Peste y charlatanes

Es una irresponsabilidad tratar de  quitarle importancia a la pandemia del corona virus como hacen políticos como Trump, Bolsonaro e incluso López Obrador. Uno puede comprender que lo hagan los dos primeros. Trump, porque cree que puede amenazar su reelección y afectar sus negocios hoteleros e inmobiliarios.

Bolsanaro, porque es un extremista de derecha, veterano en exabruptos e imbecilidades de todo tipo, raciales, de homofobia, patriarcalistas e incluso de alabanza de la tortura en declaraciones públicas. Que individuos de esta baja estopa sean elegidos por sus pueblos, refuerzan necesariamente el pesimismo antropológico  sobre los humanos en el campo político.

Siempre-si uno es votante de extrema derecha-, puede optar por personajes menos impresentables, aunque sean solo de apariencia política y culturalmente menos burdos, aunque en realidad sean  los “teóricos” y animadores, de estos citados pitecántropos erectos.

Lo asombroso es que el presidente de México uno de los países más  emblemáticos del subcontinente Latinoamericano y que durante años se ha presentado como hombre de izquierda moderada, de un ejemplo de memez tan acentuada. Dedicarse a espantar la pandemia con el expediente de restarle importancia o implorar a la fuerza de las creencias  religiosas es simplemente incalificable y para mi descorazonador.

Tengo que recordar aquí a mi amigo el sociólogo y escritor mejicano Luis Andrade, que inclusive antes de ser AMLO elegido presidente me decía que no era político de fiar. Debo reconocer que, por lo menos en afrontar la pandemia, no está dando la talla como estadista.

Catástrofe humanitaria

Las experiencias en pandemias nos indican que las pérdidas de seres humanos son tan grandes que se pueden considerar, sin exageración alguna, de catástrofes humanitarias. Los principales precedentes de pandemias de este tipo han sido la peste negra del siglo XIV que exterminó a un tercio de la población europea y la gripe española.

La llamada influenza o gripe española, que se detectó en un fuerte militar en Kansas en 1918 y los primeros casos en Europa se detectaron en Brest, que era el puerto de desembarco de las tropas norteamericanas. Se llamó española porque al ser España neutral en la primera guerra mundial la prensa española, sin ningún tipo de censura, difundió las informaciones sobre dicha pandemia de gripe.

Lo que está mostrando el coronavirus es que su mortandad no es equivalente –por ahora – a las precedentes pero también hay que esperar y ese es el terror que nos acogota a muchos, que se expanda en América Latina y África. Será en ellos dónde la mortandad puede ser terrible. Porque aunque el virus no distingue en clases sociales, si lo hace entre más o menos vulnerables, y los más son siempre los pobres y los que viven hacinados.

La esperanza  está –para los que confiamos en la ciencia- en que se rompan records temporales en producir la vacuna y la OMS pueda hacer una distribución de la misma no venal,  o al menos, pueda impedir que la industria farmacéutica intente especular al comercializarla, fijando precios políticos asequibles para los Estados sin grandes recursos y la población de bajos ingresos.

En lo que parece haber un cierto consenso con el coronavirus es que desde que se detecta el inicio del contagio al pico de la curva a partir de la cual se iniciaría un descenso de los casos, pueden pasar unas 6 a 7 semanas. Lo cual tiene que ver con que se hayan tomado las medidas preventivas adecuadas: aislamiento de la población para evitar el contagio, la cuarentena y las pruebas que se hagan a la población. Hasta ahora los países que han tenido mayor éxito son los japoneses, Corea del Sur y China.

En todos ellos el papel del Estado ha sido esencial. Lo cual debe llevarnos a una reflexión: siempre que existe un peligro o amenaza que afecta a la totalidad, se demuestra de manera fehaciente que no se puede confiar en “manos invisibles”, en dejar hacer y pasar, en el afán de lucro de individualidades atomísticas, sino en la encarnación del interés general simbolizado en el Estado y en la planificación de las actividades.

Gracias a la acción del Estado en la economía, Corea del Sur logró su desarrollo económico que ha llevado a ese país a ser uno de los más prósperos, como explica el economista surcoreano y profesor de Cambridge, Ha-Joon Chang (2011, 23 cosas que no te cuentan sobre el capitalismo) y, conste, que no se trata ni siquiera de “decretar” el socialismo, sino de un capitalismo muy regulado con controles y supervisión estatal.

La Gran recesión que viene

Los economistas que considero más lúcidos en el análisis de las consecuencias económicas de la pandemia, señalan que el parón de las actividades económicas de las empresas puede llevar a que por cada mes de cierre de las mismas se pierdan 2 puntos porcentuales en el crecimiento anual del PIB. En la crisis de 2008  hasta mediados de 2009 la pérdida del PIB fue del 6% en las principales economías y el PIB real mundial cayó un 3,5%. En ese caso China y las principales economías emergentes no sufrieron una baja sino una expansión económica.

Según ha expuesto Luis Gurria director de la OCDE esa organización no contempla una recuperación rápida pos-pandemia sino un repunte lento. La prioridad de algunos gobiernos ha sido salvar las empresas. Los bancos centrales han reducido las tasas de interés a cero y han abierto líneas de créditos y compra de bonos. También se han dado garantías de préstamos y subvenciones para las empresas, para lo cual se han dispuestos sumas astronómicas.

Los llamados “paquetes de estimulo fiscal alcanzan el 4% del PIB y las garantías de crédito y préstamos para el sector privado (capitalista) es del 5% del PIB. Como elemento comparativo los rescates fiscales en la crisis 2008-2009 llegaron solo al 2% del PIB mundial.

El premio Nobel de Economía Paul Krugman considera que la principal tarea económica actual no es sostener a las empresas y con ello el empleo y el PIB  (en los EE.UU.) sino “·limitar las penurias” de la gente que “han perdido temporalmente sus ingresos”. “deberíamos centrarnos en ayudar a quienes lo necesitan”. (El País,5/4/2020)

Lo que ocurre es que los 2 billones de dólares aprobados por el Congreso (Ley CARES) a instancias de los Demócratas (Trump solo solicitó 500 mil millones), dos tercios de los mismos van a las grandes empresas y compañías aéreas y solo un tercio para ayudas a los trabajadores y a los autónomos, para su supervivencia con dinero en efectivo y aplazamiento de pagos de impuestos. Algo similar está ocurriendo en Europa.

Sin embargo, lo que parece claro es que para salir de la recesión que vendrá y que ya se venía incubando antes de la pandemia, se va a requerir un retorno a políticas públicas muy similares a las del famoso “New Deal”. En ese sentido lo que requieren los Estados para salir de la Gran Recesión de la pandemia del coronavirus, no será más mercado y más sociedad de mercado, o sea, más neoliberalismo, sino una mayor intervención del Estado en la economía, sin detrimento de un sector privado activo e innovador.

Torrelodones, 5 de abril de 2020

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