Danilo Medina es hombre tacaño (con su dinero, no con el nuestro). Por eso usa pantalones que se le han quedado. Así no malgasta comprando otros. Además, son ideales para saltar charquitos, nunca mejor dicho. Eso no está bien. Después de todo, el presidente nos representa. No podemos quedar mal ante el mundo. Es por eso que propongo una acción benéfica que bien podría llamarse “Pantalones pa’ Danilo”.

Esta suerte de colecta no es nueva en nuestra historia. A veces, a los hombres públicos les hace falta alguna prenda. Un ejemplo bastará para demostrarlo. En 1932, Ercilia Pepín, directora de la Escuela México de Santiago, hizo poner la bandera a media asta, en señal de duelo por el asesinato de los hermanos Perozo, ordenado por el dictador Trujillo. Andrés, uno de ellos, era profesor en la Escuela Normal de Santiago, cuyo director era Sergio Hernández. A diferencia de Pepín,  Hernández  no se atrevió a hacer lo mismo. Indignada por su cobardía, Ercilia Pepín se quitó su falda y se la envió en una bandeja a Sergio Hernández, con este mensaje escrito de su puño y letra: “Envíeme a cambio sus pantalones”. Poco tiempo después, humillado y deprimido,  Hernández se abrió el vientre con una navaja, cortó sus tripas y fue poniendo los pedazos  en la misma bandeja donde la profesora Pepín le había enviado su falda. Al menos, eso cuenta Balaguer.

Mandémosle muchos pantalones a Danilo. Varios miles – o cientos de miles, o millones – de pantalones, no le caerían nada mal.

Mandémosle pantalones de campana que repiquen el fin de la corrupción.

Mandémosle pantalones de karate para que, a patadas, mande a la cárcel a los sobornados por Odebrecht.

Mandémosle pantalones de vaquero para que acribille las nóminas de bocinas.

Mandémosle jeans para que no pase vergüenza con JEAN Alain Rodríguez, el único que tiene, porque no sirve.

Mandémosle pantalones abombachados, de gaucho, para que amanse la bronca yegua de la impunidad.

Mandémosle pantaloncito cortos, trajes de baño y bermudas para que se faje a limpiar la pocilga de la política dominicana, que bajo su mandato ha alcanzado niveles de inmundicias nunca antes vistos.

Porque Danilo necesita amarrarse los pantalones para someter a Félix Bautista.

Porque Danilo necesita llevar los pantalones bien puestos para someter a los corruptos de los Tucanos. Y a los de la Sun Land.

Porque Danilo necesita que le pesen los ruedos de los pantalones para que baje líneas que resulten en la eliminación del barrilito y del cofrecito.

Dios nos libre de pretender que Danilo se corte las tripas: no habría dominicano que aguantara el hedor de los restos de tiburón podrido. Dios nos libre de proponer mandarle faldas a un hombre como Danilo, suficientemente guapo como para hacer lo que nunca se ha hecho. Estoy seguro de que Danilo tiene coraje suficiente para cerrar la OISOE. Para no hacerse de los oídos sordos ante los reclamos de las marchas contra la corrupción. Para atender los de los miles de dominicanos honestos que firmaron el Libro Verde.

Nada le impide a Danilo que cumpla con su responsabilidad. Ni su alter ego, poco más que un muñequito pintado en una pared. Ni sus compañeritos, deseosos de apoyarlo en lo que sea con tal de quedarse chupando de las tetas de la res pública. Ni sus senadores y diputados, mayoritarios en el congreso. Ni los jueces que guarda en los bolsillos de sus pantalones. Nada se lo impide, salvo una cosa: su ambición de perpetuarse en el poder. Y la creencia de que su indiferencia ante la corrupción le es imprescindible para sus planes. Para enfrentar esta ambición, para anteponer el interés general al suyo propio, sí es verdad que a Danilo le hace falta pantalones. Y con mucha, muchísima entrepierna.

Mandémosle pantalones de ingenieros, de chiriperos, de taxistas, de operarias, de doctores, de abogados, de paleteros, de dentistas, de contables, de profesores, de guachimanes, de motoconchistas, de albañiles, de carpinteros…Que todo aquel a quien el dinero sí le cuesta porque, a diferencia de los funcionarios de Danilo, conseguirlo no le es ninguna fiesta, le mande pantalones a Danilo.

Mandémosle muchos pantalones, con la verde esperanza de que se los ponga para acabar con la corrupción. Para advertirle que si no lo hace, se quemará – si es que todavía no se ha achicharrado – como un  Leonel cualquiera. Para advertirle que los tiempos de la impunidad ya están pasando. Para advertirle que, si en lugar de enfrentar la corrupción, prefiere bajarse los pantalones frente a ella, nosotros ya nos cansamos, ya no estamos dispuestos a hacer lo mismo.

Que ya está  bueno de vagabunderías, carajo.