Quien no piensa en su futuro no tiene futuro. Quien vive en el pasado pierde su presente. Y, a pesar de lo que pregonan ciertas filosofías orientales, quien vive exclusivamente en el presente, no puede construir un futuro satisfactorio. Este es el caso de los dominicanos, como individuos y como nación.

Comparto las reflexiones que siguen luego de haber leído sobre el concepto de perspectiva temporal, desarrollado por el psicólogo americano Philip Zimbardo. La perspectiva temporal es la manera en que inconscientemente dividimos el flujo de nuestra experiencia humana en zonas o categorías de tiempo. Zimbardo ha definido seis categorías: Dependiendo de nuestra cultura, podemos estar orientados al pasado-positivo o al pasado-negativo, al futuro, trascendental o no, o al presente fatalista o hedonista.

Los dominicanos estamos mayoritariamente orientados al presente hedonista. Esto quiere decir que nuestras decisiones se basan en nuestra realidad inmediata. Que tenemos dificultades para tener en cuenta nuestro futuro al momento de tomar estas decisiones. Ejemplos hay de sobra.

Pienso en los asaltantes que, hace algunos años, mataron a un hombre de un tiro en la cabeza para robarle la yipeta ¿Pensaron en que corrían el riesgo de ser encarcelados por varias décadas? No ¿O que la policía lanzaría una cacería en su contra? Tampoco: esta los apresó un par de horas después, mientras disfrutaban de la música de la yipeta, en un balneario cercano.

Pienso en nuestra adicción a los periódicos que se limitan a informar sobre la actualidad y en los columnistas que se limitan a analizarla.

Pienso en la falta de planificación en los proyectos estatales. Muchas valiosas iniciativas han fracasado por la incapacidad de los funcionarios de ir más allá del presente inmediato. Proyectos de transporte público como las guaguas de ONATRATE y de la OMSA se han ido a pique por falta de un programa de mantenimiento. Lo mismo pasa con las carreteras: estas son inauguradas con bombos y platillos por nuestros presidentes solo para deteriorarse en algunos años por lo mismo: falta de mantenimiento.

Pienso en los préstamos que indolentemente aprueban nuestros congresistas. Poco les importa endeudar hasta el tuétano a las futuras generaciones. Lo que les importa es hacerse ricos, aquí y ahora.

Alguien dijo que un presidente es un político que piensa en las próximas elecciones y que un estadista es un político que piensa en las próximas generaciones. Es evidente que los dominicanos no hemos visto a un estadista ni de lejos: también nuestros presidentes viven en un presente hedonista ¿Qué le importa a Danilo Medina, por ejemplo, que la impunidad está carcomiendo a nuestra sociedad como un cáncer? Danilo es incapaz de ir más allá de simulacros de justicia y de paños con pasta. También Danilo está orientado a un presente hedonista (hedonista para él, sádico para nosotros).

Ni Balaguer fue un estadista. Es cierto que estuvo orientado al futuro. Pero al suyo. Balaguer estaba orientado a lo que Zimbardo llama el futuro trascendente. A lo que sucede después de la muerte. Balaguer no se interesó en nuestro futuro sino en la posteridad. Balaguer no se interesó en nuestro bienestar sino en la perpetuación de su memoria. Y, sin embargo, una vez se enfrió su cuerpo, cayó en el más absoluto olvido. Los que, como Danilo, sueñan que serán recordados como a padres de la patria (por eso lo de la estatua) deben mirarse en el espejo de Balaguer.

Mientras no actuemos teniendo presente las consecuencias a largo plazo de nuestras acciones, los dominicanos no tendremos futuro.