En un curso sobre creación de marcas del que era profesor, una alumna llamada Ana, joven, inteligente y simpática, nos contó en el receso de una clase, un caso muy curioso y divertido que, si no es porque no dudamos ni un ápice de su sinceridad, podríamos calificarlo de cuento o chiste de mucho ingenio, dicho para reírse sanamente entre el grupo de estudiantes. Resulta, que siendo aún adolescente, hace ya algunos años, Ana hizo un viaje turístico a Marruecos, un país siempre fascinante, acompañando a sus padres. Allí conocieron a un hombre de edad madura que desde el primer momento se enamoró perdidamente de Ana por su belleza, juventud y buen talante, por lo que, ni corto ni perezoso,decidió convertirse en pretendiente, acercándose sin timidez alguna a los padres, les propuso sin rodeos comprarle la hija, poniendo como precio de intercambio ¡una nevera! que era de su propiedad.
Así como lo leen, comprarle su hija por una nevera. Al principio los padres lo tomaron como una broma del marroquí y le dijeron entre risas que Ana no estaba en venta. Ya sabemos cómo somos los hombres de empecinados cuando sentimos las mariposas en el estómago como dicen los relatos románticos y cursis de ahora, y también sabemos que hay padres que con tal de quitarse una hija de encima son capaces de cambiarla por no por una nevera, sino por un pequeño ventilador de mano. Pero los progenitores de Ana, por fortuna, no eran así.
El caso es que al día siguiente el Romeo marroquí volvió a la carga ofreciendo de nuevo por su Julieta la bendita nevera, y está vez recibió un ¡no! tan serio y tajante que cortaron de manera definitiva las intenciones amorosas del cincuentón asfixiado. Cuándo le preguntamos a Ana si se molestó por tan burdo ofrecimiento, nos dijo que no mucho porque en definitiva tal vez se trataba de alguna costumbre o uso del país en esa época, y a las féminas, en el fondo e incluso en la superficie, siempre les gusta que las pretendan aunque acaben rechazando al candidato.
Además, es conocido que en África y otras partes del planeta aún hay tribus que pagan con cabezas ganado el precio de futuras mujeres, e inclusive en nuestras sociedades llamadas avanzadas o civilizadas, las esposas se adquieren muchas veces por otro tipo de transacciones más sofisticadas. Pero, lo que sí le hizo enfadar muchísimo a Ana, no fue que la valoraran como una simple nevera sino que…!¡La nevera era usada!! Y eso era ofender su dignidad y vanidad de mujer por muy adolescente que ésta fuera. Los árabes han tenido y tienen justa fama de ser excelentes comerciantes y habilísimos regateadores, pero en esta transacción como que el pretendiente se pasó de la raya. ¡! Mira que querer una muchacha joven por una nevera vieja!! Los hay gandíos, aquí y en todas partes.