Imagen del autor del texto, Odalís G. Pérez
Imagen del autor del texto, Odalís G. Pérez

Las diversas lógicas que han funcionado en el marco de la pandemia que vivimos dentro de una representación política alterada, han pasado por un filtro ideológico aplicado a condiciones anómalas de vida, salud, economía, educación , disrupción biopolítica, relatos populares y estrategias de vida contextualizadas en un orden capitalista atravesado por conflictos, insurrecciones, rechazos, protestas y guerras ideológicas dentro del sistema, progresan cada día como explosión de bombas ideológicas y psicológicas que alteran el modo de ser de los “normalizados”, que se revelan muchas veces por la crueldad de la llamada “ley” de excepción proveniente del Estado de excepción que nos obliga a vivir separados, distanciados “organizados”, encerrados, pero también explotados por fuerzas del sometimiento social e institucional.

La pandemia se vuelve política y sus ofertas completan los niveles de resistencia, barbarie, alteridad y demostración moral, lo que apoya una estructura y funcionamiento dictatorial donde el mundo real es una prisión normalizada por acciones desocializadoras y destructoras de las relaciones que tienden a lo homogéneo de un principio de desesperanza política e intolerancia que cobra valor en un movimiento de anomalías, pérdidas, erosiones de conciencias individuales, que reproducen el defecto sociocultural a favor de una especie de órgano jurídico- político predominante en el momento actual de una variedad de narrativas críticas y cuya escena es la del alejamiento que, actualmente, “irrespeta” la población por que se ha vuelto ineficaz, cerrado y sobretodo político.  La falta de respuestas fiables en esta etapa, por parte del organismo estatal, requiere de un tipo de reflexión crítica y democrática motivada por una interacción consensuada, pero  también  aliada a una conciencia crítica y alternativa, donde la argumentación científica dialogue con los argumentos surgentes de las narrativas sociales, en medio de esta crisis pandémica.

Un espacio social convertido en oralidad ingobernable ha creado imágenes y textos verbales de protestas, subversiones,  y un reticulado de  situaciones ensombrecidas por disposiciones prohibitorias de fuerzas e imágenes de la crisis, donde la política gubernamental local y la salud construyen la gran contradicción existente como choque de actitudes y pruebas de mecanismos y acciones desvinculadas de los objetivos sociales, culturales y jurídico- políticos que alteran y equivocan el espacio público real.

De ahí la reacción del sujeto social que cada día crece, pero también irrespeta los mandatos de bioseguridad inseguros, inciertos que ofrece la llamada “ciencia” al servicio de la política, las instituciones normativas y simuladoras del gobierno actual.  La carta que más exhibe la presente situación política de la salud, es la del aislamiento, esto es, la más fácil para proteger al ciudadano alejado de su  medio, de sus derechos y modos de acceso al trabajo socializador.

Los diversos gestos narrativos de la violencia social soportada por la crisis económica y la crisis de la salud, engendran la ruptura y el alejamiento del  discurso de un empresariado de la muerte y la supresión de la práctica socializadora, “normada” por las diversas narrativas de exclusión. El sujeto rechaza el tipo de aislamiento desocializador y a la vez sirve de soga social que amarra la cardinal de producción, logrando romper con las imágenes y prácticas que han perdido su respaldo contextual en el marco de la pandemia y que se han apoyado en la llamada lógica de exclusión del sujeto social.