Pandemia es cuando el virus se extiende a varios países o se hace universal, mientras que pandemonio es una escena de caos y confusión.

La diferencia entre una cosa y la otra reside en una sola palabra: ‘educación’. La desinformación trae caos e histeria pero la información oportuna tranquiliza. Si no se informa ante cualquier eventualidad, se descontrolan los mecanismos de alarma del cerebro y el individuo es capaz de conductas de mayor riesgo que el mismo virus. Ha faltado y todavía hace falta un buen programa de educación sobre la pandemia. No puede haber tantas voces opinando sin ton ni son. Había que convocar a los expertos para lograr un consenso mínimo y luego dosificar la información hacia la información siguiendo las reglas de la pedagogía. Si no se hace esto, se deja espacio a la información falsa y ahí viene la confusión y la histeria, o conductas antisociales para las que luego hay que utilizar la fuerza, y cuando esto sucede es porque se falló en informar oportunamente.

La pandemia es también una oportunidad de unificar a la sociedad contra un enemigo común. Fue un error cuando algunos trataron de aprovecharse de la situación para sacar ventaja política. Había que convocar técnicos independientes y muy especialmente al Colegio Médico, sin importar banderías políticas, para formar un COMANDO UNIFICADO EN CONTRA DEL VIRUS, en lugar de la monotonía de los mismos funcionarios improvisando discursos. La ley del hartazgo en psicología nos enseña que un estímulo que se repite incansablemente termina convirtiéndose en insoportable. Algunos funcionarios que se han echado encima toda la carga al final les podría suceder que les cambien sus nombres por los de la pandemia. Hay tiempo para la formación de un comando unificado y diversificar las voces bajo una estrategia unificada. 

La pandemia tiene repercusiones económicas importantes para todo el planeta y el capitalismo salvaje tendrá que revisar sus reglas de juego para ajustarse a la nueva realidad. Fue importante la mora en el pago de impuestos para los ricos, como dispuso el gobierno, pero faltan medidas para los trabajadores informales, que son más del 50% de los que reciben algún salario. No es lo mismo pedirles a ellos, que viven de la calle, que se queden en sus casas sin ninguna compensación. Ahora se hace comprensible la injusticia del presupuesto nacional: ¿Cómo es posible que algunos funcionarios ganen $1 y $2 millones de pesos mensuales? ¿Cómo es posible que cada congresista le salga al país por $1 millón de pesos mensuales? ¿Cómo es posible que el gobierno gaste $11 millones de pesos diarios en propaganda? Estos números son insostenibles y de algún lugar hay que compensar a los trabajadores informales, o les estamos creando una situación peor que la pandemia.

Si se prioriza educación, si se colabora con médicos independientes, y se compensa a los trabajadores informales, venceremos la pandemia y no tendremos un pandemonio.