diciéndole que miente, entre otras cosas, porque no creo que mienta, sino que tiene una percepción equivocada de la política.
La gente en general se queda, en cuestiones políticas, con la espuma, con lo que se ve y lo que más resalta. Con el hombre o la mujer que, en un momento dado, ejerce de líder de un partido. No digamos ya cuando es el Presidente de la República.
El PLD, hizo del protocolo de mítines y reuniones públicas una especie de ritual cuasi religioso, para exaltar la imagen de su líder como si fuera una especie de dios terrenal. Largas esperas de salones llenos de público, obligados a estar sentados, una hora o dos horas antes de que hiciese su aparición el ungido, quien era recibido, no con protestas por la falta de educación de hacerse esperar, sino con aplausos, vítores y consignas laudatorias.
Esa atmósfera reverencial, con aire de Corea del Norte en tiempos de Kim Il Sung, que practica el partido morado, tuvo que impresionar la imaginación de una niña y de una adolescente. Papá, el líder, Papá, el Presidente, Papá, a quién las multitudes escuchan embobados, que aplauden enardecidos, cuyo nombre y foto -pasadas por “photoshop”- aparece en grandes murales propagandísticos, en carteles, en la TV…Papá, Papá…
Lo que no veía la hija del líder, la hija del Presidente, es que en los partidos hay máquinas político-electorales, compuestas por hombres con cualidades muy diversas, y muchas veces se eliminan a los más brillantes y de personalidad más aguerrida y poco maleable, para favorecer a otros. También con buenas o excelentes cualidades personales y políticas pero que se adaptan mejor a la coyuntura política del país, a los intereses contrapuestos de los partidos, y muy importante, a la idea (falsa o acertada) de que el escogido, en un momento dado, podrá ser maleable a lo que el equipo realmente que manda, disponga. O sea, que la cabra no tirará para el monte.
Leonel Fernández desde que yo le observé, en la UASD, era una persona tranquila, callada, que escuchaba y que no tenía esa pose de conspirador de zarzuela de algunos de los dirigentes del PLD de los finales de los 70 e inicios de los 80, del siglo pasado. Ni ese aire de perdona vidas, de ganstercillo tropical y de prepotente capataz en una hacienda esclavista o semi-esclavista, cuya imagen daba, por ejemplo, el ex Ministro de Interior –de Harleys escoltado- cesado por una manifestación tardía de soberbia y torpeza senil, por el presidente Medina.
El padre de la joven dama, en fin, tenía y tiene dotes de liderazgo. Es buen comunicador. Y si algo se le puede achacar, en mi humilde opinión, es su egolatría, su amor por las pompas y vanidades, su apego al dinero y a los poderosos y su giro ideológico de un vago y nebuloso “socialismo”-que vaya usted a saber que era-, a un neoliberalismo mezclado con un populismo clientelar.
Papá no los puso a ellos, ellos lo pusieron a él. Por sus cualidades sin duda ninguna. Porque era el hombre que les convenía en ese momento. Pero en política hay un fenómeno que se conoce en la jerga profesional como “bonapartismo” y cuando se tiene el poder presidencial, la tendencia es a la emancipación de quienes quieren tratarte como si fueras un mero primus inter pares y no como el Jefe.
El quiso hacer eso y ellos lo quitaron. Porque otro u otros podían ocupar su lugar. No era un imprescindible. Porque en política no todo es oratoria, no todo es “carisma”, no todo es pose. Hay hombres en los aparatos partidarios que tienen la capacidad de saber organizar, de desarrollar la capacidad empática con su entorno y de obtener para el grupo lo que éste desea. Por eso, insisto, a Papá lo pusieron y después, ellos mismos, lo quitaron.
¿Papá los quitó? Eso no se sostiene. Menos de 400 mil votos sumados a los obtenidos por el PLD, muestran aritméticamente que tu Papá no quitó a nadie. Hay unos seres de vidas normales, rutinarias, que viven en barrios confortables, los menos, o en barriadas rodeadas de basura, los más, y todos ellos, pagan impuestos.
Esos son los que permiten que una minoría viva, a cargo del Estado Dominicano, la vida exquisita y privilegiada de algunas personas jerarcas del Gobierno o hijos de ellos. Pues bien, son esos ciudadanos grises los que, ejerciendo su derecho al voto han “quitado” al PLD y de paso le han dicho a tu Papá que él ya no representa sus ansías de progreso, de democracia, de justicia social, de igualdad. Son ellos los que quitaron a los que quitaron a tu padre y a tu padre mismo. Así es la vida real.