La pandemia de COVID-19 colocó al mundo en un contexto excepcional, alterando de manera permanente todas las facetas y dinámicas de la sociedad, y provocando un aumento en las desigualdades preexistentes. En este panorama, todas las personas hemos sido afectadas por la crisis, pero no de la misma forma, y aquellos grupos que sufren mayores desigualdades han sentido los efectos más profundos y devastadores, como son las mujeres y las niñas.
Las medidas sanitarias implementadas por la mayoría de los países nos han pedido que nos quedemos en casa como una medida de seguridad para no contagiarnos con el virus o contagiar a otras personas. Sin embargo, para muchas mujeres, esta medida ha significado poner sus vidas en mayor peligro, puesto que han estado expuestas a violencia de género por su pareja íntima. De hecho, se estima un aumento de la violencia de género luego del confinamiento, con el 80% de los países reportando un incremento del número de llamadas a líneas de auxilio y atención a la violencia de género.
Aunque es difícil determinar el vínculo entre confinamiento y violencia, las cifras conocidas son preocupantes. A nivel global, 243 millones de mujeres y niñas de entre 15 y 49 años han sido sometidas a violencia física y/o sexual por parte de su pareja o expareja íntima en los últimos 12 meses, y en la República Dominicana, el 35% de las mujeres entre 15 y 49 años reporta haber sido víctima de algún tipo de violencia por su pareja sentimental.
Está comprobado que durante catástrofes y/o desastres naturales, la violencia de género aumenta y que esta incrementación se mantiene y se agudiza en el período de recuperación, especialmente en las poblaciones más afectadas por la crisis. Los problemas sociales y sistémicos existentes fundamentados en relaciones desiguales de poder, aumentan por el estrés y la tensión relacionados con el desastre, el desplazamiento por la recesión económica y la incertidumbre.
La pandemia actual comparte muchas similitudes con desastres del pasado. Sin embargo, también presenta una paradoja única y angustiosa para algunas mujeres. Si deciden quedarse en casa, corren el riesgo de sufrir violencia, y si pueden salir de casa, corren el riesgo de contagiarse con un virus que amenaza sus vidas.
Las respuestas a los desastres naturales y crisis, como la provocada por la COVID -19, deben integrar acciones con perspectiva de género, y que dediquen especial atención a la violencia que sufren mujeres y niñas en este tipo de situaciones.
El Rastreador Global de Respuestas de Género a COVID-19, lanzado recientemente por PNUD y ONU Mujeres, indica que, en el contexto de la pandemia, 29 países de la región de América Latina y el Caribe han establecido 177 medidas relacionadas con el abordaje de la violencia contra mujeres y niñas. De estas medidas, 64% son para el fortalecimiento de los servicios de atención a sobrevivientes de violencia, incluyendo el fortalecimiento a líneas de auxilio u otras formas de reportar la violencia, y 23% a sensibilización y campañas de prevención. Los resultados de esta herramienta ponen en evidencia la importancia de diseñar e implementar medidas con enfoque diferencial, entendiendo que los impactos son diferentes para mujeres y hombres.
La violencia contra las mujeres y las niñas constituye un desafío al disfrute de sus derechos humanos, y es además un problema de salud pública que afecta a mujeres sin importar la edad, educación o nivel de ingreso. La Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible reconoce que, si no se elimina la desigualdad de género no será posible lograr sus objetivos, y establece la violencia de género como un obstáculo para el desarrollo, e incluye una meta específica para eliminar todas las formas de violencia contra las mujeres y niñas.
La pandemia puede servir como un punto de inflexión para establecer pautas de planificación y preparación para proteger a las víctimas y sobrevivientes de violencia de género frente a la amenaza actual de la COVID 19 y la inevitabilidad de desastres futuros. Es necesario trabajar colectivamente en mitigar las consecuencias de la actual crisis, pero asegurando que “nadie quede atrás” y que podamos garantizar a mujeres y niñas un mundo seguro, más allá de la pandemia.