Una semana llamada santa, que nos traslada a la historia de un hombre que se hacía llamar el hijo de Dios o Jesús de Nazaret. A las afueras de las Murallas de Jerusalén la historia sagrada registra el Gólgota, un lugar que se repite cada segundo en Siria, Irak, Palestina, libia, Turquía, París, Londres, Bruselas, Israel, Egipto o cualquier pueblo de Dios donde la sangre inocente de Abel,que como eco,sigue martillando a los oídos de Caín ¿dónde está tu hermano y por qué derramas su sangre?
Ha dicho Francisco, “el diablo” o Caín, “entra por los bolsillos”, ha llamado a nuestra Iglesia a no dejarse atrapar por la vanidad, por el aire principesco de sus rituales que nubla con el humo de sus inciensos, los sentidos, la visión y la manifestación del amor.Dios es verbo, nosilencio.El silencio de una iglesia, ha dicho Francisco, que ha perdido el sentido de la fraternidad, la tolerancia, la misericordia y se ha diluido en su formalismo.
Ha insistido el Papa de la Iglesia del encuentro, en la necesidad de un compromiso de paz y una cultura del amor. La Iglesia del encuentro, para Francisco, es una iglesia Viva, cuya misión de vida es sólo posible en la convivencia continua de la solidaridad.
Humanizó Francisco el papado con su manera de ser cristiano y cambió el rostro de fe de una Iglesia extraña, por el de una Iglesia cercana; de fe viva, animada por la fuerza del espíritu de pentecostés.
Los muros físicos, las puertas encadenadas, los particularismos pastorales alejados de la verdadera fe y la burocracia sacramental,han hecho de la iglesia actual, un lugar de apariencias y simulación y; no, el cuerpo místico de Cristo de la comunidad de salvación, fe y amor. Tenemos hoy, una Iglesia más amarrada a la razón y el bienestar temporal político, que al Templo Perenne.Reclama Jesús por su sangre derramada en el Gólgota,una Iglesia sin ladrones, que puedan hacer de su recinto un lugar seguro para sus pecados contra el prójimo.
La resolución de los obispos en la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano reunidos en Medellín, 1968, y recogidas en el texto de Teología de la Liberación de Gustavo Gutiérrez (pág. 167) establece: “Los obispos han tomado en Medellín la resolución de hacer que nuestra predicación, catequesis y liturgia, tengan en cuentan la dimensión social y comunitaria del cristianismo, formando hombres comprometidos en la construcción de un mundo de paz”. El mismo texto reafirma: “La tarea profética de la iglesia es constructiva y critica…Para ellos el evangelio, palabra del señor, mensaje de amor, es una fuerza liberadora que va las raíces mismas de toda injusticia”.
El dogma papal roto por Francisco, nos había legado una tradición de la infalibilidad y la perfectibilidad del hombre que ejercía la función profética papal. Humanizó Francisco el papado con su manera de ser cristiano y cambió el rostro de fe de una Iglesia extraña, por el de una Iglesia cercana; de fe viva, animada por la fuerza del espíritu de pentecostés.
Francisco nos pide constantemente que se rece por él, con lo que hace saber en su mensaje evangélico, que la fraternidad cristiana, es fraternidad humana, que tiene como fundamento último nuestra situación de hijos de Dios.
Francisco, el Papa cercano y del encuentro, nos hace reflexionar y trabajar por la construcción de un reino de amor, fraterno y solidario, donde germine la paz. Francisco nos invita que hagamos nacer la Iglesia de Jesús el Hijo del Dios verdadero;edificando una comunidad renovada en la buena nueva de amor y paz del evangelio.