Lo que se conoce como paisajismo cinematográfico resulta de una elaboración plástica bidimensional y tridimensional ajustada a un espacio panorámico, donde la cámara detalla un orden “arquitexturado” a partir de un ritmo y una movilidad que hace visible algunos elementos de la “historia” planteada en la propuesta.
La elasticidad y el movimiento de un paisaje fílmico se logra mediante las estrategias técnicas concentradas en detalles de espacio, así como en una percepto-visión impuesta por el nivel de forma-movimiento-luz que asegura todo el argumento visual de la filmación y lo artístico del producto cinematográfico; la figuralidad que impone el proceso de encuadramiento del objeto visual cobra valor en una estética composicional que podemos advertir en el contexto de las historias contadas por el cine.
En efecto, el paisaje fílmico es una materia audiovisual asumida y conceptualizada desde la misma filmación, pues el mismo resulta de un proceso composicional que conduce a una estructura marcada por el detalle que el ojo-cámara captura como valor cinematográfico; todo lo cual da lugar a un trazado visual y sonoro donde regularmente el gran plano o el generalísimo plano construyen el pensamiento-espacio establecido en la narrativa que consolida la propuesta.
Tiene mucho valor para el caso, el concepto de impresión de realidad que pone de relieve el ritmo del objeto fílmico y reconocido por el ojo del espectador. Como el paisaje es una referencia material unificada por el ojo del fotógrafo, el director y el espectador, se colige que un producto fílmico específica el valor intrínseco de la narración y la tensión que se hace legible en el uso paisajístico de una película (El año pasado en Marienbad de Alain Resnais, Al final de la escapada de Jean Luc Godard, King Kong, producida por Dino de Laurentis, Desierto Rojo, de M. Antonioni, Casino, de Martin Scorsese, Érase una vez en América, de Sergio Leone, La escolta, de Ricky Tognazzi, y otros).
Todo idioma cinematográfico se hace visible y material desde la imagen sincronizada en el movimiento; lo que remite necesariamente a una concepción del fotógrafo y el director, según sea planteado por el guionista, luego de comprender lo visible y sonoro de la propuesta.
En el caso de los recursos del paisajismo, asistimos a una geografía imaginaria y a un estado de composición donde la obra cinematográfica traduce mediante el efecto “espacialidad” la forma-sustancia del plano o la escena, donde sus elementos acentúan cualitativamente el producto cinematográfico entendido como arte, lenguaje y síntesis imaginaria.
El arte de hacer obras de arte cinematográfico plantea diversos modos de abordaje, toda vez que los mismos signos del espacio exterior, que sirven de base al paisajismo cinematográfico surgen, desde una visión integradora de objetos, historias, cuerpos, síntesis cromáticas y sonoras basadas en una complejidad luminosa organizada por el ojo del fotógrafo y el director en consonancia con los demás objetos y funciones perceptivas, tal como se puede ver en obras como: Cinema Paradiso, 8 ½, Intolerancia, La guerra y la paz, Z, El atentado, La hora de los hornos…
Otros ejemplos confirman el valor escrito e inscrito del paisaje congruente con la objetividad y la subjetividad del proyecto cinematográfico. Ej.: El Proceso, Actas de Marusia, Memorias de Subdesarrollo, Cabezas Cortadas, Ángeles y Demonios, Código Da Vinci, Los Caribeños, Sueño Americano, El Eclipse y otros filmes donde el concepto de paisaje desarrolla ciertos valores cinematográficos en consonancia con el orden sincrónico y diacrónico de la película.
Como base del paisaje encontramos también, la estrategia de una sub-planta del espacio geográfico y paisajístico que tiene como modelo la pintura realista, el arte-movimiento llevado por el escenógrafo y otros artistas visuales que utilizan el espacio como memoria de lo real y lo imaginario.